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Colmenas Hermanos Escobar, una institución en el sector apícola

  • Hace medio siglo Juan y Francisco convirtieron su taller de carpintería en una pequeña industria que produce 4.000 ejemplares al año

  • Hoy su sobrino Ramón quien continúa con el negocio

"Podemos decir que estamos orgullosos de nuestro trabajo y esfuerzo. Hemos disfrutado y aún seguimos haciéndolo de la que ha sido nuestra profesión. Un trabajo que nos ha permitido sacar adelante a nuestros hijos y que hoy día estén bien colocados". Francisco Milán Escobar y su hermano Juan ya están jubilados, pero han conseguido eso que todo el mundo persigue: disfrutar de tu trabajo. Y cuando miran hacia atrás y repasan todo lo hecho, no pueden ocultar esa nostalgia que se desprende de una profesión, como es la fabricación de colmenas, que sigue dándoles muchas alegrías y que aún continúan a través de su sobrino, Ramón Colomina, gerente del negocio, y que ha tenido la oportunidad de aprender de dos grandes maestros artesanos.

Colmenas Hermanos Escobar SL está ubicada en Instinción, pequeño municipio alpujarreño que siempre se ha sustentado de la agricultura, especialmente con el sector citrícola, pero que gracias a esta familia cuenta desde hace poco más de medio siglo con una de las pocas fábricas de colmenas de las que hay en España.

La suya es una de esas historias en las que un hecho aislado y como tomar una u otra decisión en el momento oportuno puede dar un vuelco a los acontecimientos, e incluso, cambiarte la vida. Estos hermanos comenzaron con un pequeño taller de carpintería en 1.965 con el que daban cobertura en Instinción y a otros pueblos cercanos dentro de la comarca. Una profesión que siempre les gustó y para la que Juan se preparó en la Escuela de Formación en la capital durante cinco años. Gracias a su afán "y a la ayuda de nuestra madre, que nos facilitó un pequeño local en el pueblo, y de nuestra hermana que nos prestó 10.000 pesetas para comprar los útiles, pudimos comenzar a trabajar", recuerdan sobre unos primeros años en los que forjaron unos dotes para manipular una madera cuya impronta se palpa hoy en sus productos.

Un buen día, un par de apicultores de la zona visitaron a esta humilde familia a su taller de carpintería para pedirles, con una de las colmenas que necesitaban bajo el brazo, que les fabricaran 600 idénticas a esa, 300 para cada uno. Pese al recelo de un primer momento, terminaron aceptando un reto que a la postre fue un punto de inflexión para ellos, quienes sin saberlo terminarían sentando la base de un negocio pionero para la provincia y uno de los pocos de este tipo que hoy funciona en España. Después fueron ganándose a pulso el reconocimiento de unos apicultores que no dudan en recurrir a ellos no solo por la calidad de las colmenas que fabrican, sino por el trato que reciben y por su capacidad de anticiparse a cualquier necesidad en plena temporada. "En Valencia había un fabricante de colmenas allá por los años sesenta, y claro, no tenía capacidad para cubrir la gran demanda que les llegaba, que era a nivel nacional. Tenían que pedir las colmenas de un año para otro. Por eso estos vecinos nuestros nos pidieron este favor, que terminó por meternos y especializarnos en este sector", explica Francisco, quien cuenta la cantidad de tiempo que tuvieron que invertir en esta complicada empresa: "Nos llevaba 20 días hacer 50 colmenas, sin preparativos ni nada, pero como dimos la palabra".

Hoy fabrican las colmenas en partidas de 400 unidades mensuales y la friolera de 4.000 al año, aunque reconocen que "en los últimos años las ventas han descendido por la sequía, que está dificultando la floración y ha dado lugar a muchas bajas de colmenas y que el apicultor no pueda sacar miel. Por lo tanto, no compra. En otros años no parábamos, empezábamos la campaña en septiembre, llegaba agosto y seguíamos", explica Ramón Colomina.

Todas y cada una de las máquinas que utilizan para el proceso de fabricación de las colmenas, elaboradas con madera de pino, han sido rediseñadas por ellos con el paso de los años a fin de ir adaptando su lugar de trabajo y agilizar todas las labores, a la vez que han conseguido dar resistencia y calidad al producto. "Desde que compramos nuestra primera máquina, que nos costó 50.000 pesetas, y que nos trajeron del norte, una Universal, hemos ido poco a poco adaptándolas a nuestras necesidades", explica Francisco mientras muestra todas y cada una de ellas mientras hace una demostración fabricando un ejemplar. Como ellos dice: "Hemos siempre hecho un poco de ingenieros también", y con razón, porque los arreglos realizados son de lo más curioso y práctico en aras de facilitar la fabricación, que ya de por sí es bastante laboriosa.

Con una gran visión, han sido capaces de darle utilidad a prácticamente todo. De hecho, la bobina con la que cortan a medida el alambre que se ensambla en los cuadros que van en el interior de la colmena fue antes una bicicleta de otro de sus hermanos. Los productos de los hermanos Escobar destacan por su calidad y solidez, reconocida por los apicultores, y que les ha valido tener una cartera que ronda los 250 clientes. Un ejemplo de las características de estas colmenas es que son los 18 milímetros de grueso, mientras que el resto suele ser de 14. De hecho, aún hoy hay funcionando muchas que fabricaron en 1.967, muestra del rendimiento que dan y que les ha llevado a ser la institución que hoy son.

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