Almería

"Alguien tiene que poner el dedo en la llaga de muchas llagas que hay"

  • Humanista obstinado, Ibáñez ejerce de espíritu libre en tiempos en los que la autocensura prima sobre la libertad de expresión

  • Habla de su obra y de la Ciudad de la Cultura que levanta en Olula

Andrés García Ibáñez, fotografiado por Carlos Pérez Siquier en un rincón del museo que lleva su apellido..

Andrés García Ibáñez, fotografiado por Carlos Pérez Siquier en un rincón del museo que lleva su apellido.. / pérez siquier

-¿cómo acaba un arquitecto salido de la prestigiosa Universidad de Navarra dedicado a la pintura?

-Antes de estudiar la carrera de arquitectura ya vivía de la pintura. Empecé a exponer con 12 años en Albox y a partir de los 17 tuve la primera exposición importante en la sala de Unicaja en Almería. A los 19 me di de alta como autónomo porque ya vivía de la pintura exponiendo por muchos sitios de España en galerías privadas y vendiendo mi obra, hasta la fecha. Cuando empecé la carrera de arquitectura a los 18 años no vivía holgadamente de la pintura, pero sí me defendía. Ya tenía ingresos por la venta de mi obra. Me decidí por arquitectura porque la carrera de Bellas Artes era y sigue siendo un poco cajón de sastre, donde realmente no te enseñan gran cosa. Mal está que yo lo diga, pero ya tenía una trayectoria como pintor en la que dicha carrera no iba a aportarme prácticamente nada. Mi tío [Ángel Ibáñez Ceba], que es arquitecto y en ese momento profesor de derecho urbanístico en 6º curso de la facultad de Arquitectura de Navarra, me aconsejó que lo estudiara porque era una carrera más amplia tanto técnica como artística y también más humanista y me iba a curtir mucho más, abriéndome un mundo de posibilidades mucho mayor.

La carrera de Bellas Artes es un cajón de sastre donde no se enseña gran cosa y mal está que yo lo diga"

-¿Por qué Beethoven y Goya como fuentes de inspiración?

-Goya porque fue el primer artista que me sacudió y conmovió. Mi relación con la pintura empieza con él porque empecé dibujando de la mano de mi abuelo materno copiando las láminas de Freixas desde pequeño. Llega un momento, a mis 11 años, en que el hermano de mi abuela, Juan Ceba, tenía la papelería Iris en Albox y me regala una colección de Sarpe con los genios de la pintura española y el primer número era Goya. Aquello fue una conmoción. Cuando abrí el libro de Goya y vi aquellas grandes reproducciones en color de su obra es el momento clave en mi vida porque decido que tenía que ser pintor con 11 años. Ahí cambia todo y decido empezar a pintar al óleo y copiar todas las reproducciones del libro. Después descubro a Velázquez, Rubens, Rembrandt... Por eso Goya es mi referente, es el primer autor moderno porque en él está todo el drama del ser humano y todo lo que después va a aportar el arte contemporáneo está ya en Goya. Beethoven lo descubro al comienzo de mis estudios universitarios al escuchar su obra sistemáticamente. Es otra alma gemela y la banda sonora de mi vida es él. Lo descubro también a través de mi abuelo porque era melómano y cuando enfermó acababa de empezar la carrera. Su hijo, mi tío Ángel el arquitecto, como ya estaba en cama, le regala un tocadiscos para que pasara las horas escuchando música. Me encargaba de colocarle los discos en el equipo y escuchaba tanto a Sarasate como a Beethoven. Descubro las 9 Sinfonías a través de mi abuelo y continúo escuchándolo en mis años de universitario, ya toda su música de cámara, sonatas para piano, misas, óperas... Me llega de tal manera que empiezo a pintar la serie Beethoven, que es con la que se inauguró la primera fase del Museo y hoy ocupa la sala 16.

-Es un creador polifacético y quizá su vertiente de escultor sea menos conocida, ¿bajo qué corriente se encasillaría?

-Igual que la pintura, dentro del realismo. En la escultura soy un realista puro, mientras que en la pintura practico un realismo que tiende al expresionismo porque una parte de mi obra tiene un talante crítico. En escultura, en cambio, me mantengo en los márgenes del realismo puro, más cerca del grupo de Antonio López, los realistas madrileños.

-El siglo XX, con sus vanguardias, puso en entredicho la pintura realista y figurativa que usted reivindica...

-Ese es un debate que dejó de tener vigencia hace mucho tiempo. El realismo tiene hoy su espacio, quizá no el que en justicia merecería, pero lo tiene. La irrupción de las vanguardias a principios del siglo XX fue una reacción lógica a la pervivencia decadente del academicismo decimonónico y el resultado en lo plástico de las nuevas formas de vida y de sociedad. Es lógico que las nuevas formas artísticas, en toda época o lugar, para legitimarse necesiten hacer tabla rasa con lo inmediatamente anterior, pero el paso del tiempo decanta las cosas con más sabiduría. En todo caso, quitando la abstracción, la práctica totalidad de las vanguardias permanecieron adscritas a la figuración. El realismo, dentro de la figuración, ha seguido siempre practicándose, aún cuando no tenía el reconocimiento oficial. La fotografía influyó, en un principio, en la decadencia del arte realista, pero con el tiempo nos hemos dado cuenta de que el estilo o el lenguaje son lo de menos; lo importante es la comunicación poética, la emoción que la obra es capaz de transmitir, y en eso el realismo es tan válido como cualquier otro lenguaje. Hay un realismo netamente contemporáneo, de esta época, comprometido con este mundo actual y con enorme poder de sugerencia. Lo bueno es siempre moderno.

-Junto a Antonio López imparte el único curso que el genio manchego realiza en Andalucía, en Olula del Río, ¿cómo surgió la idea?

-Primero surge mi amistad con Antonio haciendo la exposición de realismo español La Gallina Ciega. Llevé la voz cantante y parte del comisariado. A raíz de eso conozco a Antonio y establecemos una gran amistad. Años después, tras conocernos y respetarnos mucho, como sabía que hacía cursos por varios sitios de España y me pidió que lo acompañase al de Albacete, surge la idea de hacer uno del mismo tipo en el museo de Olula. Aceptó encantado y este año va a ser ya la VI edición. Muchos de los que hacía se han ido cayendo de su agenda y actualmente solo imparte tres en toda España: Pamplona, Albacete y Olula del Río.

-Uno de sus retos es ver materializada la Ciudad de la Cultura que un día ideó en un municipio de 6.500 habitantes.

-No puede decirse ya que el Museo sea mío ni la Ciudad de la Cultura con todas sus dotaciones. En el caso del Centro Pérez Siquier, todo viene de mi amistad con él al dar el paso de ceder su archivo a nuestra Fundación. Es algo sin precedentes en Almería porque se trata de uno de los diez fotógrafos más importantes de la historia de España, uno de los grandes renovadores de la fotografía, Premio Nacional... Resulta paradójico al ser almeriense y existir el Centro Andaluz de Fotografía, radicado en Almería, porque además creó AFAL, el fenómeno de renovación más importante de la historia de la fotografía española, surgido desde la provincia. Se decidió por eso que dicho organismo de la Junta de Andalucía estuviera allí. Más de uno tendría que mirarse por qué Pérez Siquier, cuando decide donar la gestión de su archivo, no lo hace al CAF y sí a nuestra Fundación. Decidimos liarnos la manta a la cabeza porque Carlos tiene ya 86 años y las cosas tienen que reconocerse en vida. La Fundación pidió un préstamo bancario para construir el museo y el centro. Va a ser un museo con exhibición permanente de su obra, pero también archivo que va a digitalizar la totalidad de sus negativos y estará abierto a especialistas e investigadores. Esa es la idea del Centro, el primero monográfico que se le dedica en España a un autor clásico de la fotografía española, uno de los grandes. Hay un museo de fotografía en Vitoria, pero es genérico.

Respecto a la 'Mujer del Almanzora', fue una idea compartida entre Antonio y yo. Hacer un gran elemento escultórico que presida la plaza de la Ciudad de la Cultura surge a raíz de nuestra amistad. Un día, estando en su taller en Madrid, y tras inaugurar varios monumentos públicos de gran tamaño como la Mujer de Coslada o las dos Cabezas de Bebés que hay en la Estación de Atocha, le dije que me gustaría que la Ciudad de la Cultura, al modo de las grandes ágoras del pasado, la Acrópolis de Atenas o el Coloso de Rodas, llevase un gran elemento escultórico firmado por él que presidiera esa gran plaza o ágora de la cultura moderna. Me dijo que sería una maravilla, un honor para él. Se pensó en el mármol porque lo emblemático para la comarca del Almanzora es el mármol blanco de Macael. Aceptó la idea con un entusiasmo total. En ese momento tenía varias tallas expuestas en su taller, una de la modelo que le posó para la Mujer de Coslada, que en principio iba a ser solo una cabeza. La idea era la mujer que nace de la tierra, porque en todas las civilizaciones antiguas la mujer y la tierra son lo mismo, van asociadas a la fertilidad. La primera fase es que acaba de sacar la cabeza solo, y la segunda es que ya está el torso entero, que es lo que está en Coslada. La primera fase no estaba materializada y hablando y viendo todas las cabezas que tenía en su taller, le dije que una en concreto era idónea para la mujer que nace de la tierra. Le pedí la escayola y me la traje a Almería para hablar con autoridades e instituciones para sacar adelante el proyecto. Se ha sacado enteramente con dinero privado, con un 'crowdfunding', y también gracias a que Antonio no va a cobrar nada de sus honorarios y se han vendido 180 cabezas en bronce firmadas por él sin cobrar ni un solo euro. Con eso se ha financiado el monumento. Ha sido un milagro en todos los aspectos. Primero que Antonio quisiera que se hiciese, segundo que renunciara a su caché y tercero que hayamos conseguido hacerlo enteramente desde lo privado, sin necesidad de que ninguna institución aporte dinero.

-Hablando de la Fundación, ¿qué le ha aportado un Patrono como Cosentino?

-Es una simbiosis para bien porque la Fundación ya era una institución cultural muy prestigiosa en la provincia y en todo el sureste español, pero al incorporarse Cosentino, la empresa emblemática de la provincia, potente y prestigiosa, es una suma de sinergias. No solo por el tema económico, ya que la mayor aportación dentro de la Fundación no es la suya, pero sí un tema de prestigio y de suma de intenciones para remar hacia adelante y que todo vaya a más. Que esté Cosentino en la Fundación abre muchas puertas y no solo es lo económico, sino el montón de profesionales en el ámbito legal de la empresa que ayudan al funcionamiento de la Fundación y que le dan más peso, consolidación y que sea más respetada.

-¿Qué papel considera que deberían desempeñar las instituciones museísticas hoy en día?

-En España los museos no son las instituciones populares que debieran. Hay un alejamiento atávico e histórico entre los ciudadanos y la institución museística, quizá porque siguen viendo los museos como lugares un tanto inaccesibles o para gente muy culta. Tenemos el reto de intentar acercar a la gente. La cultura con mayúsculas tiene que llegar más fácil y en eso las instituciones y los medios de comunicación tienen una labor pendiente, sobre todo los de carácter público. Deberían destinar más tiempo y recursos a la cultura de calidad y no a programaciones que lo que hacen es satisfacer demandas más triviales de la sociedad, que lo que necesita es culturizarse. Los museos además tienen una labor importante de conservación del patrimonio para que llegue al mayor número de personas y de acaparar las mayores colecciones posibles, incluidas las privadas.

-En su faceta de articulista expone sus ideas sin ambages, ¿le ha supuesto algún quebradero de cabeza?

-No solo por los artículos. Hay una parte de mi obra como pintor que tiene una parte crítica sin medias tintas y eso supone daños colaterales, pero alguien tiene que hacerlo. Alguien tiene que poner el dedo en la llaga de muchas llagas que hay. Hay gente que se siente molesta, también instituciones o cargos políticos a los que no les gusta escuchar ciertas cosas, pero considero que el artista contemporáneo tiene la obligación ética de posicionarse sobre ciertos temas. En mi caso siempre he tenido claro que nunca he querido ser un artista domesticado o de pesebre, he vivido siempre de mi trabajo, no le debo nada a ninguna institución porque nunca he recibido como artista independiente una subvención pública, he vivido y vivo de la venta de mi obra. Me he creído en la tesitura de expresarme libremente, no solo a través de mi obra pictórica, sino también cuando la prensa me lo ha solicitado al hacer artículos de opinión. Es un privilegio y una satisfacción.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios