Almería

Los desalojados de Pescadería, cansados de vivir 'de prestado'

Ninguno de ellos ha vuelto a casa. Medio centenar de vecinos de Pescadería fueron desalojados de sus viviendas el 26 de abril cuando se vino abajo una ladera en las Cuevas de las Palomas. El Ayuntamiento de Almería contrató a una empresa para realizar el diagnóstico y asumió los trabajos de enmienda y corrección. No dio un plazo concreto para el regreso de los propietarios, pero estos ya están desesperados. Dicen estar "desamparados por los asistentes sociales" y "engañados" con las fechas. Además, entienden que un mes ha sido suficiente tiempo como para haber realizado los trabajos, alegando que durante días, nadie hizo acto de aparición en la zona de las cuevas. "Ya me han dicho en varias ocasiones eso de... 'la semana que viene podréis volver', pero nunca ha pasado. Estoy viviendo con mi mujer y tres niños en una casa prestada que no tiene ni agua", explica Juan Andrés. Y como su historia, otras tantas más.

A todos ellos se les ofreció la posibilidad de reubicarse en el Albergue Juvenil de El Zapillo y el Centro Municipal de Acogida. Sin embargo, una buena parte de los vecinos que fueron ubicados en este último (en total una veintena) lo abandonaron al día siguiente. Casi todos ponen el mismo motivo: "No es ambiente para los niños y ni las sábanas estaban limpias. Yo volví al barrio y me metí en la casa de mi madre, donde somos más de diez", explica Juan Antonio Santiago, uno de los afectados por el derrumbe.

Deben pedir permiso a la Policía Local (presente en la zona) cada vez que entran en sus casas

En resumen, los vecinos sentencian que las obras tardan demasiado, que se les ha prometido regreso cercano en varias ocasiones y no se ha cumplido y la mayoría de los que fueron al Centro Municipal de Acogida durmiendo solo la primera noche debido a las condiciones en las que este se encuentra.

La situación de Toufik Mazzouz va aún más lejos. Es padre de tres niños, dos de ellos en edad escolar, mientras que la más pequeña acude a la guardería. Él fue enviado (porque aceptó), junto a su familia, al Albergue Inturjoven situado en el barrio de El Zapillo. Allí sigue, pero le resultaba imposible conciliar la vida familiar con el trabajo. Residir en El Zapillo supone tener que realizar varios desplazamientos en autobús sin tiempo material (para acudir al trabajo y llevar a sus hijos a la escuela). Así que durante este tiempo ha tenido que enviar a Marruecos a una de sus hijas para que sus familiares.

Los vecinos desalojados no pueden entrar en sus viviendas. Al menos, no deben hacerlo sin el consentimiento de la Policía Local, cuerpo al que se le dio orden de permanecer en la zona casi de forma continua para autorizar la entrada de los propietarios cuando estos la demandaran y no hubiera nada que lo impidiera. Cuando los agentes no se encuentran junto a las viviendas, las familias desalojadas contactan con ellos mediante llamada telefónica y estos dan (o no) el visto bueno. En principio, pueden entrar en ocasiones contadas y el menor tiempo posible. Pero claro, son poseedores de las llaves y pueden hacer uso de ellas en cualquier momento.

Fuentes consultadas por Diario de Almería sostienen que ha habido añadidos extras al estudio y arreglo del desprendimiento de las Cuevas de Las Palomas. La ladera se encuentra más debilitada debido a la mano del hombre, pues esta es una zona en la que, como su propio nombre indica, existen cavidades en las que desde hace siglos se han guardado a palomas de competición y otros animales como perros y gallos, pero, en sus faldas, han vivido decenas de familias a pesar de que en la actualidad solo quedan tres residiendo en cuevas. Es el caso de la de Juan Antonio Santiago, que durante estos días hace noche en la casa de su madre junto a otras diez personas más. Su cueva tiene justo encima una roca de grandes dimensiones que provoca la mayor parte del miedo del barrio. Se desprendió y existe riesgo de que siga su curso hacia abajo causando destrozos en las viviendas que han sido desalojadas. Su caída no afectaría a la estabilidad de las cuevas-vivienda, pero podría causar daño a sus inquilinos en caso de encontrarse en las inmediaciones. De ahí que estos también hayan sido reubicados durante el tiempo en que se estabiliza la ladera. En la misma situación se encuentra Soledad Fenoy. Ha tenido que 'refugiarse' en la casa de una prima donde comparte estancias con su marido y su madre, además de seis pequeños, su madres y la abuela de estos. "Algunos de los críos duermen en el sofá. La situación es ya insostenible". Ella fue una de las que durmió la primera noche en el Centro Municipal de Acogida y no regresó alegando que no se encuentra en las condiciones adecuadas "por higiene y ambiente".

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