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La nieve 'perdona' a Los Filabres

  • El frío hace agonizar las plagas que amenazaban a los pinares

  • La procesionaria pasa a ser un problema secundario

  • Toca arreglar desperfectos causados en caminos y los propios pinos

La amenaza del cambio climático es una realidad para la provincia de Almería. Los efectos ya son evidentes. La falta de agua de los últimos años, el aumento de las temperaturas y, como consecuencia, la aparición de plagas, dañaron a los ejemplares, creando extensa zonas de pinos marrones en lugar de verdes. Algunos de ellos, debido al cúmulo de todas estas circunstancias, agonizaban. Y esto se venía dando con especial incidencia en la Sierra de los Filabres, el pulmón verde de la provincia almeriense.

Y aunque la Junta de Andalucía ya tenía previsto un estudio para determinar cuáles eran los efectos, la solución ha llegado a través de la nieve. El frío ha dañado a la temida procesionaria hasta el punto de hacerle desaparecer prácticamente de gran parte de la Sierra de Los Filabres y su entorno. Y es que, este insecto ha alargado su ciclo de vida en la provincia debido a la calidez que están ganando determinadas fases del año que antes eran más frías en la provincia.

El daño característico que la procesionaria produce es la defoliación que generalmente no mata al árbol, pero sí lo puede debilitar en gran medida facilitando así el ataque por parte de otros enemigos. Si se erradica la plaga a tiempo, el árbol se ira regenerando con el paso del tiempo.

En la actualidad se deben desarrollar trabajos de mantenimiento debido a los daños que ha provocado la nieve en la propia flores. Caídas de ramas, dificultades en caminos y problemas generales en los propios pinos.

La Sierra de los Filabres, que constituye el principal macizo montañoso de Almería, fue repoblada en los años 50 y 60. Pero el pino laricio, el que históricamente fue ejemplo de su vegetación, no se utilizó, y en su lugar se dio paso al pinus sylvestris, del que no existe evidencias históricas de su existencia natural en las zonas calizas de la sierra. Investigadores de la Universidad de Córdoba relacionan la mortandad en dos especies de pino (silvestri y nigra) en Almería con el cambio climático y la reducción de la disponibilidad hídrica en masas artificiales.

En términos generales, en el área oriental de Andalucía, y más particularmente en sierras de Almería o Granada, el pino negral, en concreto, fue implantado en altitudes intermedias (800 - 1.750 m), situado por encima del pino carrasco y por debajo del pino silvestre (Pinus sylvestris). También se tuvieron en cuenta los datos climáticos (precipitaciones y temperaturas) de la serie histórica que se disponía en el momento, correspondiente a los años 1940-1970.

Las repoblaciones fueron realizadas con una densidad elevada (por encima de 2.000 pies/ha). El desarrollo inicial fue exitoso, si bien con el paso del tiempo se han puesto de manifiesto situaciones de desequilibrio puntual achacables a factores como la competencia por alta densidad, la incidencia de agentes biológicos nocivos, la falta de adaptación de las especies de pinos en algunas de las localidades o los efectos de episodios de sequía prolongada en el tiempo. Estos desequilibrios no son exclusivos de esta área, de hecho en distintas partes del mundo se han identificado fenómenos de decaimiento forestal que está siendo objeto de la atención científica, con frecuencia enmarcados en los efectos del cambio climático.

Investigadores de la Universidad de Córdoba han puesto la lupa sobre la Sierra de los Filabres en las últimas fechas. Relacionan la mortandad en dos especies de pino en Almería con el cambio climático y la reducción de la disponibilidad hídrica en masas artificiales. Para comprobar cómo de veloz está afectando el incremento de temperaturas y el descenso de precipitaciones a las masas forestales.

Ser el lugar más meridional del continente en la distribución natural de ambas especies supone también que es un punto clave en la incidencia del cambio climático y su oleada de aridez. "La primera línea de batalla", lo define Navarro. A partir de mediciones en los anillos de los árboles y otras técnicas, los científicos identificaron el comportamiento de estas coníferas en periodos de sequía importante. En el interior de los troncos se conservaban, como tatuajes, los efectos de la ausencia de lluvias de 1994 y 1995, 1999 y 2005. Cuando faltaba el agua, la competencia entre los individuos era feroz por el recurso más limitante, el agua. Todos iniciaban una pugna por este recurso fundamental. Como consecuencia de la falta de agua y de la lucha por el recurso, los árboles decaían y morían. Los estudios han sido publicados en la revista científica Frontiers in Plant Science.

"En estos casos, es más recomendable realizar un control de la espesura del bosque", explica el experto. La espesura mide la distribución de los árboles en un espacio determinado. Un mayor número de ejemplares da como resultado un bosque con mayor competencia entre los árboles. Dado que los recursos hídricos se van a reducir por efecto del cambio global, los árboles se verán más obligados a competir por ellos, lo que les afecta en conjunto. "Más que un ejército de árboles, como son planteados ahora los bosques, en estos casos necesitaremos crear comandos de árboles", resume el investigador principal. Entre las propuestas para una silvicultura adaptativa, Navarro sugiere organizar revisiones y planes de actuación cada decenio, realizar evaluaciones tempranas de los bosques para ver si se está produciendo la mortalidad de sus componentes y otras medidas de carácter preventivo. "El bosque ya ha perdido el punto de equilibrio que se suponía con la silvicultura convencional, por lo que es necesario adaptar la gestión de estos recursos forestales a una situación dinámica", resume. De manera mayoritaria en España, esta labor recae fundamentalmente en manos de la Administración.

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