Almería

El obispo de Almería y la guerra de Marruecos (II)

  • Carta pastoral. Escrita el 13 de noviembre de 1859 sobre la Guerra de Marruecos (1859-60) exhorta a no complacerse en el castigo, desterrar la codicia y la crueldad

El obispo de Almería don Anacleto Meoro Sánchez es consciente de su condición pastoral y en su carta del 13 de noviembre de 1859 sobre la Guerra de Marruecos (1859-60) exhorta a no complacerse en el castigo, desterrar la codicia y la crueldad.

Reconoce que se ha dejado llevar por el patriotismo "superando a nuestra edad" (efectivamente tenía 81 años, una edad excepcional para la época), pero no se ha olvidado de los aspectos estrictamente espirituales y de la oración, a lo cual "somos obligados como obispo, debemos pues haceros observar que no basta el ardor y el entusiasmo, si estos efectos no son encaminados a Dios". Dispone se hagan rogativas públicas en la catedral, conventos, iglesia de Santo Domingo, y parroquias y que "al final se canten las letanías y preces tempore belli".

Los párrocos se pondrán de acuerdo con los respectivos ayuntamientos, anunciarán al pueblo las rogativas y leerán esta carta pastoral en la misa más concurrida del primer día festivo posterior a su recepción.

Recomendaba a los párrocos: "procuren conducir en procesión al santo patrono del pueblo, para interesarlo en nuestro favor, a fin de que, multiplicados los intercesores, se digne Dios concedernos la victoria que pedimos y la paz cristiana que deseamos" .

Termina comunicando a los fieles: "para que nuestras súplicas sean más aceptas, confiamos que trataréis de poneros en gracia, recibiendo los Santos Sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía, por los que ganaréis además 40 días de indulgencia, que os concedemos, lo mismo que por la asistencia a cada una de las rogativas", y finalmente invocando la paz.

Presidios y plazas fortificadas conllevan la realización de un tipo de guerra ya olvidado en Europa, sus soldados se diferencian netamente de los del resto del ejército español.

Las murallas y todo lo relacionado con la defensa de Orán, Melilla y Ceuta ponen de manifiesto que en el siglo XVIII al Norte de África habían llegado los nuevos conocimientos y sistemas poliorcéticos (arte de defender y atacar las plazas fuertes) de los ilustrados. Sin embargo, no fue posible establecer los innovadores planes de combate. Asedios, "rebatos" y "cabalgadas" recuerdan la Edad Media.

Los intentos de realizar una guerra moderna en el espacio de los presidios y plazas fortificadas se saldan en 1732 con la muerte en combate del marqués de Santa Cruz del Mercenado, y 1.500 soldados en las proximidades de Orán, en una batalla convencional en campo abierto.

En 1732, pasados más de dos siglos, en el Norte de África seguía vigente lo aconsejado en 1509 por Fernán Pérez de Guzmán a Pedro Navarro, cuando estaba a punto de embarcarse para Orán: los musulmanes son astutos y diligentes en la guerra, conocen los tiempos y lugares para establecer guardias, escuchas, atalayas, atajos más seguros y que descubran el máximo; "tienen conocimiento de los polvos, si son de gente de pie y cual de caballo, o de ganado y cual es torbellino, y cual humo de carboneros y cual ahumada, y la diferencia que hay de almena a la candela de los ganaderos"; conocen las características de los rebatos; "saben tomar rastro y conocen de que gente y a cual seguir, tentarán pasos y vados y dañarlos y adobarlos, según fuere menester"; reconocen perfectamente el terreno y evalúan sus posibilidades tanto para ellos como para sus enemigos.

En verdad los argumentos de Fernán Pérez de Guzmán son una ofrenda a cierto modo de hacer la guerra en el Magreb, y cuya vigencia, con más o menos matizaciones, pasaría de los cuatro siglos, tiempo en el que los españoles tratarían de superarlos, con sangrientos fracasos, pero también con éxitos, tanto en unos como en otros quedó patente el heroísmo de los soldados españoles.

Declarada la guerra el 22 de octubre de 1859, los efectivos militares se concentraron en Andalucía, dispuestos para atravesar el Estrecho. Las circunstancias hicieron que, en contra de lo planificado, todos los contingentes se reunieron en Ceuta, para iniciar la marcha terrestre, hacia Tetuán, el primer día del año 1860.

El ejército español chocó con el enemigo en Los Castillejos, la victoria le permitió proseguir hasta el valle de Tetuán, el triunfo (4 de febrero de 1860) abrió las puertas de la ciudad a los españoles, el sultán pidió una tregua para negociar la paz. Al fracasar las negociaciones las fuerzas expedicionarias prosiguieron el avance hacia Tánger. La batalla de Wad-Ras (23 de marzo de 1860) decidió la campaña, el sultán acabó aceptando las condiciones de España.

La declaración de guerra y el desarrollo de la misma contó con el apoyo del pueblo, fomentado por la prensa y otros medios, como la carta pastoral del obispo de Almería. Se comisionó al periodista y escritor Pedro Antonio de Alarcón, al pintor Mariano Fortuny, y al historiador Emilio Lafuente Alcántara, que cumplieron muy satisfactoriamente con la misión encargada, magistralmente reflejada en sus obras.

El respaldo popular con la victoria se convirtió en una explosión de júbilo. Los desfiles militares se simultanearon con representaciones teatrales sobre el hecho bélico, incluso a los pocos días de su finalización, en los ámbitos literarios se organizaron actos públicos plenos de patriotismo y fervor religioso.

«Un soldado voluntario, la toma de Tetuán», de Juan Landa, se estrenó en el Teatro Circo de Barcelona el 25 de febrero de 1860. En la dedicatoria, "a la brillante juventud estudiosa barcelonesa", dice: "Mis amigos, al contemplar el inmenso entusiasmo con que fue recibida por vosotros la noticia de que el pendón de Castilla flameaba victorioso sobre los muros de la árabe ciudad, palpitó de alegría mi corazón, viendo la activa parte que tomaban en el general regocijo, los que un día están destinados a formar el orgullo de la Patria".

«La toma de Tetuán», de Antonio Enrique de Zafra, se estrenó en el Teatro Villanueva de La Habana (Cuba) el 8 de marzo de 1860. En su dedicatoria al capitán general Francisco Serrano y Domínguez, conde de San Antonio, se afirma: "Esta sencilla composición ha sido inspirada por el triunfo de la religión y de la patria".

Indudablemente del patriotismo, pero también, más o menos explícitamente, de las esperanzas mesiánicas y espíritu de cruzada participaba no solamente el anciano obispo de Almería don Anacleto Meoro Sánchez, que participaría y asistiría complacido a los actos públicos de la más diversa índole celebrados en la ciudad con motivo del final victorioso de la Guerra de Marruecos.

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