Monseñor Ocaña

El sacerdote pionero, fundador y opositor de Venezuela que se crió en Las Juntas de Abla

  • Ha creado cuatro asilos para ancianos, escuelas para niños y centros donde atiende a personas con cáncer y alzheimer

  • Recibió amenazas del régimen de Maduro

  • Da misa diaria en Doña María pero regresará América

El sacerdote pionero, fundador y opositor de Venezuela que se crió en Las Juntas de AblaMonseñor Ocaña

El sacerdote pionero, fundador y opositor de Venezuela que se crió en Las Juntas de AblaMonseñor Ocaña

José Ocaña García viajó a Venezuela en la bodega de un barco. Era 1958 y tenía 27 años. Se acababa de ordenar sacerdote y no disponía de recursos económicos para más. A las pocas horas, pensó en tirar la toalla. El cuerpo no le permitía seguir el trayecto y la ruta era de 8.000 kilómetros (12 días). Así que tuvo que pedir ayuda a la tripulación. Estos no solo lo acogieron en una habitación decente -un camarote de primera-, al tener conocimiento de que era sacerdote y viajaba a Sudamérica como misionero, le propusieron celebrar la eucaristía a mitad del itinerario. Su presencia vistió de catolicismo la ruta. Ahora, en Venezuela, José García Ocaña es Monseñor, Prelado de Honor de su Santidad (nombrado por Juan Pablo II) y Coronel (A) de la Guardia Nacional Bolivariana.

Su historia, dentro del estado de Zulia, se escribe al tiempo de los drásticos cambios sociales, económicos y políticos de un país que pasó de a ingresar cantidades ingentes de dinero gracias al petróleo (dentro de un socialismo templado) a alimentar a su población a base una bolsa de comida quincenalmente -que también ha tenido que recoger en alguna ocasión José Ocaña-, un evangelizador incansable que a sus 86 años no piensa en la jubilación y en las últimas fechas ha recibido amenazas del gobierno de Maduro, contra el que se ha pronunciado. El Vaticano ya apoya las críticas de la iglesia en Venezuela y esto trae consigo sumas amenazas a sacerdotes, incluido José, que considera insostenible el momento por el que pasa su país de adopción. "Faltan medicinas, comida... de todo", argumenta.

Su vida ha estado plagada de momentos contrapuestos. El júbilo de su profesión choca de frente con la pasión de estar rodeado de cientos de historias trágicas, ya que ha dedicado toda una vida a las obras sociales. Sin embargo, es un hombre alegre en el que prima el carácter risueño en gran parte de su conversación.

Tras seis décadas en América, este almeriense nacido en Las Juntas (Abla) ha vuelto durante unas semanas a su tierra y está ejerciendo como sacerdote en el núcleo de Doña María (Las Tres Villas), que de tener una misa cada dos fines de semana, disfruta de una eucaristía diaria. Los vecinos, lógicamente, se sienten dichosos y ya le han pedido que no regrese a Venezuela. Pero, si su salud se lo permite, volverá en el mes de junio para seguir atendiendo su parroquia y la fundación de ayuda a personas con cáncer y alzheimer que gestiona. Nada más regresar a Almería pidió permiso al sacerdote que tiene asignada las parroquias de la zona para dar misa. "No podía estar parado y hago eucaristías de dos o tres horas", narra. Durante estos días, en apenas unos kilómetros cuadrados tiene a parte de su familia, todos ellos, lógicamente, de generaciones más tardías. Con ellos y con el resto de vecinos está compartiendo momentos coloristas, rebrotan recuerdos pasados e incluso saborea esa gastronomía que tanto echa de menos en Venezuela.

Y es que, aunque José Ocaña ha visitado España en diversas ocasiones desde su marcha, apenas ha tenido tiempo para demasiado, pues han sido los motivos de salud los que le obligaron a realizar el viaje. Nació en la barriada de las Juntas (Abla) el 26 de mayo de 1931. Con 9 años ya tenía claro que quería ser sacerdote. El primero en enterarse fue su maestro y, a la vez, alcalde de Abla: "Un día cuando terminó la clase, él se iba a pie desde La Venta y le dije 'maestro, yo quiero ser cura. El no me dijo nada. Fue en el año 40'".

Su historia como religioso está unida a la de su familia, que fue quien le inculcó los valores católicos e, indudablemente, a la de su hermano Antero, cura de la parroquia de Doña María durante dos etapas distintas. Él se fue primero a Venezuela como misionero. Después invitó a su hermano. José aceptó. Tras cinco años de latín, tres de filosofía y cuatro de teología, repartidos entre el seminario de Guadix y la Cartuja de Granada, en 1958 se ordenó como sacerdote, ya en la diócesis de Almería, bajo el obispado de Rafael Álvarez. Ese mismo año cantó misa en la localidad de Abla y fue destinado a Ciudad Jardín. Meses después llegaba a La Guaida. Cruzaba el charco. Allí lo esperaban su hermano Antero y su tía Rosalía. "Lo primero que hice fue salir a comprar un cartón de leche. Me dio hasta vergüenza porque eso no era algo que se estilaba en España. Allí me cambió la mentalidad totalmente". Su primera iglesia fue la de San Timoteo. "Me recibieron con cohetes. Me llamaron el padre progresista por crear una escuela para niños en la iglesia. Le pedí ayuda a la petrolera Shell para hacerla. Me dieron los materiales y yo pagué la mano de obra". José Ocaña reunió a 30 jóvenes y cada mañana los recogía casa por casa en la camioneta que compró para ello. Esa fue su primera obra en Venezuela. Antes, aquellos niños no tenían posibilidad de ir al colegio.

El obispo puso los ojos en él y lo cambió a la parroquia de Menegrande, una gran ciudad petrolera. Fue nombrado párroco de la Catedral de Cabimas. Le seguía acompañando su tía Rosalía mientras Antero regresaba a España. "Allí vi que había muchos ancianos abandonados en la calle. Entonces pensé que era necesario hacer un asilo. Alquilé un club por 50 bolívares mensuales que me ayudó a pagar la Cofradía del Corazón de Jesús", narra. "Entraron mayores con lepra, con cáncer, ciegos, sordomudos... y todos juntos". Aquello se le quedó pequeño y el alcalde le concedió un terreno y crearon un gran asilo para una treintena de personas. fue el primero de sus cuatro asiles. Entonces, el obispo le propuso ser capellán de la Guardia Nacional (el ejército), al mismo tiempo que gestionaba el asilo de ancianos. "Me pidieron asimilarme para ser oficial. Fui a hacer un curso de seis meses a Caracas. Salí graduado de Teniente". Ahora, José Ocaña es Coronel (A) de la Guardia Nacional Bolivariana. En su momento compartió mesa y mantel con el mismo Hugo Chaves. "En la Guardia Nacional daba misa, charlas e iba a todas las operaciones de guerra". Una vez que era oficial, le propusieron crear una parroquia nueva, la de la Virgen del Valle en Nueva Cabimas. "No tenía ni casa parroquial, solo la iglesia, le faltaba todo lo demás. La primera campana que se fundió en Venezuela fue para esa parroquia", agrega.

Su parroquia actual, de la que es sacerdote desde hace 25 años, es San Juan Bautista de la Rosa Vieja. "El obispo no me quiere cambiar. Me ha dicho que me jubile cuando quiera. Y lo tenía que haber hecho hace 10 años".

Fue entonces cuando conoció a Neri Mercedes Blanco. Monja procedente de Caracas que vio en José Ocaña la "horma de su zapato" y que desde entonces le acompaña en su actividad de ayuda a los más necesitados. Neri había trabajado en obras sociales de la iglesia durante toda su vida y quería seguir dedicándose a ello a tiempo completo. Junto al sacerdote de orígenes almerienses crearon un centro de ayuda a personas con síndrome de down, una escuela taller para formar profesionalmente a jóvenes que no se han formado académicamente y la Fundación Casa Hogar Madre María de San José, donde conviven personas con alzheimer y cáncer, refundada en 2010 tras haber desaparecido casi totalmente debido a unas graves inundaciones en la zona.

En la actualidad, José Ocaña duda si permanecer en Venezuela es lo correcto. Entiende que Maduro ha endurecido el régimen y ha sido uno de los primeros sacerdotes en alzar la voz. Admite haber recibido amenazas. De hecho, no ha sido el único. En las últimas fechas, parte de la Iglesia está siendo crítica con el gobierno de Maduro y si durante mucho tiempo estuvo callada, ahora es una más en las protestas.

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