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Ya queda otro mal trago menos (2-0)

  • La permanencia se acaricia con la yema de los dedos gracias al triunfo en un partido típico de necesitados, que lo finiquita el de siempre, 'Quiquegol'. Presión a los rivales directos, de sus resultados dependen las matemáticas

Las lágrimas y los sollozos del Mirandés muestran a las bravas lo duro que es el descenso de categoría. Para la estabilidad de un club, es más importante una permanencia en la Liga de Fútbol Profesional que un ascenso a Primera División, aunque está claro que éste vende e ilusiona más. Parece, sólo parece, que el Almería está cerca de salvar por segunda vez consecutiva la guadaña de la Segunda B, aunque ésta sigue todavía afilada y presta a llevarse contigo a quien no termine de hacer sus deberes.

La victoria de ayer ante el primer descendido de la temporada, es un soplo de aire fresco muy necesario. A más de uno le entraron ganas de coger la calculadora y ponerse a hacer cuentas de cara a las dos últimas jornadas. Y es que el Almería depende de sí mismo para mantenerse, pero quizás todo sea más fácil de lo esperado. O más complicado que ganar simplemente a un Reus de vacaciones en la última jornada. No se sabe, depende de lo que pase en el día de hoy en varios campos de España. Si no tienen suficiente con el sufrimiento con el que les brinda el Almería, engánchense a la televisión y vayan viendo al Mallorca y cía. Pero si no les va el sadomasoquismo, mejor lean con tranquilidad y con una buena tostada en la mano las páginas de este periódico en la mañana del lunes. Lo más importante es que los rojiblancos han pasado la presión a sus rivales directos, muchos de los cuales se enfrentan entre ellos. Toca tener paciencia y sentarse a ver cómo se despedazan entre ellos.

Todo gracias a una victoria sin brillo, pero con oficio. Vamos, lo que es la categoría de plata, sobre todo en estas últimas jornadas. Gana el más perro, el que defiende mejor y no falla ante la meta contraria. Bueno, esta segunda premisa no la cumplió el Almería a pies juntillas, pero el Mirandés ya se había abandonado a su suerte y no tuvo ocasión ni para hacer bueno ese dicho tan futbolero que a todo el mundo se le pasó ayer por la mente: el que perdona...

Por fortuna no fue así. El Almería sólo sufrió los primeros minutos del duelo, luego fue una cascada de ocasiones en los que hubo más nerviosismo por la situación clasificatoria que por la claridad de oportunidades del Mirandés. El sufrimiento, entre comillas, se debió a la típico comienzo sin intensidad de los rojiblancos. El rival presionó con timidez y se hizo con facilidad con el balón y con el centro del campo. El Almería perdía y corría, la afición se impacientaba porque tenía demasiado fresco el recuerdo de Mallorca.

Y así transcurrían las cosas, con nerviosismo que miedo real, hasta que le cayó la primera a Quique.

Previamente los rojiblancos habían avisado con varias contras mal conducidas, hasta que un magnífico pase al desmarque de Puertas se convierte en un balón aéreo en mitad del área, que brillaba en las retinas de los ojos de Quique. Ni corto ni perezoso, se jugó la chilena y se salió a las mil maravillas. Golazo para aferrarse a la permanencia y terminar de destrozar la escasa moral visitante.

A partir de ahí, todo fue coser y cantar. Ciertamente desafinado, pero se terminó cantando por bulerías mediada la segunda parte. Pozo y Puertas habían tenido la sentencia, pero con toda la portería para ellos, no fueron capaces de dar la tranquilidad. Tuvo que ser de nuevo el vallisoletano, después de una contra bien llevada gracias al esprint descomunal de Nano, el que hiciera el segundo y quitase el nudo de la garganta a los más de siete mil fieles que ayer sudaran tinta china desde su asiento. Ya queda un mal trago menos, confiemos que el último sea dulce y con cava de Laujar.

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