Andalucía

Como alumnado revuelto en actividad extraescolar

  • Parlamentarios y dirigentes políticos participan en un ambiente distendido en la ceremonia en las Cinco Llagas

Lo que más le gusta a los niños del colegio son los días de excursión. No hay examen, no se imparte materia y los profesores no les reprenden su guirigay. Para los dirigentes políticos la celebración del 28-F puede tener eso: un aire de excursión. Como una actividad extra. No hay debates, se aparcan los rifirrafes y sus palabras no se analizan milimétricamente porque no van a tener réplica. Llegan con el discurso aprendido desde casa, es el mismo de cada año. Apenas le han hecho cambios. No hay control para sus señorías la mañana en la que se celebra el Día de Andalucía, en la que acuden al Parlamento en calidad de libre oyentes.

Como un alumnado revuelto un día especial los parlamentarios e invitados llegaron ayer bien temprano al antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Tal día como ayer cumplió un cuarto de siglo como sede del Parlamento. Lo distendido de la jornada y un tímido sol, que irrumpió con fuerza durante la izada de bandera, propició las charlas incesantes entre políticos que en otro contexto transmiten diferencias casi irreconciliables.

Durante el discurso del presidente de la Cámara había quien prefería concentrarse en el móvil

Populares y socialistas se dieron la mano con la llegada de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que apareció en los exteriores del Parlamento con Juan Ignacio Zoido, ministro del Interior, y Antonio Sanz, delegado del Gobierno en Andalucía. Los dos, que parecían haberse llamado por teléfono la noche antes para que su indumentaria combinase para la foto, hablaron durante un rato con la presidenta, como los amigos que se encuentran y quedan para una cerveza, tras cumplir con las celebraciones de rigor del primer día de cuaresma. Hoy es Miércoles de Ceniza. Empieza en Andalucía un tiempo muy especial.

Ellos, con corbata verde, un guiño a los símbolos andaluces, ella de blanco inmaculado -como acostumbra cuando no hace gala del colorado socialista- y negro, quién sabe si su último uniforme como jefa del Ejecutivo antes de dar el salto definitivo a la política nacional. Toda una musa de la moda parlamentaria, con un estilismo copiado por compañeras como Rosa Aguilar, consejera de Cultura; María José Sánchez Rubio, consejera de Igualdad; y Mar Moreno, ex presidenta de la Cámara. Porque donde hay patrón, no manda marinero. Además de marcar tendencia, también tuvo tiempo para saludar al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, al que con una palmadita en el pecho instó a colocarse en las filas para contemplar el alzamiento de la verde, blanca y verde.

Con puntualidad británica, la Banda Municipal de Sevilla entonó los acordes del himno de Andalucía y, como pasa en los mejores colegios, cada cual hizo su libre interpretación. Miradas serias al frente -tipo Sergio Ramos cuando oye el de España con la selección-, discretos tarareos y brazos entrelazados como la más cándida de las criaturas. Finalizado el himno e izada la bandera, diputados e invitados entraron con parsimonia al salón de plenos.

Dentro se formaron corrillos en los que lo mismo daba hablar del derbi sevillano del pasado sábado que se oía a alguna conocida socialista exclamar al más puro estilo castizo: "Te me has perdido, niño, y te estoy buscando". Para cortar el jaleo y el revuelo en un salón de plenos en el que no había nada que debatir, el presidente del Parlamento, Juan Pablo Durán, tuvo que invitar a los asistentes a ocupar sus escaños. Tenía que dar su discurso y el tiempo era un factor a tener en cuenta si quería terminar en hora para que sus revoltosos alumnos estuvieran a su hora en el Teatro de la Maestranza para la entrega de las Medallas de Andalucía.

Su discurso, en el que hacía mención a los 35 años de la Cámara y que tampoco debía distar mucho del que se diera por aquel entonces, no logró captar la atención de los asistentes. Mientras algunos populares recurrían a los grupos de Whatsapp y al intercambio de fotografías para entretenerse durante la locución, otros parlamentarios eran incapaces de levantar la vista al frente. Tal vez meditaban sobre su indumentaria, que se alejaba de la del resto de asistentes. O quizás se reafirmaban en su estilismo, porque, aunque fuera como una excursión, al Parlamento se va a trabajar y como mejor se hace es ataviado con una indumentaria cómoda y funcional.

Tras algún tímido bostezo y alguna que otra disimulada conversación con tono más elevado de la cuenta, Durán dio por finalizado el pleno y, con la misma premura con la que los feligreses abandonan las iglesias los domingos tras el "podéis ir en paz", parlamentarios y representantes públicos se levantaron de sus asientos, aunque todavía les quedaba una última parada: el Teatro de la Maestranza. El pleno del Parlamento hacía tiempo que no acogía tanto júbilo concentrado. Sin examen y de celebración.

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