Crónicas desde la ciudad

Francisco Villaespesa Letras flamencas (III)

  • El Flamenco nació en Andalucía, Villaespesa también. En su vasta obra poética nos encontraremos por tanto con numerosas letras para ser cantadas. Los títulos "Carmen" y "Andalucía" serían su paradigma

TIEMPO atrás, con ocasión de una charla sobre la Saeta en el Colegio "Cruz de Caravaca", un alumno de ocho o diez años me puso a cavilar con una reflexión impropia de un chaval de su edad. Entonces, preguntó, qué es más importante: ¿la música o la letra?, ¿lo que expresa la saeta o que el saetero lo haga bien o mal? Las dos -se me ocurrió contestarle- van firmemente unidas y sin que una deba prevalecer sobre la otra. Aunque no siempre fue así, caso de cantaores antiguos que valoraban casi en exclusiva el quejío, el duende, la voz afillá o limpia en detrimento del verso asonantado y del sentido real de determinadas palabras del repertorio interpretado. Un ejemplo lo tenemos en la seguiriya clásica recogida por Demófilo: "Nadie se arrime a mi cama / que estoy etico (sic) de pena, / y el que de mi mal se muere / hasta la ropita le quema". Pues bien, los consultados ignoraban que hético (con hache y tilde) es sinónimo de tísico o tuberculoso. De ahí que la ropa se "queme" a causa de la fiebre.

Músicas, versos, voz

Para adentrarnos en la rima castiza, andaluza y/o jondas de Francisco Villaespesa es obligado viajar a los orígenes, al punto de partida. Sería de necios exhibir una partida de nacimiento del Flamenco, sencillamente porque tal acta no existe. Hasta que los diferentes estilos del frondoso árbol no fueron definidos por artistas profesionales con capacidad para cincelarlos en genuinas joyas de un Arte declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, sufrieron un continuo proceso evolutivo desde sabe dios cuando; nutriéndose y retroalimentando del magma musical y poético vigente o heredado de distintas épocas, culturas, razas, continentes, modas y costumbres que el etnógrafo se esfuerza en desentrañar. La tradición llegó a nuestros días, por rendir culto al tópico, "desde la noche de los tiempos". Lo del grito ancestral, telúrico o soníos negros no deja de ser en cambio un argumento endeble y sesgado de los que aún proclaman la supremacía cantaora de unos sobre otros. En concreto, del gitano respecto al castellano o payo como sostenía Antonio Mairena y Ricardo Molina en "Mundo y formas del Cante Flamenco", enunciado felizmente superado por la investigación de los últimos años; por el contrario, hay que aplaudirles su equilibrio en el tratamiento del corpus literario.

De cualquier manera, el grito "pelado" es solo un sonido gutural ininteligible sin validez en la comunicación oral. Más fiable resulta la hipótesis de que el movimiento precedió al verbo, con la melodía y rima en beneficio de la expresión corporal. Así ocurre en los textos costumbristas (1837,1841) de Estébanez Calderón "El Solitario", Asamblea General y Un baile en Triana, en los que El Planeta y El Fillo, entre otros macarenos y gentes del bronce, cantan para el lucimiento al baile de La Perla y El Jerezano; escuchándose los romances del Conde Sol y Gerineldos y el continuo jalear de polos, seguidillas y caleseras de raíz popular y "culta":

Toma niña esta naranja,

que la cogí de mi huerto:

no la partas con cuchillo

que va mi corazón dentro

Hermosa deidad, no llores,

de mi amor no tomes quejas,

que es propio de las abejas

picar donde encuentra flores

Cancioneros

Esta diferenciación, lo popular versus cultismo, entre versos anónimos o de autor conocido, sería la primera división a considerar; aunque también las anónimas tuvieron en su gestación paternidad reconocida. Lo que ocurre es que como acertadamente apuntó Antonio Machado, "hasta que el pueblo las canta las Coplas, Coplas no son, y cuando el pueblo las canta adivina quien es su autor". Un caso llamativo de etiquetado "popular" es la cuarteta escrita en el exilio por la almeriense María Enciso: "Pa cantar un fandanguillo / que de pena o alegría, / es preciso haber nacío / en un barrio de Almería". Y sensu contrario, de aprobación indebida (Bazán, Rafael Farina, Algarra) del antiquísimo fandango: "Almería quien te viera / y tus calles paseara / y a Santo Domingo fuera / a oír la misa del alba".

En un alicorto índice por exigencias de espacio, debemos citar a Manuel Balmaseda (Sevilla, 1881): "Primer cancionero de coplas flamencas populares según el estilo de Andalucía, comprensivo de polos, peteneras, cantos de soledades (vulgo soleares) y playeras o seguidillas gitanas". Balmaseda era un obrero de Ferrocarriles prácticamente analfabeto, hasta el punto de que los versos que componía se los dictaba a un amigo para que este los anotase. Su temática fue esencialmente dramática:

"Me dijo llorando / antes de morir / como me lleves al hospitalito, / no voy a salí".

También de 1881 es "Die Cantes Flamencos", de Hugo Schuchardt, publicado en la "Revista de filología románica". A diferencia de los viajeros románticos en busca del tipismo andaluz (toros, flamenco, gitanos), el alemán residió en Sevilla realizando estudios lingüísticos y de sus formas métricas. Emilio Lafuente Alcántara es el autor de "Cancionero Popular" (1865) en el que recopila 4.446 coplas. A nosotros nos interesa en particular la que por primera vez, que yo conozca, liga a Almería -a la sierra de Berja- con el sector productivo de la Minería. Su hermano Antonio era por entonces gobernador de la Provincia y es lógico pensar que fuese el informante:

Bendita Virgen de Gádor

que estás al pie de la Sierra,

reza por los minericos

que están debajo de tierra

Igualmente de finales del XIX es un ejemplar curioso por su enunciado: "Novísimo cancionero erótico, sentimental y flamenco"; editado (Sevilla, 1887) por Juan M. Villén. Vean una jocosa coplilla de muestra:

"Encaramada en la higuera / cogiendo brevas te ví, / y alcancé a ver otros higos / que reservo para mí".

En1883 se publica el voluminoso "Cantos populares españoles", recogidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodríguez Marín: abogado, poeta, académico y riguroso investigador de la literatura tradicional española escrita para ser cantada o declamada.

Sin desmerecer a los anteriores, la figura de D. Antonio Machado Álvarez "Demófilo" (padre de Manuel y Antonio) resultó determinante en el estudio del flamenco que nos ocupa. Profesor en la Universidad de Sevilla (compañero y colaborador de D. Federico de Castro, otro almeriense ignorado por sus paisanos) y pionero en la divulgación del Folk-Clore, disciplina antropológica anglosajona desconocida en España. Su "Colección de Cantes Flamencos" (Sevilla, 1881) es todo un clásico. Y ello pese a determinados errores conceptuales en los que no podemos extendernos: castrante limitación del tópico triángulo geográfico cantao: Cádiz (y cuatro pueblos más), Jerez y Sevilla; insuficiente nómina de intérpretes, profesionales o aficionados; y limitación de variantes, aunque generosísimo en el número de coplas: soleares (399), soleariyas (71), seguiriyas gitanas (177), polos y cañas (16), martinetes (49), tonás y livianas (16), deblas (9), serranas (8) y peteneras (23).

Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea

sus libros y medita… Pasea

a veces habla solo, a veces canta

(Antonio Machado, hijo)

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios