Almería

La digna salud de hierro vence al abandono de la vieja estación

  • Desde la apertura de la Intermodal, uno de los edificios más bonitos de Almería, languidece en espera de una mejora económica para regresar

Uno tiene la sensación de volver a casa después de un mes de vacaciones con las puertas y ventanas cerradas y con la misma sensación; se la imaginaba hecha unos zorros y tras un segundo vistazo descubre con sorpresa que no está tan mal como uno creía. La vieja estación del ferrocarril rezuma abandono por todas partes, dejadez, apatía, pero en su estructura, en su decoración, en su estructura de madera y acero de finales del XIX, aún se vislumbra el esplendor que atesoró en un tiempo no lejano y hace aún más sonoro el lamento de rebelión contra el olvido.

Diario de Almería ha conseguido el extraño privilegio que supone desmontar sin demasiada maña el candado de motocicleta envuelto en una funda azul que permite el acceso a lo que hasta el cambio de siglo era uno de los suelos más pisados por los almerienses. Las huellas de miles de zapatos con prisas para acceder a los andenes, están debajo de un centímetro de polvo que esperan un fregao y abrillantado industrial. Aún huelen las maderas desde aquel 1895 que entraron en servicio que, como el resto desafían a los excrementos de palomas que buscan y encuentran los más inverosímiles agujeros entre los cristales para convertirse en los únicos usuarios del apeadero.

Aún tiene su dignidad centenaria intacta. Un mosaico de un discípulo indaliano adorna la pared que mira a Poniente, justo encima de las taquillas que ya no despachan más billetes. En el otro ala, el quiosco de prensa semicircular en el que todo parece amoldarse a esa forma - paredes, mesa y puertas dejan a medias la circunferencia- olvidaron ya las peticiones de periódicos, revistas y libros para amenizar las largas horas de viaje; sobre él, el mural de la Virgen del Mar recuerda dónde estamos, pero pasiones religiosas al margen, es más feo que en el que se mira y además sus azulejos no compiten con ese mosaico que aún conserva reflejos dorados en su dibujo. Por cierto, un detalle: pese a que la esfera del reloj interior dejó de servir para lo que fue instalada y hace tiempo que se paró a las 10 y 8 minutos porque las pesas subieron para no bajar más, la que está por fuera es la más exacta de toda la ciudad ya que se pone en hora por unos impulsos eléctricos que aseguran su precisión.

La sempiterna crisis se cruzó en su camino. Tampoco la política la dejó oportunidad de prosperar y el enfrentamiento entre siglas y colores que representan a ciudadanos e instituciones, se cruzó entre sus vías. La Junta la declaró Bien de Interés Cultural y, como ha sucedido con otros, sin ir más lejos con su vecino de hierro el Cable Inglés, la dejó abandonada a su propia suerte. El Ayuntamiento quiere, al menos eso dice, recuperarla, aunque también que "se trata de un problema económico" no de intenciones. Dice que está dispuesto a poner "un poquito" en palabras del propio alcalde de Almería, Luis Rogelio Rodríguez y aunque reconoció que no habían dado sus frutos las gestiones que había llevado a cabo ante el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif), estas no han dado sus frutos y reconoció que "es una pena que un emblema de la ciudad y uno de los edificios más bonitos que tenemos, esté como esté". Sobre la mesa el sempiterno museo (posiblemente el mismo que se pidió cuando cayó el Toblerone) o una biblioteca para una ciudad que casi no lee, o un centro cultural para lo mismo, o un centro social. Lo cierto es que aprendió a convivir con un edificio feo, sin personalidad e insulso representante de la arquitectura funcional de este siglo que no puede hacerle ni una sombra.

El hecho es que lleva con nosotros desde que comenzó su construcción para la Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España. Su objetivo fue transportar mineral de Sierra Morena al puerto de la capital, el mismo que las autoridades locales ahora no quieren ver ni en pintura (roja). La francesa Campagnie de Fives-Lille diseñó en 1892 el cuerpo central de la estructura de hierro, que enmarcaba amplias cristaleras de vidrio que siempre recordarán aquella torre de la Exposición Universal de 1889 de París que remarcaba la importancia de la línea Linares-Almería de la que una placa en el andén sirve de recordatorio.

En la fachada principal, una placa deja constancia del arquitecto autor del proyecto, el francés L. Farge (discípulo de Gustave Eiffel, el de la famosa torre), vinculado a la citada compañía.

Dicen las publicaciones sobre su estructura que "no es posible catalogar esta estación con un único estilo; historicista en cuanto a la decoración en algunas partes del cuerpo central, ecléctico más o menos barroquizante en los cuerpos laterales y mudejarista por sus ladrillos vistos y barandillas. Los elementos decorativos, se multiplican tanto en el interior como en el exterior. En la fachada principal se repite en azulejos la A de Almería con el grafismo típico vasco de txapela, como aporte de los artesanos que participaron".

Añaden que "un reloj en labor de hierro destaca sobre la cristalera central y, dentro, se eleva el mural cerámico de Francisco Cañadas (Almería 1928) que refleja el presente (primer término), pasado (plano intermedio) y futuro (convoy sobre el viaducto en el fondo) del ferrocarril en Almería, mediante escenas vinculadas a los viajeros y paisajes ferroviarios típicamente almerienses, todo ello adornado por piedras naturales y vidrios pintados en teselas irregulares para dar movilidad a la obra".

El edificio que hoy languidece fue finalizado en 1893, pero no entraría en uso hasta la inauguración de la línea Almería - Guadix, el 23 de julio de 1895 que el próximo año cumplirá su 120º aniversario, un número redondo para replantearse su futuro.

La Guerra Civil no limitó su huella a la ciudad; también paró en la estación y la balaustrada de ladrillos que contornea el remate superior debió ser reconstruida tras el bombardeo de la aviación alemana. Debajo se improvisaron dos refugios antiaéreos, quedando al descubierto sus entradas durante la remodelación de 1988-1991. Con cargo al Plan de Modernización y Equipamiento de Estaciones, se consiguieron restaurar estos casi 600 metros cuadrados de superficie construida.

Por el momento, el verano pasado asistió a la única remodelación conocida en las últimas décadas; el desprendimiento de parte de su fachada obligó a una intervención de urgencia para evitar daños a quienes transitan por sus inmediaciones y que hoy se limitan a los taxistas que prestan servicio en la vecina Intermodal y que buscan refugio a los rayos de sol. Es la única utilidad que se le conoce, además de exaltar los ánimos por su abandono. Aún así, resiste.

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