Almería

"No vamos a bajar la guardia"

Los agentes hacen guardia y se relevan cada cierto tiempo. El compañerismo y la biodramina no faltan en la patrullera. Los que esperan su turno descansan en un pequeño salón con televisiones sin uso, porque no llega la señal. La música y la lectura les ayudan a sobrellevar las horas en las que no hay actividad, de hecho hay un agente que está a punto de publicar su tercera novela. Otros como Antonio disfrutan y mucho cuando son escoltados por los delfines. Como voluntario de Promar aprovecha la oportunidad que le brinda su trabajo al ser una zona marítima de gran concentración de cetáceos. Recuerda con tristeza que el delfín Marcos murió en sus brazos. Las visitas al destacamento de la isla de Alborán también les ayudan a sobrellevar las largas jornadas en soledad, los militares, además, son uno de sus principales confidentes que alertan de los comportamientos sospechosos de los navíos. Cuando un mercante se desvía de las rutas comerciales, las autovías del mar, hacia la isla o en dirección a la provincia, lo hace precisamente para alijar droga. De ahí que se extreme la vigilancia para actuar antes de que lo consigan. También levantan sospechas embarcaciones de recreo que navegan a altas horas de la madrugada.

Una vez detectado llega el momento más peligroso, el del abordaje en alta mar. El asalto a otra nave, normalmente saltando o escalando, dispara la adrenalina de la dotación de presa. Si caen al agua podrían ser aplastados por los barcos, sobre todo cuando intervienen prácticamente a oscuras y con fuerte oleaje. De ahí la importancia de saber controlar los nervios y de tener una adecuada forma física. El equipo de operaciones especiales va uniformado con tantos elementos de seguridad que impresiona a cualquiera, tienen a su favor la psicología de la intimidación, además del factor sorpresa. Cuando menos lo esperan los narcos, llegan con sus lanchas rápidas y se plantan en su cubierta los agentes pertrechados hasta los dientes, vestidos de negro, con guantes, casco de faena, chalecos antibalas y balizas de emergencia por si caen al agua. En la cintura pistola, porra y colgado del cuello el subfusil. Algunos se quedan blancos del susto, sobre todo cuando no llevan nada ilegal, y otros incluso se ponen violentos.

Recuerdan que una pareja de neozelandeses quería dispararle con la pistola lanzabengalas. En ocasiones, como en el abordaje de uno de los mercantes del norte de África tuvieron que poner su peor cara, en tensión permanente, porque al subir al barco encontraron bigardos con dientes de oro que amedrentan a cualquier. No pueden relajarse lo más mínimo. Siempre en tensión facial y con una voz firme y rígida. Una vez dentro y retenidos en la cubierta se realiza un registro exhaustivo del buque, al igual que en la película del Capitán Philips, además de la comprobación de que todo está bien en la sala de máquinas. Mientras los agentes comprueban la bodega como escondite del posible cargamento, otros engrilletan a los marineros y los llevan al comedor. Normalmente se comunican en inglés y los detenidos colaboran, como ocurrió con el patrón del Moon Light que se encargó de las maniobras de atraque en el puerto de Almería. Es más, cuando los tripulantes de los buques apresados conocen que se trata de autoridades españolas respiran aliviados, no son las mismas cárceles ni la justicia castiga con la misma dureza que en otros países.

Otros navegantes más refinados les invitan a quitarse los zapatos antes de subir al yate y algunos al ser sorprendidos con las manos en la masa no tienen más remedio que echarse a llorar. Le pasó, por ejemplo, a un hostelero alemán que llevaba un importante alijo de hachís en el doble fondo del barco.

Cuando la Agencia Tributaria se puso en contacto con las autoridades germanas para seguir la pista ante el posible blanqueo de capitales fueron informados de que allí estaba considerado un empresario ejemplar. Entre los casos más extraños recuerdan un velero con bandera de Mauricio cuyo ocupante desapareció antes de que llegaran y nunca lo volvieron a encontrar. Y una anécdota inolvidable de uno de los que ahora patrulla en Almería. En otro destino cuando el barco estaba atracado con el logotipo de la Agencia Tributaria se le acercó una señora mayor que creía que hacían la declaración de la renta. Ayudaron a un pesquero que pedía auxilio junto a la isla de Alborán porque se le había averiado la bomba para achicar agua y meses después fue interceptado con un alijo de droga. "Si lo llegamos a saber...", ironizan en el puente de mando. No siempre levantan sospechas. Y, como no, también recuerdan situaciones en las que han puesto su vida en peligro. Y, quizás, ahora se arrepienten, pero en su día lo hicieron. Ocurrió hace tan sólo unos meses cuando dieron caza al mercante Aseel, cuya operación se denominó Mar de Fondo no por un capricho sino porque el estado no era el idóneo para el abordaje. También sucedió el pasado año al interceptar al buque Moon Light. La patrullera era cubierta por olas de hasta diez metros. Con fuerza siete y aguas turbulentas y oscuras optaron por seguir con el dispositivo, pero lo más sensato habría sido volver a la base, sobre todo ahora que la Audiencia Nacional ha puesto en libertad a la tripulación en aplicación de la reforma exprés de la justicia universal.

El malestar es evidente entre la tripulación, no logran esconderlo, aunque todos reconocen que acatan las resoluciones de la justicia. Ha ocurrido con algunas otras operaciones relacionadas con la Ruta del Mediterráneo Oriental, un itinerario de mercantes y pesqueros al que el Servicio de Vigilancia Aduanera ha estrechado el cerco. De hecho, en los últimos meses ya no hay ni rastro de buques que sigan las mismas pautas de comportamiento. Se trata de embarcaciones que son utilizadas como buques nodriza para transportar droga a otros barcos menores y más rápidos con el objetivo de introducir la en Europa a través del litoral español e italiano. A veces comienzan su recorrido con un porte legal en la costa africana y a su salida realizan una breve parada técnica para recibir importantes dotaciones de hachís sin levantar sospechas. La Audiencia Nacional ha dictado la excarcelación de medio centenar de narcos apresados más allá de las 12 millas que marcan el limite de las aguas territoriales. Pero el trabajo del Servicio de Vigilancia Aduanera no se ha ido al traste. "Por lo menos les hemos quitado la droga y el beneficio, aunque se libren de la cárcel", comenta uno de los agentes. De hecho, tienen claro que seguirán abordando a cada narcobarco que se atreva a cruzar el Mediterráneo. "No vamos a bajar la guardia". No entienden de espacios de impunidad y seguirán siendo el gendarme universal de los mares.

Llegamos a Puerto a las tres de la madrugada. No ha habido suerte, ni rastro de droga, pero al día siguiente, nos dicen, trincan una goleta de bandera holandesa. Son la pesadilla de los narcotraficantes.

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