Almería

Celebran el fin del Ramadán pidiendo paz para Palestina

  • El mes del ayuno acaba tras treinta días La fiesta, en las inmediaciones del estadio Mediterráneo Denuncian la violencia en países árabes

Las palabras del Corán resonaban ayer entre las paredes del estadio de los Juegos Mediterráneos. En el suelo, más de mil personas escuchaban atentamente la doctrina del Imán, "un mensaje entre dos mundos". Las mujeres oraban resguardadas en la sombra, con los niños, mientras que los hombres lo hacían a lo largo y ancho del interior del recinto. Unos pocos se cobijaban bajo la escasa frescura que pudieran dar los árboles, otros con sombrillas. La mayoría sufría un sol impropio a las nueve de la mañana.

Cientos de musulmanes se congregaron ayer para celebrar el fin del Ramadán, el mes del ayuno, que este año duraba de 28 de junio a 28 de julio. Se unían para rezar, "porque simboliza alegría", explicaba Noureddine Lakraflir. Hacerlo en comunidad supone un acto festivo, una oportunidad de estar más cerca unos de otros. "Visitar al vecino, al amigo y la familia. Una fiesta".

Mientras los adultos rezan, los mas pequeños observan a su alrededor. Comienzan a preguntarse qué es Ramadán. Aya, de seis años, busca un poco de sombra donde sentarse, bajo un árbol, mientras examina con la mirada a aquellos que, como su madre Fátima, pegan la frente al suelo. Su hermana pequeña, Malak, imita a sus cuatro años las poses de las mujeres que la rodean.

Abdallah Mhanna, el Imán, deja de recitar el Corán. Subido a unos escaños de madera, comienza su discurso, dividido en tres mensajes. "Hoy es un regalo para todos los hermanos que terminan Ramadán", recita en español. Supone sentirse más cercano a Alá, protegido de lo malo y parte de una comunidad. "Lo cumplieron y ahora esperan la compensación", explica Mhanna.

"El segundo mensaje es que más que una religión, es una forma de vida. Cómo ser digno de su creencia. Porque Alá ha enseñado y guiado para enseñar el camino". Un mes lleno de sacrificios, cuyo fin es saber qué sienten el pobre o el enfermo que no pueden comer cuando quieren, ni cuando tienen hambre. No beber ni ingerir alimento alguno mientras haya sol. El Iftaar, el desayuno y la primera comida del día, es a las 21:30. Duermen, y antes de las cinco de la mañana cenan. Y comienza una nueva jornada en la vida de los musulmanes. Cómo ser más cercano al necesitado y dar de comer al que no tiene para hacerlo. "Porque el Islam nos ha prohibido cualquier daño".

En alfombras en el suelo, de rodillas, mantienen los zapatos a un lado. Todos están descalzos, escuchando las palabras del Imán. Vienen de todas partes del mundo árabe y más que nunca se consideran comunidad.

"Sabemos que estamos sufriendo hoy por muchos musulmanes". Mhanna es un palestino de 44 años. Su familia reside en el país en guerra, donde cada día mueren asesinados decenas de inocentes. Durante el mes de ayuno, cuando comía por primera vez unos dátiles junto a su familia, veían en televisión un nuevo bombardeo en Gaza. Los vecinos de sus suegros habían sido víctimas de un nuevo atentado.

Abdallah nombra países en guerra, lugares donde se encuentran en situación de desventaja como Yemen o Libia. Más que nunca "tenemos que sentirnos unidos con la gente que celebra el fin del Ramadán".

El último mensaje y el más importante, fue una pregunta sin respuesta. "Condenamos todos la violencia de Siria y Palestina". "Denunciamos el papel tan sucio de algunos países árabes contra Gaza y el silencio de los europeos".

Termina la celebración que pone fin a los treinta días de ayuno. Todos se levantan, felices. Se abrazan y se besan mientras otros recogen las largas alfombras que descansan en el suelo del interior del recinto. La gente sale del estadio y el Imán Abdallah Mhanna saluda a todo aquel que quiere felicitarle. Él se pregunta "¿Dónde está la libertad y los derechos humanos?".

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