Almería

La depresión, una enfermedad más frecuente de lo que se piensa

  • Una de cada cuatro mujeres podría padecer este trastorno del ánimo a lo largo de su vida La mejor manera de luchar es a través de pequeñas metas y tareas placenteras

Estar apático o triste. Sentirse vacío. Sin ganas de nada, ni siquiera de reír. Se pierde la capacidad de interesarse o disfrutar de las cosas y disminuye la vitalidad, la pérdida de confianza en uno mismo y la concentración. Aumentan, por otra parte, las ideas de culpa, los pensamientos negativos y, sobre todo, una perspectiva sombría sobre el futuro.

Son las características más comunes para la depresión, una enfermedad bastante más frecuente de lo que habitualmente se cree. Un trastorno con una prevalencia de por vida alrededor del 15% y que puede llegar a afectar a 1 de cada 4 mujeres. Los factores, diversos y únicos en cada paciente. Desde los problemas neuroquímicos, pasando por los endocrinólogos, los de personalidad, genéticos y llegando hasta los psicosociales (factores vitales estresantes o ambientales).

"Es una pérdida de color ante la vida. Se ve todo más gris", explica el psiquiatra José Manuel Sánchez, experto en la unidad de Salud Mental de Bola Azul. Para diagnosticar un trastorno depresivo, cuenta, es necesario que los síntomas prevalezcan al menos dos semanas.

Ya sean los familiares como el propio paciente, deben pedir ayuda. El primer paso, en la mayor parte de los casos, debe darse con el médico de cabecera, ya que la presentación clínica puede ser distinta en cada episodio y cada persona. La alteración del estado de ánimo puede estar enmascarada por otros síntomas, como la irritabilidad, consumo excesivo de alcohol, comportamiento histérico o dolores somáticos. En estos casos, se debe rechazar la patología orgánica o física, como el parkinson o algunos tumores cerebrales que comienzan con la depresión.

Para los casos más leves, sin embargo, desde hace pocos años en Andalucía las consultas de atención primaria disponen de guías de auto ayuda, una práctica entendida como educación sanitaria y que está considerada como un buen hábito, cada vez con mayor relevancia, según explica Sánchez. Este material está dirigido específicamente a personas con trastornos ansiosos o depresivos leves y a sus familiares, quienes adquieren un papel fundamental en este tipo de enfermedades.

Aunque el peso de la mayor parte de la acción para superar estos trastornos recae en el propio paciente, la familia puede ser un gran trampolín hacia la superación. "En primer lugar, a una persona que no tiene ganas de salir y le están animando una y otra vez a hacerlo, le están provocando ansiedad", explica Sánchez. "No es que no quiera hacerlo, es que su cabeza no le permite salir, y hay que entenderlo así".

"Son síntomas no tangibles. Hay que explicar a los familiares que su papel es el de acompañamiento no físico. Estar ahí cuando el paciente lo necesite". La forma de recuperación es a través de terapias individualizadas en la que se estudian las razones del paciente, y, en caso de que sea necesario, con medicación.

En casa también se tienen deberes: a través de pequeñas metas, se deben ir realizando actividades que supongan volver de forma paulatina a su vida diaria. Por ejemplo, en caso de un paciente con trastorno depresivo y clinofilia (necesidad de estar tumbado, para quien su cama equivale a un refugio), salir de casa aunque sean cinco minutos supone una pequeña meta y una gran victoria.

Aunque hay que tener en cuenta siempre que cada persona, incluso dentro del mismo tipo de depresión, puede presentar síntomas distintos. A grandes rasgos, existen los trastornos depresivos mayores (intensidad importante y gran invalidez, para los que hay que presentar al menos quince días síntomas depresivos) y las distimias (con una evolución de dos años, crónicas y no muy intensas, con oscilaciones de humor). Dentro de esto, existen grandes aspectos relacionados con el género. Con una alta tendencia a padecer depresión (una de cada cuatro), existen diversos factores que inclinan a pensar a los expertos en cuestiones relacionadas con el rol femenino en la sociedad. La presión a ser madre, a que debe ser más sensible y lo instrumental y racional asociado a la masculinidad, hacen pensar a muchas mujeres que pueden estar fallando dentro del esquema en el que deben funcionar. También, señoras que han sido madres y han pasado su vida con la misma persona, y ante la salida de los hijos del hogar y el fallecimiento del cónyuge, pueden caer en una fuerte depresión, según explica el psiquiatra José Manuel Sánchez. "Por eso, los profesionales de salud mental deberíamos incorporar el análisis de género en nuestro trabajo, analizar la construcción social que se ha hecho de lo que significa ser mujer y cómo esa construcción facilita o no la aparición de determinados tipos de depresiones y ansiedad", concluye Sánchez.

Aunque menos frecuente, son también muchos los niños y adolescentes que pueden padecer trastornos depresivos. "Los síntomas centrales son los mismos, pero cambia la forma de expresarlos", explica Alma Martínez de Salazar, psicóloga clínica y coordinadora de la unidad de salud mental infanto-juvenil. Es frecuente que aparezca la apatía, pérdida del placer por jugar, rendimiento escolar bajo y aquejamientos somáticos, y casi nunca se habla de tristeza. "Esto se debe a que a los niños les cuesta mucho describir qué les pasa, por lo que el estado de ánimo depresivo se traduce a través de dolores de estómago o cabeza", concluye Trinidad Díaz, psicóloga clínica en el centro Háblame. Por tanto, una de las cuestiones fundamentales cuando se sospecha que un menor puede tener depresión es descartar cualquier tipo de alteración orgánica con el pediatra.

La prevalencia en este caso es de 3 de cada 100 niños de entre cinco y doce años. Pueden aparecer por cualquier vivencia negativa respecto a sí mismo, al compararse con otro igual, adaptativo o la influencia por factores genéticos, sociales o biológicos.

"El único tratamiento eficaz contra la depresión es actuar", explica Díaz. Según ambas psicólogas, en el caso de niños y adolescentes las tareas varían respecto a las que deben realizar los adultos: en este caso es un aumento de actividades de placer, aumento de conductas reforzantes y una reestructuración de los pensamientos negativos.

Mientras que con los adolescentes se pueden tratar las terapias de manera personalizada, en el caso de los más pequeños el trabajo fundamental se realiza con los padres.

"Se trata de aceptar la predisposición del niño, por ejemplo, a la introversión o al placer solitario", relata Díaz. "Hay que conocerlo y no transmitirle un estado de alerta en relación a su comportamiento. Favorecer la expresión y una comunicación abierta".

La tristeza forma parte de la experiencia, explican estos tres psicólogos. Bajo ningún concepto debe psiquiatrizarse el sentimiento humano. Tal y como concluye Sánchez, simplemente "la vida no tiene tratamiento"

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