Almería

Listín de Médicos (IX) Practicantes

  • Enfermeros diplomados. Los populares practicantes de antaño, antecesores de los Ayudantes Técnicos Sanitarios, se encuadran profesionalmente en un específico Colegio Oficial

EN un símil muy simple pero gráfico, nuestros protagonistas serían al médico lo que el banderillero al director de lidia en un festejo taurino: tan dispares funciones se complementan con la presencia de ambos "subalternos" de lujo. El nombre que distingue su rango es quizás lo de menos, aunque con el paso del tiempo ha ido adaptándose: sangradores, practicantes, ayudantes técnicos sanitarios (ATS) y actual Diplomado Universitario en Enfermería (DUE). Las entradas contempladas en el diccionario de la RAE nos eximen de mayores aclaraciones sobre el reconocido sector de la Sanidad española, representados corporativamente por un específico Colegio Oficial; no obstante, los interesados en el devenir histórico de la Enfermería disponen de trabajos publicados, entre otros, por el estudioso Alejandro Buendía. Aún cuando en distintos soportes he citado a varios de ellos, hoy los personalizo en dos hombres a quienes les unía vocación, conocimientos y dedicación plena hacia los más desfavorecidos

GARCÍA GALLOT

Practicante de los de toda la vida; de los que ayudaban en el quirófano, realizaban curas e inyectaba de casa en casa lo prescrito por el médico de Beneficencia o del Seguro. De este abnegado cuerpo sanitario era Manuel García Gallot (1893-1938), fallecido en plena guerra civil como un mártir de la profesión: contagiado del tétanos contraído en la Casa de Socorro cuando atendía a un herido de metralla. Con 19 años obtuvo el título en la Facultad de Medicina de Granada, siendo compañero de otros almerienses de reconocido mérito: Santiago Vergara, el popular Antonio Muñoz (Profesor Mulián, al que debo una semblanza biográfica) o los taurinos Enrique Asensi y Luis Criado. Su primer destino lo llevó a Cuevas de los Medinas, donde se casó con María Carrique Berenguel, hija de un cacique de la barriada. Carmen Martínez, esposa de éste y madrina de los hijos, le regaló una casa en la calle Rodríguez Sanpedro (antes Majadores y actual Dr. Paco Pérez), esquina a Lepanto, donde estableció consulta y vivió hasta el final de sus días.

En la posguerra Carmen llegaba semanalmente en una burra cargada de patatas, verduras o media docena de huevos a socorrer un hogar que pasaba auténticas estrecheces: mil pesetas anuales fue toda la pensión de viudedad que le concedió el Ayuntamiento, viéndose obligada a lavar ropa en casas particulares y en el Seminario. Buena parte del instrumental del esposo tuvo que vendérselo a la propia Casa de Socorro donde prestó servicio. García Gallot era padre de dos buenos amigos: Ramón (ya fallecido) y Manuel García Carrique.

SANTO LAICO

No se me ocurre mejor timbre de nobleza. En marzo de 1994, siendo alcalde Fernando Martínez, en el núm. 8 de la primitiva calle del Escondrijo (entre las de Granada y Murcia; hoy rotulada a su nombre), el Colegio de Enfermería colocó una placa en honor del santo laico, civil, de bata blanca:

En esta casa vivió y murió D. Santiago Vergara. Su ejemplo de sacrificio y entrega honra a la profesión de Enfermería. En homenaje a su memoria. Colegio Oficial de Almería.

Nació en c/. Subida del Pulpitillo el 5 de julio de 1863. Hijo de Carmen Cañadas y Eusebio Vergara, jornalero. Bautizado con el nombre de Santiago Camilo Miguel de los Santos, pronto quedó huérfano, por lo que su madre, de condición humildísima, se vio obligada a ingresarlo en el Hospicio según anotación en su Libro de Hombres (Archivo Diputación Provincial):

Huérfano de padre. SVC, de 6 años (error: eran 9), natural de Almería, hijo de Eusebio y de Carmen. Entró socorrido por este Hospital en 24 de junio de 1872 por disposición de la Excma. Diputación. Por orden del Sr. Contador, se consigna (que) fue despedido (alta) en 15 de marzo de 1879.

Durante su estancia en el centro benéfico ayudó en tareas

asistenciales, naciendo con ellas su vocación de servicio al prójimo. Su condición de huérfano le libró del servicio militar obligatorio aunque no de distintos trabajos (albañil, herrero, zapatero) que "compaginó con sus labores primeras de voluntario de la Cruz Roja"; al comienzo de camillero y luego en categorías superiores. La Cruz Roja abrió Casa de Socorro a comienzos del siglo pasado en la calle Murcia -aneja al Parque de Desinfección-, con salida frente al sanatorio del Dr. Sobaco Monroy, luego Sanatorio Quirúrgico Municipal y hoy sede municipal del Área de Turismo. Sargento de Ambulancias, Santiago se ocupó en tareas de desinfección, vacunaciones y auxilios diversos (alimentos, ropa, medicinas) a los más desprotegidos de las calles Chamberí, Encuentro, cuevas de Duomovich o de Gordote.

HOJA DE SERVICIOS

Como si de una premonición de su futura misión se tratara, en su etapa de hospiciano salvó la vida a los niños Bartolomé del Águila y Juan Expósito que habían caído a un pozo negro. A través de la Hoja de Servicio en Cruz Roja, sabemos más de su generosa entrega:

En septiembre de 1891 fue propuesto para la Cruz de Beneficencia (ya poseía un Diploma de Gratitud) por salvamentos de personas cuando las trágicas inundaciones del día 11 que asolaron la ciudad. En mayo de 1896 la Sociedad de Salvamento de Náufragos le concedió su medalla de bronce por extraer de las aguas, con grave riesgo de su vida, al vecino Joaquín Amador. A esta le sucedieron más rescate en la playa, el de varias niñas enterradas en las cuevas de San Roque, traslado de presos contagiados de tifus, desinfecciones en cuevas del cinturón más mísero de la capital, etc. Por todo ello recibió votos de gracia, felicitaciones y condecoraciones de Cruz Roja y el Municipio le nombró Alcalde de barrio.

GRIPE EN 1918

En enero de 1910 ingresó en el Ayuntamiento como practicante-celador, con un salario anual de 1.000 pesetas. Cuando se declaró la terrible epidemia de gripe en 1918 Santiago Vergara ya había obtenido el título de Practicante por la Facultad de Medicina de Granada; logrando plaza fija en Beneficencia e implicándose sin reserva desde el primer momento, hasta el punto de que durante una huelga de sepultureros se dedicó a dar tierra a los epidemiados y a "desinfectar los depósitos de cadáveres después de hacer los enterramientos durante el día". Por todo ello, al año siguiente, en un pleno solemne el alcalde, Santiago Granados, le impuso al Practicante Municipal la Cruz de primera clase de la Orden Civil de Beneficencia. Merecida y justa.

Casado con Josefa Bustos, fue padre de un hijo; y en segundas con Francisca Iborra López de dos más: Juan y Diego, practicantes como él. El 9 de abril de 1926 el Registro Civil extiende el certificado de su defunción, ocurrido en su domicilio capitalino, víctima del tifus exantemático contraído "varios días antes en Adra donde había estado en cumplimiento de su cargo, regresando enfermo de aquella villa". El Ayuntamiento hizo constar en acta su pésame, cedió a perpetuidad el nicho nº 342, serie 22 de adultos del cementerio de San José y concedió a la viuda una mínima pensión.

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