Almería

Más de un siglo de historia

  • La Espartería y Cordelería Casado abrió hace más de 125 años Son muy pocos los negocios de este tipo que aún perviven en la capital

Cada vez es más complicado encontrar en la capital comercios tradicionales, de los de antes, en los que vendan artículos artesanos, hechos a mano, con ese cariño y dedicación que los caracteriza. Sin embargo, y aunque la globalización de los mercados y los grandes comercios hayan conquistado casi la mayoría de la oferta, siguen quedando pequeños comercios que son un resquicio de las tradiciones de la provincia y del trabajo artesano que antiguamente primaba.

Hace más de 125 años que la Espartería y Cordelería Casado abría sus puertas en la capital almeriense. Un comercio de los de toda la vida, basado en la tradición y las costumbres de la provincia que ha logrado pervivir más de un siglo, siendo el único de estas características que puede encontrarse a día de hoy en la capital. Como antaño, se trabajan todo tipo de materiales, desde el esparto hasta la madera, pasando por la palma, el mimbre o el cáñamo. Se trata de un negocio familiar que ya va por la tercera generación.

"Mi suegro abrió la cordelería antes de la Guerra Civil. Al principio estaba en la calle Granada, pero sobre el año 2000 nos trasladamos a la calle Carmelo", cuenta Dolores Belmonte, esposa del propietario de la tienda. "Al principio nos dedicábamos a los cordeles, pero con el tiempo se fueron añadiendo otros trabajos, como la carpintería, el esparto, etc.", añade Dolores.

En este comercio priman la tradición y la calidad por encima de todo. Pueden encontrarse desde auténticas reliquias hasta prácticos artículos que se siguen vendiendo como el primer día. "Tenemos todos los modelos que puedan imaginarse de capazos de palma, y la calidad que tienen es incomparable", cuenta Dolores. Productos de los de toda la vida, cuya calidad ha quedado más que confirmada con el paso de los años: leñeras, esteras, sombreros, cestería… Y productos que representan mejor que cualquier otro las tradiciones almerienses, como los asientos de rejilla, que como explica la tendera "se venden a diario"; las mesas camilla de madera, hechas a medida y "perfectas para poner un brasero en invierno"; sillones de mimbre que son toda una obra de arte, "de lo más bonito que puedes encontrar"; etc.

Además realizan restauraciones de artículos que llevan los clientes y que han sufrido el paso de los años. Tras pasar por las manos de Antonio Casado, propietario del establecimiento, quedan como nuevos. Y es que este tipo de materiales conlleva tesón y sobre todo, mucho trabajo. "Mi marido realiza él mismo muchos de los artículos, como las leñeras de esparto. Se tejen con dos agujas muy grandes, y se trata de un material muy duro para manejar. Aunque mi marido es todo un artista: puede tardar unas tres horas en hacer una leñera de esparto que no tiene comparación con otras que se encuentran por ahí", cuenta Dolores.

Pero la especialidad de la casa, sin duda, es la cordelería. "Es lo nuestro, es a lo que se dedicaba mi suegro cuando abrió la tienda hace más de un siglo". Pero la experiencia y el reconocimiento no es de boquilla, la cordelería Casado se ha labrado su lugar destacado. Incluso cuando vienen los rodajes de películas o series a la provincia, acuden a este comercio histórico para adquirir los artículos de cordelería. "Cada vez que hay un rodaje vienen a la tienda a adquirir lo que necesitan de cuerdas. Cuando se estuvo rodando Éxodus, de Ridley Scott, se llevaron gran cantidad de ovillos de cáñamo", cuenta Dolores.

Este fenómeno de supervivencia de comercios tradicionales no se da solo en el mundo del esparto, sino también en muchos otros, como los ultramarinos. Con el boom de los supermercados es extraño ver alguna tienda de comestibles como las de antes. Sin embargo, Ultramarinos San Antonio, en la calle Castelar, sigue manteniendo la misma esencia que hace 75 años. Este comercio tradicional se abrió en 1940, durante la posguerra, y también se trata de un negocio familiar que ha ido pasando de generación en generación.

"El secreto para perdurar en el tiempo es la calidad", cuenta José López, propietario del local. "Desde que mi padre abrió la tienda en 1940 siempre nos hemos distinguido por tener productos exclusivos y difíciles de encontrar en otros sitios", añade.

Así que está comprobado, la calidad es la premisa fundamental para que este tipo de negocios se mantengan vivos tantos años. El hecho de que cada vez queden menos, contribuye a que los productos artesanos adquieran más valor. Y recordar las tradiciones que caracterizaron en su día a la provincia es algo que no puede perderse.

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