Almería

Una colección que da luz, calor y recorre la historia de 100 años

  • Miguel Ángel Andújar cuenta con más de 1.000 mecheros de distintos años y formas Comenzó con esta afición cuando viajaba a Melilla y los compraba a menor precio

Todo surgió en los años 60, con solo diez años, cuando su padre le mandaba a cargar el mechero de martillo en un bar donde se recargaban a cambio de una moneda. Miguel Ángel Andújar cuenta con una colección de más de mil mecheros de distintas formas y con la exclusividad de cada uno.

Andújar recuerda los primeros mecheros que adquirió: "Sobre los 16 años iba a Melilla y allí empecé a comprar algunos al ser más baratos. Cuando me vine a dar cuenta tenía unos cuantos y decidí coleccionarlos".

El coleccionista es fumador y no tiene reparo a la hora de utilizarlos cuando los necesita. A la hora de exponerlos, Andújar sigue una serie de pasos: "Tengo estanterías en una habitación de mi casa. Normalmente los descargo cuando los pongo en las estanterías porque es un peligro tenerlos cargados cuando son muchos".

Al coleccionista le atrae su "belleza y diversidad", pero lo que más le reporta es "la satisfacción de tener una colección de ellos, creo que no hay muchas en Almería, y recordar una filosofía de vida, que ha existido en los últimos 100 años".

Los tipos que colecciona Andújar: zippo, de martillo... Su pieza más antigua es de finales del siglo XIX. Para el coleccionista su favorito es "un Ronson Premier Varaflame de un tío mío de los años 60. Fue de los primeros y hablando un día con la fábrica quisieron cambiármelo por uno nuevo pero no acepte el trato".

Andújar apunta que "últimamente busco antiguos, más difícil de encontrar y más caros, en anticuarios, rastro de Madrid... Hay una pieza que desearía tener: "Un Cartier de los años 60 de un amigo que me ha prometido que un día me lo regalara. Ya me regaló hace un tiempo un Dupont".

No hay colecciones de publicidad, solo de tabacos y de su profesión como electricista. Esta muestra ya se ha podido ver expuesta: "La he llevado a dos estancos de la capital (calle Santiago, y calle Rueda López). La valoración fue muy positiva. Le preguntaban al estanquero sobre ellos, si estaban a la venta y cosas así. Caso curioso el de una niña que al ver el Piolín quería que su padre se lo comprara".

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