Almería

El ocaso del juego de las chapas, una tradición de la Semana Santa

  • Apenas quedan hoy corros en los municipios del Bajo Andarax y Poniente La crisis ha reducido apuestas y partidas Se derivó hacia la festividad navideña

No hay dinero para las apuestas, los corros apenas los forman una decena de jugadores y las partidas cada vez son menos en los pueblos de la provincia en los que se había convertido en una tradición de la Semana Santa. Las chapas o caras ya no repican al caer al suelo, la crisis ha ido mermando la afición al juego ilegal pero consentido en municipios del Bajo Andarax y el Poniente almeriense. Era casi una seña de identidad, manifestación popular que pasó de padres a hijos de generación en generación, que pronto será sólo recuerdo. El que guarden sus vecinos en la memoria y en los cajones de su mesita de noche, allí dónde conservaron a buen recaudo las dos piezas con las que en su día jugaran, perras gordas de bronce, monedas de diez céntimos en curso desde 1870 hasta 1941 con la imagen del Rey Alfonso XII. El bullicio de antaño se diluye y sólo unos pocos bares, locales y establecimientos de la provincia mantienen una tradición que está a punto de desaparecer. Es más, en localidades en las que se había consolidado, como en la de Benahadux, las timbas pasaron del jueves y viernes santo a fiestas navideñas en contraposición a lo que ocurre en el resto del país. En otros municipios almerienses, en los de la Sierra de Cádiz y Huelva, así como en el centro y norte de la península las partidas de chapas se mantienen en la Semana de la Pasión, aunque con menos fuerza que en el pasado porque la difícil coyuntura económica vivida en los últimos siete u ocho años se ha dejado sentir en una costumbre pagana de considerable arraigo en determinadas regiones pese a la prohibición durante el régimen franquista y al posterior estado de alegalidad con el que se ha venido desarrollando durante décadas, sólamente regulado por la Junta de Castilla y León en todo el país.

Ha sido la única administración regional que ha establecido una normativa para las partidas de las chapas, tanto las autorizaciones a los establecimientos y locales en los que puede jugarse como en las limitaciones a las timbas y otras leyes adaptadas a un juego que se remonta al pasado bíblico de los soldados romanos apostándose la túnica sagrada de Jesús a caras y lises, los reversos o cruces de las monedas en alusión a la flor de lis que es un símbolo recurrente en numismática. El año pasado en la comunidad castellano-leonesa se concedieron 152 licencias para la celebración de partidas durante la Semana Santa y en la actual han bajado a 145. A través del decreto 9/2002, de 17 de enero, regulan la organización del juego de las chapas garantizando la transparencia en su desarrollo. Es más han fijado en su legislación propia que las apuestas se limitarán a dinero en efectivo, impidiendo el empleo de bienes materiales, como inmuebles y coches como materia prima del apostante. Una de las cuestiones contempladas en este régimen jurídico prohibe realizar los corros a menos de 100 metros de un centro educativo y sólo podrán realizarse, en locales o al aire libre, en las horas con luz natural. Eso sí, en los pueblos de la provincia no hay ninguna regla, más allá de las que va dictando el baratero, el que determina en cada momento lo que se tiene que hacer, y a las grandes cantidades de dinero en metálico que llevaban los jugadores se han incorporado siempre, las que conseguían en préstamos de otros participantes o todo tipo de propiedades.

Con la llegada del jueves santo se abrió la veda en locales y bares del Poniente y Bajo Andarax, al igual que en otros municipios de comunidad valenciana, La Rioja y Andalucía, en los que pese a no contar con la autorización administrativa ni cualquier otro permiso de juego se han venido desarrollando sin ningún tipo de control ni sanción. Las autoridades hacen la vista gorda y relajan la supervisión que sí tienen otro tipo de partidas de carácter ilegal y clandestino en las fechas señaladas en las que tiene lugar, ya sea Semana Santa o las festividades navideñas. De hecho, de las 760 denuncias por partidas ilegales que interpuso la Policía adscrita a la Junta de Andalucía, que es la que tiene la competencia en materia de apuestas y juegos de azar, ninguna está vinculada a la práctica de caras y chapas y en su mayoría responden a las timbas de póker y boletos de loterías fuera del curso reglamentario. La intervención de los Cuerpos de Seguridad del Estado se ha reducido a reyertas y otros enfrentamientos, algunos con heridas por disparo y arma blanca, derivados de las disputas verbales y desacuerdos derivados de las grandes sumas de dinero en liza, en ocasiones por encima de los 6.000 euros en una tirada y hasta propiedades, y también por las malas artes de determinados jugadores al no existir, como en el resto de juegos reglamentarios una restricción más allá de que no se le deje apostar por parte de los barateros o gestores o acceder al local por la propiedad. Pero este tipo de acaloradas discusiones son excepciones, de ahí que hayan pasado tan desapercibidas estas partidas ilegales en los buenos tiempos, en los que no había paro y la construcción vivía su mejor momento, cuando los corros eran multitudinarios y había miles de euros depositados en el suelo. Los billetes entonces pasaban de mano en mano bajo la supervisión del baratero que al grito de ¡tira caras! o ¡cien a cruces! daba con su voz imponente las consignas al resto de jugadores. Cuando tiran las monedas al aire se abren tres posibilidades. La de tirada nula porque salen cara y cruz. Y las dos opciones válidas para el que lanza y todos los que apuestan. Dos lises o dos caras. Si atina elige entre plantarse o doblar la apuesta. No hay más. Doble o nada. La crisis se juega a las chapas.

Los romanos se jugaron la Túnica Sagrada a cara o cruz

La manifestación popular del juego de las caras se remonta a las Sagradas Escrituras. En el pasaje bíblico de San Juan 19, 23-24 se recoge una alusión tan directa como concluyente: "Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados". Y es que el juego de las chapas, principalmente durante la Semana Santa, recuerda ese momento en el que los soldados romanos se jugaron la vestimenta de Jesucristo a cara o cruz, de hecho así se puede ver en una de las escenas de la película la Túnica Sagrada. De este modo, la partida se convirtió simbólicamente en una celebración de la culminación de la rígida Cuaresma y de las penitencias de la Semana Santa, dando paso al periodo festivo de la Pascua de Resurrección. Tradicionalmente se solía jugar el viernes y jueves santo, así como en las fiestas patronales de los pueblos en los que se consolidó como tradición, si bien en las últimas décadas se fue desviando en determinadas localidades, como las del Bajo Andarax, desde las fechas de la Pasión hacia la festividad de la Navidad. El juego de las chapas o caras estuvo prohibido por las autoridades durante la dictadura franquista, pero se siguió celebrando de forma clandestina, sobre todo en jueves y viernes cuando se hacía la vista gorda e incluso los agentes de la Benemérita se sumaban. De hecho, ya en tiempos de democracia se siguió organizando en los bares y locales de varios puntos de la provincia sin que los organismos competentes les impusieran sanciones. Sólo fue regulado por la Junta de Castilla y León. Las chapas era en otros tiempos un juego reservado básicamente a los hombres, pero se fueron incorporando mujeres.

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