Almería

El puerto sin puertas

  • Repaso a un álbum de 36 fotografías fechado en 1909, firmado por el fotógrafo Antonio Mateos y que custodia el archivo de la Universidad Politécnica de Madrid

LOS puertos son las puertas de la ciudad. Pero éstas no siempre deben estar cerradas. Los puertos son escenarios donde ocurre por igual la emoción del encuentro con el que llega o la nostalgia de la despedida con el que parte; también acogen el intercambio comercial y el control de las impurezas. Y, sin embargo, deberían ser lugares más parecidos al espacio público compartido que a una fortaleza inescrutable dentro de la ciudad.

La ciudad de Barcelona se abría al mar impulsada por la transformación urbana de los Juegos Olímpicos de 1992 y que se consolidó con el Fórum de las Culturas de 2004. La ciudad de Alicante hacía lo propio en el planeamiento urbano de 1992 ya que se proponía la transformación de un ámbito industrial con la voluntad de convertirlo en una zona de ocio, como continuación del paseo del Conde Vallellano y su relación con el puerto deportivo. O más recientemente, la transformación del puerto de Málaga, con la inauguración del museo de arte contemporáneo Centre Pompidou en el muelle 1, o el Palmeral de las Sorpresas en el muelle 2 y que relaciona con más nitidez el centro histórico de la ciudad con su puerto. Incluso la ciudad de Bilbao transformó la antigua ría industrial en un nuevo espacio urbano presidido por el Museo Guggenheim, la biblioteca de la Universidad de Deusto de Rafael Moneo, el Paraninfo de la Universidad del País Vasco de Álvaro Siza o las pasarelas del ingeniero Javier Manterola. En todos los casos, la voluntad ha sido conquistar la fachada marítima y devolverla a la ciudad como escenarios de la colectividad y de disfrute de ese fascinante límite entre la Tierra y el Mar.

Cuando se llega a Almería, desde la carretera de Málaga, y se sale del túnel de Bayyana, se descubre una de las vistas más bonitas de la ciudad: una panorámica de la Alcazaba, el barrio de La Chanca, el puerto pesquero, el puerto comercial, el muelle de levante, el cargadero de mineral del cable inglés y al fondo el Zapillo, el nuevo barrio de La Térmica y la desembocadura del río Andarax. Pocos lugares son tan privilegiados como para comprender el territorio sobre el que se asienta la ciudad de Almería, las razones de su fundación y la voluntad de construir su propio paisaje. Lamentablemente, a medida que nos adentramos por la carretera de Málaga, un muro nos aleja del mar, casi para siempre. Ese muro, que cuanto más nos acercamos al centro, se hace más frondoso de vegetación y más opaco a la visión del puerto, nos ofrece un respiro a la altura de la rambla, pero el edificio de la Autoridad Portuaria nos desanima definitivamente. El propio muelle de levante, hoy invadido por un aparcamiento, tendría que ser la prolongación natural del espacio público que se genera en la rambla. Más allá, en la Avenida de Cabo de Gata, la visión del mar ya se hace imposible hasta el Auditorio Maestro Padilla. Ese Mar que nos define, incluso desde la toponimia ('espejo de mar' o 'torre vigía') nos ha sido arrebatado.

Un álbum de 36 fotografías de la «Junta de Obras del Puerto de Almería» fechado en 1909, firmado por el fotógrafo Antonio Mateos y que custodia el archivo de la Universidad Politécnica de Madrid, sirve de excusa para escribir este texto. En la imagen del embarcadero con las barquitas -donde se aprecia al fondo la Alcazaba- produce envidia descubrir la conquista que ese trémulo embarcadero de madera ha ejercido sobre el mar, y que no han dudado en comprobar los hombres que aparecen retratados sobre él. La sorprendente imagen de los retretes públicos -a los pies del cargadero del cable inglés en el muelle de Levante- celebra cuánto, en ese momento, sí se comprendía que se trataba de un lugar compartido de disfrute para la ciudad: un espacio público, necesita unos aseos públicos. También la fotografía donde aparecen unos curiosos sentados en la escalera del muelle -todavía en construcción y con la torre de la Catedral como testigo- advierte del interés del hombre en conquistar ese límite artificial donde acaba la ciudad y que, sin duda, es de todos. O la animada fotografía de los tinglados del puerto cuajada de personas que transitan con libertad y que hoy resultaría casi imposible.

La recuperación de la permeabilidad entre el puerto y la ciudad, parece una obligación de quienes nos gestionan. Compaginar la seguridad y autonomía administrativa del puerto, con el disfrute de ese ámbito privilegiado por parte de la gente, es el reto que la ciudad de Almería debe cumplir cuanto antes. Es decir, abrir las puertas del puerto.

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