Almería

Sobrevivir al desierto

  • Cinco días en un entorno hostil con altas temperaturas, sin agua, ni agua ni comida teléfonos móviles. Una alianza con la naturaleza alejada de los falsos mitos televisivos.

Dos jóvenes despluman poco antes del mediodía una paloma con esmero y le retiran las tripas para quedarse con la porción comestible. A punta de navaja cumplen el encargo mientras otros integrantes de su grupo preparan el hornillo en el que en el que acabará el símbolo de la paz. Será el plato principal de su menú para la jornada del viernes junto a una decena de higos, algarrobas y granadas que han recolectado durante la mañana en el paraje almeriense de El Rabanillo en el que se han instalado esta semana. Son una quincena de alumnos del curso de técnicas de supervivencia en la naturaleza en el módulo más difícil, subsistir en desierto y zonas áridas. Sin agua ni alimentos ni teléfonos móviles pasan cinco días a la intemperie -desde el miércoles y hasta hoy domingo- aprovechando únicamente los recursos naturales de un ecosistema muy característico de la provincia de Almería. Pero no están solos, cuentan con el respaldo y sabiduría de profesionales del ya extinguido Grupo de Operaciones Especiales Santa Fe II del Ejército de Tierra y están bajo la dirección académica del catedrático de Psicología Humberto Trujillo. El curso, en su decimotercera edición en el módulo desértico, forma parte de la oferta formativa de la Universidad de Granada, en virtud de un convenio de colaboración con el Mando de Adiestramiento y Doctrina, siendo una de las pocas iniciativas de enseñanza reglada en la naturaleza en nuestro país que permite convalidar créditos de libre configuración. Más de mil personas han aprendido técnicas de supervivencia con grados de especialización en alta montaña, bosque, mar y litoral y zonas áridas e incluso se ha puesto en marcha el máster universitario para complementar todas las nociones aprendidas en esta inmersión plena en el medio natural aprovechando, además, las sinergias de la práctica al aire libre para realizar investigaciones sobre el comportamiento humano en condiciones extremas. Pero lejos de los falsos mitos televisivos y sin proyectar heroicidades. El coordinador del curso, Pablo Martínez Izquierdo, un operaciones especiales en la reserva que conoce bien este inhóspito territorio porque estuvo destinado en la base almeriense a finales de los ochenta, asegura que quieren fomentar la resiliencia y la capacidad de superación del alumnado pero sin llegar a situaciones límite. De hecho, sólo ha abandonado un alumno en dos décadas de supervivencia sobre el terreno, lo que evidencia que el nivel de exigencia es alto pero tiene en cuenta las capacidades de cada participante. A llegar al destino reciben dos litros de agua para beber y cocinar hasta que aprenden a conseguir por sus propios medios este recurso indispensable que nadie malgasta en el aseo. También reciben medio kilo de harina cada día para hacer tortas y el resto de su rancho dependerá de sus habilidades para aliarse con la naturaleza.

Aprenden técnicas para sobrevivir, pero siempre con las mayores garantías de seguridad y con determinadas restricciones derivadas de la protección del medio ambiente en una instalación militar de referencia como las de no hacer fuego -prohibición de mayo a octubre- ni tampoco capturar animales pese a aprender conocimientos básicos para el rastreo y trampeo de la fauna existente. Es más, uno de los módulos del máster comprende el desarrollo de métodos primitivos para cazar como los arcos y flechas, azagayas y propulsores que aprenden a fabricar. Martínez Izquierdo resalta, principalmente, la fortaleza mental que adquieren los participantes, una vertiente psicológica constantemente a prueba con situaciones de estrés, cansancio, soledad y falta de provisiones. No hay que olvidar tampoco los problemas que puede conllevar la convivencia en un ambiente hostil en el que trabajan con grupos reducidos. Es tan intensa que hace amigos o enemigos para siempre, ironiza uno de los profesores. En definitiva, una formación integral de la persona en tres dimensiones (consigo mismo, con los compañeros y con la naturaleza) que va más allá de los conocimientos que adquieren para el aprovechamiento de los recursos, búsqueda y obtención de agua, construcción de hornos, reconocimiento y recolección de plantas comestibles, cabuyería y curtido de pieles, fabricación de fibra vegetal a partir de pitas y esparto y orientación de día y noche. Es una preparación para la autosubsistencia en el ecosistema más complicado. A cuarenta grados bajo el sol, en el extremo oriental del campo de maniobras. Los inscritos responden a un perfil muy dispar, si bien la mayoría coinciden en su devoción por el medio rural y su afición por la aventura. Médicos, militares, profesores, policías locales, abogados y monitores de ocio con edades comprendidas entre los 18 y 50 años procedentes de todo el país. Han llegado a tener 40 alumnos en algunas ediciones y en la actual que concluye hoy son una quincena, casi tantos como profesores. Además de su estancia en el recinto militar, la práctica, que suele ir precedida de dos días de sesiones teóricas, les lleva a otras zonas de Sierra Alhamilla, el desierto de Tabernas o el parque natural de Cabo de Gata. Los trabajos más duros y desplazamientos se realizan a primera hora de la mañana y última de la tarde para evitar la franja de más calor.

En el curso también aprenden nociones de primeros auxilios orientadas, según explica el sanitario Francis Fernández, a evitar golpes de calor, insolación, deshidratación y curar picaduras de insectos y mordeduras de animales. Cuentan con las habilidades de Manuel Romero Guindos, especialista en botánica, para generar fibra vegetal y para conseguir agua a partir de plantas y un plástico en un hoyo. También enseña a su alumnado a molar y tostar cebada para hacer café, incluso a partir de dátiles. Julián Holguín, quien conoce la fauna a la perfección y es un especialista en el rastreo de huellas, les enseña a cazar y fabricar armas primitivas. Ambos son operaciones especiales, al igual que Martínez Izquierdo. Aunque el ecosistema desértico supone un esfuerzo que los hace perder entre 3 y 5 kilos por las dificultades para encontrar sustento, su peor experiencia en lo académico fue cuando quedaron atrapados por una ventisca a veinte grados bajo cero en un pico de Sierra Nevada.Pero son supervivientes experimentados con capacidad para superar cualquier contratiempo. Sin teléfonos móviles y casi siempre sin cobertura suelen convivir aislados en el campo. ¿Cómo quedó el Barça-Atlético?. Pregunta uno de los profesionales, le inquieta más el resultado del último partido que el considerable calor que hace estos días en Almería. Entre pitas, esparto, conejos y jabalíes pasan las horas con una segunda familia. "Aquí pones a prueba tus límites y te superas con la ayuda de tus compañeros", comenta la abogada de familia Cristina Torres. Se inscribió sin dudarlo al conocer en una excursión a un "MacGyver", como ella misma lo llama, que le contó dónde había aprendido todo lo que sabe para sobrevivir en la naturaleza. En el curso de Pablo Martínez Izquierdo, una enseñanza reglada que convierte a la UGR en pionera en formación teórica y práctica en subsistencia al aire libre. Supervivientes con titulación.  

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