Almería

San Gonzalo de Amaranto recorre el valle en burra

  • Vecinos de las barriadas de Sorbas reviven una fiesta ancestral de un santo que tenía la virtud de curar a las bestias

El Santo baja este año en brazos por el camino viejo de Sorbas, más de una hora de camino hasta la era de Los Herreras. Las mujeres ataviadas con sus vestidos tradicionales: mantón de Manila, mandil y faltriquera que se cerraba con una laña cuando iban a las labores del campo, salen al encuentro del Santo, un niño se acerca a besarlo. Todas quieren llevar en su regazo a San Gonzalo de Amaranto, una talla que no tiene brazos, pero sí la virtud de curar a las bestias según cuentan. En la era el cura Paco dice misa, la cuadrilla canta carreras, malagueñas, verdiales y parrandas, los jóvenes bailan, es la gran fiesta de San Gonzalo de Amaranto, durante años perdido y hallado merced a la tozudez de Andrés Hernández. Resulta que Andrés hurgó en Internet, en libros, en la memoria de los ancianos del lugar y lo encontró. Llamó por teléfono a María José Mañas Pérez: "¿en tu cortijo hay un Santo?".

"Mi padre dice que cuando él y sus hermanos eran pequeños jugaban con la imagen, era el muñeco que tenían en el cortijo. Como eran pequeños se peleaban entre ellos por tenerlo". María José Mañas lo cuenta con una sonrisa y recuerda cómo su madre cuenta que "cuando se casó con mi padre contaba lo que se hacia con el Santo: al Santo, cuando una burra se ponía mala, se le brindaba un baile para que la burra se pusiera buena y, entonces, si la burra se recuperaba, en el cortijo donde habían brindado el baile se hacía y se reunía la gente de las cortijadas. Llamaban a alguien que tocaba el acordeón o la guitarra y se le ofrecía el baile al Santo, por eso el Santo iba pasando de cortijo en cortijo". La fiesta tiene eso: que une a las gentes, y son lo que son porque todos se conocen.

El Santo sale del cortijo de María José Mañas, vamos, del cortijo de sus padres que antes lo fue de sus abuelos quienes guardaron el Santo en los años de la guerra civil "mi padre, Juan el de Águeda, lo continuó guardando en recuerdo a mi abuela". El Santo estaba en una ventana donde siempre estuvo, un ventanuco con la medidas justas para que cupiese San Gonzalo. "tras la llamada de Andrés, mi madre buscó al Santo porque el sitio del Santo se había reformado y se había perdido. Le faltaba la cabeza, estaba desconchado y cuando lo vieron lo restauraron y es cuando empezó de nuevo la tradición de que recorriera el Valle de Cariatiz".

Desde hace cuatro años, el Santo sale de El Mayordomo "del cortijo de mis padres que se llama el Algarrobo, porque allí estaba el Santo". El cura Paco dijo que la lluvia esperaría a que terminara la misa, y el Santo lo escuchó.

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