Almería

Piso y comida a cambio de sexo

  • Vivienda y hasta un contrato de trabajo estable y bien remunerado. Son las consecuencias de la crisis económica que ya empuja a los almerienses más desesperados a 'rentabilizar' las relaciones sexuales

"Mujer casada, española, de 38 años, atractiva, buena presencia. Busco empresario que me ofrezca un trabajo remunerado, buenas condiciones, a cambio de sexo. Esto con el consentimiento de mi marido. El responde y pone las condiciones. Almería y zona de Poniente". Es el rostro más atroz y salvaje de la crisis económica. Sin matices ni preámbulos. Ya hay personas en nuestra provincia que ofrecen mantener relaciones sexuales a cambio de un puesto de trabajo. La desesperación es máxima. Todo lo que haga falta por salir de las listas del paro. Y no solo se negocia por trabajo. En los últimos meses está prosperando en Almería una práctica que ya fue detectada en Francia, Italia y Estados Unidos. Los portales de Internet comienzan a recibir todo tipo de anuncios inmobiliarios en los que no se habla de dinero. El alojamiento se paga con sexo. Y a veces se incluye hasta la comida. "Alquilo habitación. Piso amplio y luminoso a cambio de sexo. No tendrías que pagar nada, sólo mantener relaciones sexuales de la manera que pactemos". Eso sí, según concluye el reclamo, será "con total respeto, discreción y educación". Y no tiene por qué ser una habitación de una vivienda o piso cualquiera. En la red circulan casas de primer nivel, en algunas de las mejores ubicaciones de la provincia. "Se alquila habitación en una preciosa zona costera, en una urbanización privada con piscina y a sólo 300 metros de la playa". A continuación, la oferta no detalla los euros que podría costar disfrutar del inmueble en los meses de verano y explica a los interesados que será "por sexo, sólo chicas".

En un lado está normalmente un hombre, con casa propia. En el otro, una mujer con reducidas posibilidades económicas que se ha visto obligada al pago carnal. El anunciante suele solicitar fotos de cara y en lencería, pero a veces da rienda suelta a la imaginación y no se interesa por el físico de la otra persona. Normalmente usa una identidad falsa, pero con el número de teléfono y el e-mail no puede mentir. Su cebo no serviría de nada si no está localizable. El ofrecimiento a veces incluye la comida y los más atrevidos están dispuestos a llevar a su inquilina al trabajo en su vehículo.

La soledad, incapacidad para relacionarse y el miedo al rechazo podrían estar detrás de una rara conducta en la que nada se paga con dinero. Los alquileres, que a veces están por encima de los 300 euros, más los gastos de agua, luz y gas (50 euros más), y la opción de tener comida e Internet hacen que el arrendatario invierta, de una manera directa, en torno a 400 euros en la persona con la que mantiene relaciones sexuales consentidas. El presidente de la Sociedad Española de Investigación en Sexología, Manuel Lucas, argumenta que el perfil de estas personas que ofrecen trabajo o alojamiento a cambio de sexo se corresponde con "hombres con la autoestima muy baja, con poca capacidad para relacionarse con las mujeres, seducir e intentar gustar". A su juicio, es la parte más descarnada porque "en todo momento son conscientes de que la relación que mantienen es sólo por interés". Lucas tiene claro que estas dos formas novedosas de prostitución rozan la ilegalidad, sobre todo la que está vinculada al trabajo a cambio de sexo.

La crisis económica ha hecho del trueque sexual un negocio al alza. Todo tiene un precio y nada escapa a la dramática dictadura del mercado. Alojamiento, sexo. Trabajo, sexo. La desesperación de la sociedad causa estragos.

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