Almería

Cintabelde sanguinario asesino

NACIÓ en Almería el 14 de septiembre de 1863. Se llamaba José Cintabelde Pujazón y fue tristemente conocido en esa época por su extraordinaria capacidad para matar. El 27 de mayo de 1890 asesinó a cuatro personas, entre ellas a dos niñas de corta edad. La tragedia ocurrió en plena Feria de Mayo en Córdoba. En su adolescencia vivió en la capital, en la zona de la Almedina, hasta que sus padres por razones de trabajo se fueron a vivir a Córdoba.

Durante varios años, el criminal junto a su compañera sentimental vivió en la misma finca en donde se produjo el terrible suceso, un cortijo y tierras propiedad del duque de Almodóvar denominado "El Jardincito" que tenía arrendado a unos agricultores.

La finca se encontraba a una hora de camino del santuario de Scala Colli. En la hacienda hubo un tiempo en que victimas y asesino convivieron por razones de trabajo con el capataz, Juan Castillo y su mujer Antonia Córdoba García. El matrimonio tenia tres hijos y la más pequeña había sido amamantada por Teresa Molinero Galloso, la compañera sentimental de José Cintabelde.

Pasado cierto tiempo, la amistad se enfrió rompiéndose en parte las relaciones entre ambas parejas y Cintabelde y su compañera abandonaron la finca buscando trabajo en otra hacienda situada a escasos kilómetros.

El 25 de mayo de 1890, José Cintabelde que llevaba un pequeño rebaño pasó ese día por la finca, y los capataces, sus antiguos amigos lo invitaron a comer. Entre bocado y bocado corría el vino y las asperezas se fueron limando. De alguna manera todo parecía indicar que las relaciones se habían restablecido. Antonia contó entonces a Cintabelde que estaban muy contentos porque el día antes habían vendido dos vacas que le había reportado una buena suma de dinero. Acabada la sobremesa, Cintabelde se despidió de la familia, recogió el ganado y se dirigió a su casa.

Dos días después, el 27 de mayo, Guerrita, el legendario matador de toros estaba anunciado esa tarde en la plaza de toros de Los Tejares de Córdoba junto a Lagartijo y "El Espartero". Cintabelde, aunque no era un entendido de toros ni buen aficionado, sentía auténtica devoción por el torero cordobés. No tenía dinero y se le ocurrió la idea de que sus amigos del Jardincito podrían prestárselo, por las buenas o por las malas. Hacia la finca encaminó sus pasos. Iba solo, aunque como siempre en el bolsillo derecho del pantalón le acompañaba su fiel navaja, pero aquel día, quizás porque presagiara que podría llegar a tener algunas "dificultades" cogió del arcón de su casa un viejo pistolo cargado con seis balas y se lo colocó a la cintura.

Sobre las diez de la mañana se presentó en la finca momento en que se encontraba Antonia Córdoba y dos de sus hijas acompañadas por el guarda José Bello Sánchez. Con la excusa de revisar unas naranjas en el almacén anexo al caserón, se quedo a solas con el guarda simulando hacer un apartado de la mercancía al tiempo que la mujer y las niñas volvían a la casa.

Nada más quedarse solo con el guarda, aprovechando un descuido cuando éste buscaba una romana, se acercó por la espalda y le asestó varias cuchilladas sin darle opción a defenderse dejándolo en el suelo moribundo rodeado de un gran charco de sangre.

Limpió cuidadosamente la navaja y se dirigió al caserón. En el comedor se dio de bruces con Antonia. Desencajado le pidió el dinero que guardaba en la casa. La mujer se negó a decirle nada y Cintabelde lleno de ira sacó el arma de la cintura y a bocajarro hizo un disparo que impactó contra el rostro de Antonia Córdoba.

Al escuchar el estruendo del disparo acudió a ver lo ocurrido el arrendador de la finca, Rafael Balbuena León que se quedó petrificado al contemplar la escena. Cintabelde, que no querría dejar testigos intentó disparar, pero el arma no respondió por lo que sacando nuevamente la navaja se abalanzó sobre el hombre asestándole un apuñalada en la boca, rematándolo posteriormente de un tiro en la cabeza. Una de las niñas, Magdalena de seis años trató de huir buscando refugio en la cocina. El criminal la persiguió y de un solo tajo le secciono la yugular, degollándola. El salvaje ciego de ira revolvía los muebles de la casa sin parar buscando el dinero.

Antonia Córdoba que pese a recibir un disparo en la cara seguía con vida llegó arrastrándose hasta la cocina presenciando la muerte de su hija mayor. Cintabelde viéndola aún con vida volvió a pedirle que le dijera donde estaba el dinero. La mujer pidiendo clemencia le indicó el sitio. El criminal le respondió con un nuevo disparo. La mujer sin fuerzas quedó desvanecida en el suelo, pero no había muerto.

Cuando el asesino encontró el dinero, trató de borrar pistas. Junto a la mujer llorando se encontraba la otra hija de dos años Maria Josefa. Cintabelde haciendo gala de su extrema crueldad cogió a la pequeña de los pelos y de nuevo utilizando la navaja le cortó el cuello.

Dejando cuatro muertes a su espalda, Cintabelde se guardo el botín en el bolsillo- 24 duros de plata y calderilla- y tras lavarse las manos y la ropa en el arroyo de Las Piedras se dirigió a su casa situada a escasos kilómetros en el paraje de Santa Marina. Allí se cambió de ropa, almorzó y poniéndose sus mejores galas se dirigió a la plaza de Los Tejares convencido de que nadie podría acusarle de nada porque no quedaron testigos, al menos eso es lo que creía, porque Antonia pese a las graves heridas sufridas tuvo suerte y sus gritos de socorro fueron escuchados por unos labradores que pasaban cerca del cortijo. La mujer lo contó todo antes de morir identificando al autor de los crímenes.

Conocido el tremendo suceso, el teniente de la Guardia Civil, Vicente Paredes que dirigió la investigación llegó a la conclusión de que el asesino estaba sin duda en la plaza de toros. Hasta el coso de los Tejares se fue el oficial de la Guardia Civil junto a sus hombres y tras solicitar y obtener de las autoridades un permiso especial, tras finalizar la corrida, ordenó que todos los espectadores saliesen por una sola puerta lógicamente controlada por las fuerzas de la Benemérita. Allí lo cogieron.

Detenido y en prisión, Cintabelde se volvió muy religioso y pidió casarse por la iglesia con Teresa Molinero, la mujer con la que vivía amancebado. El 26 de noviembre de 1.890 fue juzgado y condenado a la pena de muerte por cuatro delitos de robo con homicidio y lesiones graves. Paso los últimos años de su vida en la cárcel de los Reyes Cristianos.

Su caso se contó en aquellos años en romances de ciegos. Jose Cintabelde Pujazón tenía 28 años y fue ajusticiado el 6 de junio de 1891 a las 8,45 de la mañana sobre un patíbulo que se instaló en la puerta de Sevilla. Fue la última ejecución pública que tuvo lugar en Córdoba.

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