Crónicas desde la ciudad

El amargo exilio de María Enciso (II)

  • Tras recorrer Europa en tareas humanitarias al concluir la Guerra Civil, María Pérez Enciso "María Enciso" (Almería, 1908-Méjico, 1949) se exilió en América donde desarrolló su carrera literaria

LA suerte -la mala suerte- estaba echada y la II República tocaba a su fin. Al tiempo que las tropas franquistas avanzaban hacia Barcelona, miles de personas de toda condición y edad huían despavoridas tratando de ganar la frontera gala. Entre ellas una almeriense joven, culta, concienciada y generosa nacida en el populoso triángulo del Reducto, plaza Pavía y San Antón. María Enciso, delegada de Evacuación Nacional, aceptó la abnegada misión -a realizar con prontitud y eficacia- de rescatar de los campos de refugiados franceses al mayor número posible de niños españoles -hacinados junto a sus madres, hambrientos, enfermos- para alojarlos en hogares dignos de familias belgas. En esta hermosa tarea se hallaba cuando Bélgica fue ocupada por la Alemania fascista. María, acompañado de su hija de corta edad, huyó a Francia y desde el puerto de El Havre embarcó a Inglaterra. El proyecto humanitario quedaba truncado y sólo entonces buscó su propio bienestar y libertad en el exilio americano. De esta azarosa primera etapa de su vida dejó pormenorizada reseña escrita, como si de una catarsis purificadora se tratara.

América, América

Desde Liverpool, después de veinte días de travesía, el convoy civil escoltado por la Marina Inglesa arribó en Barranquilla. Y de allí a Bogotá, donde residió casi un lustro.

Aunque ignoramos el nombre de cabeceras periodísticas concretas, lo cierto es que ejerció la información en Barcelona. Estos conocimientos le resultarán providenciales para subsistir en una tierra extraña, aunque hospitalaria en su acogida en el verano de 1940 por la colonia de expatriados españoles. En la ciudad bogotana colaboró en Sábado, Revista de las Indias y Tiempo, abordando temas muy variados. Sin embargo -las necesidades económicas lo exigían- también tuvo que firmar columnas más livianas y populistas; caso del semanario Paquita del Jueves (Méjico) y en Diario de la Marina, de La Habana, en la sección "Moda femenina". En Colombia publicó sus dos primeros libros: "Europa fugitiva" y "Cristal de las horas".

Por razones no aclaradas, vivió unos meses en La Habana en casa del periodista español Eduardo Ortega y Gasset, hermano mayor del célebre filósofo y escritor. En 1945 se afincó definitivamente en México D.F., hasta su fallecimiento en marzo de 1949 -"muerte callada y a destiempo"-, fecha en la que cumplía 41 años de edad. Aquí ejerció de maestra, trabajó en las redacciones de El Nacional y Las Españas y publicó el poemario "De mar a mar" y el de ensayos "Raíz al viento" (título descatalogado y del que localizamos un carísimo ejemplar).

Antonina Rodrigo recogió en la revista andaluza Meridiana el testimonio de Mercedes Rull Alonso, almeriense a la que conoció en Cuba; fiel compañera en los postreros momentos de su vida y persona que en ese amargo trance se hizo cargo de la niña. Diagnosticada y operada de apendicitis, una mala praxis médica se llevó a María de los Dolores Pérez Enciso a la tumba:

"Aquella muerte fue horrible, un caso de mala suerte y de negligencia porque ella no estaba enferma, era una mujer alta, bien desarrollada, llena de salud". Mercedes concluye con un párrafo sorpresivo: "Avisamos al marido a Colombia, vino y se llevó a su hija, tenía entonces trece años, nunca hemos sabido más de ella..."

Rosita del Olmo

Reconocía Arturo Medina Padilla en su magnífica y única biografía sobre nuestra mujer que "he fracasado en mi intentos de conectar con el hermano y con la hija". Ahora, con más tiempo y medios a nuestro alcance, estamos en disposición de cubrir ciertos huecos biográficos, tampoco todos. En Barcelona nació su hija y el benjamín de los hermanos (1917), y no en Almería. En la Ciudad Condal se quedó -tras divorciarse, acogido a la Ley de 1932- el empresario José del Olmo, su primer marido; del que se apunta que ejerció de juez en Cataluña durante la Guerra (posiblemente María tuvo como segunda pareja sentimental al militante de izquierdas Ramón Costa). La madre, Dolores Enciso Amat, permaneció en su tierra natal malviviendo de una mínima mercería en La Almedina; en la posguerra se trasladó a Villa Dolores (Zapillo), hasta su muerte por "asistolia" (07/04/1961), atendida en el sanatorio Artés Guirado por el doctor don Paco Pérez.

Nacida en 1937 y conocido el testimonio de la marcha con su padre a Colombia (¿o era realmente su tío Guillermo y Venezuela el destino?), por el programa de la Unesco, "Mujer y Ciencia", sabemos de Rosa adulta. Una profesional de reconocido prestigio académico y gubernamental en el continente americano; comprometida en la lucha contra la drogadicción y a favor de los derechos de la mujer andina. Falleció en diciembre de 2001:

"Socióloga por la Universidad de Wisconsin, master en Criminología por la Universidad de Cambrigde y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela, ejerció su docencia en ésta Universidad Central; así como en universidades de Méjico, Puerto Rico y Estados Unidos. Fue directora de Ciencias Penales y Criminológicas de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, autora de libros, conferenciante, etc. etc".

Su tío no le va a la zaga en cuanto al extraordinario currículo desarrollado en aquella nación. Tras concluir muy joven los estudios de Psiquiatría, huyó de España y fue asimismo internado en un campo de refugiados en Francia, del que su hermana logró rescatar y llevarlo con ella a América. En 1947 era profesor del Instituto Pedagógico Nacional de Venezuela; país en el que está considerado Maestro y Fundador de los Estudios de Psicología. Falleció en Caracas en febrero de 2007. Otro especialista español escribía:

"…En fin, Guillermo Pérez Enciso era un joven licenciado en 1939 por la Universidad de Barcelona, con una activa participación social y política en la vida universitaria…".

Almería arábiga…

Citadas sus obras -en prosa y verso- Europa fugitiva, Cristal de las horas, De mar a mar (con introducción bellísima de Concha Méndez) y Raíz al viento, en las que Almería siempre está presente y a las que no desisto regresar, valga una espigada gavilla de letras dignas de ser cantadas por soleares, alegrías o fandangos:

(A la torre de La Vela)

¿Por quién doblará,

mientras se oye a lo lejos

la voz del mar?

De cal y agua

más blanca todavía

yo te soñaba

Al aire la vela blanca,

lejos la caliente arena,

una noche en alta mar

en un barquito de vela

Pa cantar el fandanguillo

que dé pena y alegría,

es preciso haber nacío

en un barrio de Almería

Tengo una manuela nueva

con cuatro jacas castañas

y el novio más salaíllo

que calienta el sol de España.

¡Almeriense y morenillo!

Suscribo en su totalidad un párrafo reivindicativo del profesor Medina Padilla, pese a que indefectiblemente caerá, salvo intercesión divina, en el mayor de los olvidos:

"… En nombre de aquella Almería -y de ésta-, en honor de María Enciso, recuperemos para la Almería de todos a una de sus hijas más insignes. Es de justicia. Que es, por añadidura, asunto de inteligente doctrina cultural". Así sea.

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