De libros

El hombre sobre la tortuga

  • El escritor británico Terry Pratchett, autor de la saga de 'Mundodisco', muere a los 66 años víctima del alzhéimer.

Lo contaré para aquellos (pocos, supongo) que no lo conocían. Terry Pratchett (sir Terry Pratchett) era un señor que lucía barba blanca de mago y estrafalarios sombreros de ala ancha y que murió este jueves a los 66 años, en su casa, en su cama, con su familia rondeándolo y su gato durmiendo al lado. 

Diríamos que Pratchett era escritor, un prolífico escritor, de hecho, de imaginación desbordante. Sólo su serie de Mundodisco, que inició en los 80, la integran 40 títulos. Si hablamos de cifras, el hombrecillo del sombrero podría haber vendido unos ochenta millones de ejemplares a nivel mundial. 

Pero los que lo leíamos, los que muy pronto comenzamos a leerle, sabemos que Terry Pratchett era de verdad un mago -y, a qué decirlo, no es que precisamente se preocupara de disimularlo-. Él solito levantó un Universo que ahora mismo oscila peligrosamente, sobre los lomos de cuatro elefantes aturdidos que hacen equilibrios, a su vez, sobre el gran caparazón de una tortuga gigantesca y a estas alturas, presumimos, amnésica. 

Tal vez adivinen (y acertarán) que Terry Pratchett detestaba la ortodoxia, y lo que se suponía constituía la excelencia literaria y sus guardianes. Y bien que hacía. Tal vez por eso se le ocurrió escribir semejante saga de fantasía sin fin, inscrita en lo que ahora clasificamos como young-adult. Desde El color de la magia, como decía ayer algún fan, sus historias nos han hecho reír y pensar. No había nada de lo que Pratchett no sacara unas sonrisas. 

Es difícil entender que escribiendo fantasías naif uno pueda aprender a ser mejor persona, a observar con ternura y una pizca de paciencia este desastrado mundo -del que Mundodisco no es sino un espejismo un tanto más revolucionado-. Pratchett ironizaba todo lo que tocaba y, a la vez, lo enternecía. No hay neopagano al que no se haya ganado, digo yo, dibujando un coven tan desestructurado como el de Brujerías (Wyrd Systers) o con Tiffany, su bruja adolescente. No puede haber nada más demoledor que la Muerte tomándose un año sabático y escogiendo como sustituto a un chaval arguellado. O un dragoncillo con tremendos problemas de reflujo en sus estómagos. Ni nada más definitivo que desarrollar una fábula con un gato filibustero y unos ratoncillos en busca de su propio éxodo y conseguir que un adulto te lea. "La imaginación, no la inteligencia -decía sir Terry Pratchett- es lo que nos hace humanos". 

"El mundo ha perdido a una de sus mentes más brillantes y agudas -declaraba ayer Larry Finlay, el responsable de Transworld, el sello de Random House con el que publicaba-. A lo largo de sus más de setenta libros, Terry contribuyó a enriquecer este mundo como pocos antes que él han hecho. Como todo el que lo leía sabe, Mundodisco era el vehículo para satirizar esta realidad, y lo hizo con brillantez, con una gran habilidad, tremendo humor y una constante inventiva". 

Imaginen qué gigantesco disgusto fue enterarse, hace unos años, que un creador semejante sufría alzhéimer. Tantos mundos y tan poco tiempo. Como podría decir alguno de sus personajes, la vida es corta, puta y dura. Aun así, Terry Pratchett se las arregló para seguir escribiendo mientras pudo -y ese mientras pudo fue hasta el verano pasado- y aprovechó su condición para convertirse en adalid de la causa por una muerte digna. Una de sus últimas contribuciones fue para el documental de la BBC Choosing To Die, sobre el suicidio asistido. 

Si yo fuera Muerte (su Muerte), al toparme con sir Pratchett de frente no habría tenido más remedio que decirle: LO SIENTO.

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