Cultura

Samanta Schweblin y la búsqueda de lo insólito

  • La argentina gana el IV Premio Ribera del Duero de relato breve con 'Siete casas vacías'.

La argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) se hizo ayer en Madrid con el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero por el libro Siete casas vacías, un conjunto de relatos en el que esta autora, que con Pájaros en la boca se convirtió en una de las voces más celebradas de la actual literatura hispanoamericana, regresa al cuento tras su nouvelle Distancia de rescate. "Sí, parecía que me iba a dedicar a escribir novelas después de eso, pero volví al mundo del cuento", afirma en una entrevista con este periódico, aunque niega que ese retorno suponga alguna "militancia" con respecto al formato. "No me siento y digo: Vamos a escribir un cuento de siete páginas y media. Para mí eso es imposible. Lo que yo tengo son determinadas ideas que, incluso en su estado más germinal, ya me dan pistas muy claras de cuál es la longitud que voy a necesitar, así como el género en el que se van a mover o el tipo de narrador que va a tener. Me costaría mucho desobedecer ese instinto. Y creo que estaré siempre supeditada al tipo de ideas que tenga, y no tanto a si me apetece escribir una novela o un cuento", señala.

Un jurado presidido por Rodrigo Fresán y compuesto por Jon Bilbao, Pilar Adón, Andrés Neuman y la ganadora de la edición anterior del premio, Guadalupe Nettel, además del editor Juan Casamayor y Enrique Pascual y Alfonso J. Sánchez, por parte del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero, eligieron la obra de Schweblin entre 856 borradores de 33 países, un libro del que destacaron la "normalidad rara" que retrata, su atracción por "los conflictos vecinales, los amores desviados y las formas más singulares de la ternura".

En Siete casas vacías, que publicará Páginas de Espuma a finales de mayo, Schweblin continúa retratando la extrañeza desde esa perspectiva lúcida e inquietante que caracteriza su obra, pero esta vez, considera, se advierte en sus narraciones un viraje hacia otros territorios. "Siempre tuve una búsqueda de lo insólito, pero hasta ahora ese elemento extraño aparecía en el mundo de lo fantástico. Y esta vez, lo que hace diferente este libro, es que son cuentos absolutamente reales, que suceden en un entorno cotidiano, que pueden pasarnos a cualquiera de nosotros", expresa sobre su nueva propuesta. Para argumentarlo apunta a uno de los asuntos que aparecen en las historias: "Por ejemplo, la locura es un tema importante, pero no es esa locura de manicomio la que me interesa, sino una locura sana, ese pequeño lapsus que uno tiene en el que encuentra una solución incoherente, pero que en ese momento es tan sensata o tan efectiva para solucionar lo que está pasando. Una locura que es una válvula de escape", reflexiona la escritora, que en su nueva colección de cuentos también disecciona la torpeza de las relaciones humanas. "Me intriga ver cómo fallan en los intentos de comunicación, exploro los vínculos entre hijos y padres y padres e hijos, creo que la intención de proteger o de formar de los padres es también una forma de deformar, de controlar, de transmitir miedos y prejuicios, como una suerte de tragedia. En mi libro, los padres viven con mucha culpa cada buena intención que tienen hacia sus hijos".

La narrativa perturbadora de Schweblin no tiene miedo a mirar el lado turbio de la vida, y en Siete casas vacías se suceden temas graves como la vejez, la enfermedad o la pérdida de un hijo, pero su creadora matiza que no se trata de "un libro oscurísimo o terrible". "Hay algo de humor en el conjunto, no un humor de reírse a carcajadas, sino un humor contenido", di'ce. También promete Schweblin esa sutileza con la que, bajo un estilo aparentemente benévolo, acaba noqueando a quien se adentra en sus historias. "Siempre digo que cuando uno escribe, escribe en la página en blanco, pero también en la cabeza del lector. Las cosas de más peso en un texto las termina diciendo éste, aunque sea en voz baja y para sí mismo", asegura. Y añade una imagen rotunda sobre el espíritu salvaje que encierran sus relatos: "Al inicio se transita desde una lectura amigable, pero mis historias son como un perro que no te va a morder pero finalmente te muerde, una criatura que es tibia, suave... y que cuando no te lo esperas te ataca".

Schweblin, ganadora de otros galardones como el Juan Rulfo o el Casa de las Américas, suma ahora a su trayectoria "uno de los premios más importantes para cuentos en habla hispana", el Ribera del Duero, dotado con 50.000 euros. "No escribí el libro pensando en el premio, pero me gusta tanto corregir, releer, soy tan controladora con lo que hago que para los tres libros de cuentos necesité un premio para poder darlos por terminados, para que me los quitaran de las manos. Me ayudó mucho el plazo de entrega que marcaban las bases para poder cerrar una etapa".

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