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Un banquillo roto y muy poco más

  • En pleno campaña para erradicar la violencia de los estadios, el universitario Nono se gana el reproche de la afición por pegar un puñetazo al banco El filial despide el año con cuatro partidos sin marcar un gol

No va a pasar el partido de ayer, el último de 2014 en el Mediterráneo, por la exhibición de fútbol que dieron dos gallitos de la categoría, pero sí por la lección que recibió Nono, exjugador rojiblanco que vino como extremo izquierdo del líder.

El veloz futbolista fue cambiado a falta de veinte minutos para el final después de su discreta actuación. Se marchó ciertamente enfadado, como cualquier jugador que no está contento con su juego, pero no todos son tan violentos ni lo pagan con cosas que no son suyas. Después de tirar una botella de agua al suelo y desperdiciarla, que ya es para hacérselo pensar pues juega en una tierra tan seca como Almería, le pegó un porrazo al banquillo y rompió la placa de plástico que lo recubre. Un comportamiento impropio de un profesional del fútbol, máxime ahora que toda la sociedad se ha concienciado para erradicar a los violentos de los estadios y del deporte en general.

La afición no se lo perdonó. Además de que cuesta su dinero arreglarlo, en las gradas había jóvenes que se llevaron una muy mala sensanción. El árbitro no le había dado la menor importancia al acto, pero al ver que todo el Mediterráneo silbaba al jugador murciano, se acercó al maltrecho banquillo y le enseñó tarjeta amarilla. Sí señor, la hinchada almeriense dió toda una lección de señorío y deja claro que está concienciada con la lacra de la violencia.

Eso fue lo más destacado del partido, así que figúrense que no fue un prodigio futbolístico, sino más bien un bodrio táctico en muchos momentos. El líder demostró en Almería que está en lo alto de la tabla por su fortaleza defensiva no por su capacidad ofensiva, una manera de jugar al fútbol que ha existido toda la vida y que no es más sonrojante que otras mientras que sea efectiva. Buena nota ha tomado el primer equipo rojiblanco como demostró en Vigo. Los chavales de Miguel Rivera, que siguen cumpliendo jornada a jornada con el camino de lograr el objetivo de la salvación, fueron los que más intención pusieron para llevarse los tres puntos, pero la puntería hace algunas jornadas que se ha perdido. Aquellos cuatro partidos de sanción a Dani Romera están pasando una cara factura, puesto que el cañaero estaba en un momento muy dulce y le está costando arrancar.

Fue suya la cabalgada más importante de la primera parte, un balón recuperado al UCAM cuando los defensores estaban saliendo para que Romera se la jugase. El ariete tiró dos buenos quiebros y se hizo un hueco ante los centrales, pero le pegó mordida a la pelota y fue cómoda a las manos de Escalona. La ansiedad le pudo, los nervios no estaban controlados. Al borde del descanso pudo desquitarse de su error, pero faltaron unos centímetros para que se cantara gol. Gáspar centró con mucho talento desde la izquierda y la cabeza del cañaero se adelanta a la de los centrales Pérez. Dos "¡uy!", poco bagaje en un partido entre dos equipos situados en la zona alta, pero los pocos riesgos tomados por los murcianos tampoco favorecían al juego local.

Con el cansancio hubo algún que otro espacio más, en los que se supo colar Puertas. Pero no encontró buen socio en un Hicham desconocido, fallón, precipitado. El internacional marroquí no está centrado y ha perdido la titularidad por méritos propios. Suyos fueron dos malos lanzamientos desde la frontal.

Pasada la media hora de la segunda parte, el balón dejó claro que ayer no quería besar las mallas. Prefirió chocarse con el larguero, después de una falta sacada con suliteza por el guante izquierdo que tiene Iván Sánchez, antes que alojarse en la meta visitante. Por suerte, una vez rebasados los cuatro minutos de descuento, un cabezazo a bocajarro de Dani Pérez se marchó al fondo. Un punto que sabe a poco, pero frente al líder hay que valorarlo.

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