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El trono es para el rey

  • Por convencimiento y siendo muy superior, Unicaja alza su décima Copa del Rey en Cáceres Teruel inquieta sólo en los lapsus, pero sucumbe ante el bloqueo ahorrador

Rey no hay nada más que uno y ése vuelve a ser Unicaja. Cierto es que en los últimos años, los cortesanos turolenses se sublevaron, aprovechando la la crisis económica y el poco apego que tiene el almeriense hacia los equipos que le representan en cualquier deporte que no sea el fútbol. Fueron tiempos difíciles, en los que no quedaba otra que hincar la rodilla y mirar con cierta envidia al trono del que le habían desposeído. Hasta que llegó Piero Molducci y cual Cid Campeador, comenzó a ganar batallas para recuperar el cetro del Rey del voleibol.

En Cáceres, tierra de conquistadores, Unicaja Almería levantó su décima Copa de Su Majestad el Rey. Diez Superligas y diez Copas, un imperio de leyenda del que debe de presumir la ciudad. Lo mejor no es lo conseguido hasta el momento, dos títulos de dos [la Supercopa de España cayó a finales de verano en El Ejido], todavía puede estar por caer un hito que merece el equipo capitaneado por Jorge Almansa. Invicto en la Superliga, todo hace pensar que el triplete es posible. Tiempo al tiempo, pero es que Unicaja ilusiona y a los héroes hay que pedirles hazañas.

Decir que el partido de ayer fue sencillo parece una sobrada, mejor pensar que Unicaja lo hizo fácil porque tiene calidad a raudales en sus filas. Hubo momentos en los que sufrir, como en cualquier gran contienda. España se perdió en pocos meses a manos de los árabes y la Reconquista duró más de setecientos años. Los de Molducci, paso a paso, batalla a batalla, han ido recuperando el honor y el prestigio arrebatado, y ayer pusieron la pica como los grandes campeones, siendo tremendamente superiores a un rival archiconocido y con una afición ilusionada, animosa, encantada y, sobre todo, respetuosa con el vencido. Esto es deporte y Unicaja y Teruel son dos buenos deportistas, como queda patente en la mayoría de finales de los últimos años, salvo honrosas excepciones.

Desde el inicio, los de Molducci salieron con las ideas bien claras. Querían y sabían cómo doblegar al equipo del almeriense, del ahorrador, del verde, Carlos Carreño. Aunque por motivos laborales está ahora en Teruel ganándose la vida, Charly forma y formará parte de por vida de los blasones del club más laureado del voleibol español. Tomaron las riendas del primer set, gracias sobre todo a un buen saque, que impedía a Fran Ruiz y Barcala atacar, y a un bloqueo maravilloso comandado por las torres Marcilio, Borja y Hage. Sin demasiadas complicaciones, cerrando con la autoridad mostrada también en semifinales ante Ibiza, los de Molducci se hacían con el primer set.

La madre del cordero estuvo entre el segundo y mitad del tercero. Teruel se jugó el todo por el todo y a punto estuvo de salirle bien. Como buen estratega, Carreño situó todas sus divisiones en un flanco y los ataques hicieron daño en las huestes verdes. Posiblemente más por falta de atención que por la capacidad turolense, la balanza comenzaba a inclinarse hacia el rival. Teruel empataba a uno y tomaba distancias en el tercer set.

Hasta que Piero Molducci dijo hasta aquí hemos llegado. Fue pedir un tiempo muerto, dar cuatro consignas con 20-21 en contra, y Unicaja volver a funcionar como una máquina perfecta. Ya no había fisuras en el bloqueo, la muralla se había cerrado a cal y canto, y los cañones de Almansa y Hage hicieron el resto. Dos set a uno y la Copa del Rey ya se acariciaba.

De las caricias se pasaron a los besos, brincos y abrazos en cuestión de minutos. Teruel había claudicado y no hubo cuarto set. El capitán Almansa sacó el estandarte verde a pasear y pronto se iba a firmar el armisticio. El Rey entraba triunfante, feliz por pasear con orgullo y honor el nombre de su ciudad, Almería. Su legado se hizo ayer más grande, sobre todo por ese teniente coronel procedente de Italia. Unicaja, el trono español sigue siendo tuyo.

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