Análisis

Los antisistema estaban dentro

  • Los malos comportamientos de los políticos que hoy ocupan las noticias son los que de verdad erosionan los pilares del sistema y despejan el terreno para quienes quieren eliminarlo.

Cuando dábamos por terminadas las sorpresas desagradables derivadas de la deshonestidad de algunos actores políticos, y esperábamos que sólo hubiese noticias de la evolución de las causas iniciadas, nos hemos encontrado en los últimos días con la revelación de que los malos comportamientos no habían finalizado por completo y que algunos anteriormente desvelados parecen tener más amplitud de lo que se presumía.

Es inevitable, y además es sano, que un buen número de españoles se indignen, una vez más, ante hechos de esta naturaleza, que no por repetitivos dejan de ser intolerables. Tanto los hechos como las tácticas de elusión de las responsabilidades.

Es comprensible que muchos españoles tiendan a generalizar, sin tener razón, estos comportamientos a toda la clase política salvo a los todavía vírgenes y que crean que las prácticas irregulares constituyen una característica de nuestras administraciones. Esto no es cierto, claro, si se pone en relación el gasto público presumiblemente afectado con el total del mismo, o la proporción de políticos investigados o encausados en relación al total de ellos. Pero los matices en los análisis suelen ser, en general, fruto de la experiencia (o de los años, si se prefiere) y resultado de intentar comprender objetivamente el porqué de un problema. Es, pues, explicable que muchos españoles, en su pensamiento y en su voto, generalicen la deshonestidad a toda una gran parte de la clase política. Insisto en que sin razón.

Estaban equivocados quienes creyeron ver en el movimiento del 15-M una acampada heterogénea, formada sólo por personas que reclamaban que el Estado solucionase todas las necesidades materiales junto a muchos a quienes no gusta la economía de mercado, fundamentalmente porque no alcanzan a comprender su funcionamiento, y creen que es causa de todos los males de este mundo. Para lo cual, si es necesario, se ignora su descomunal contribución a la reducción de la pobreza y se hace emerger la desigualdad como el mayor problema y el asunto prioritario a resolver. Claro, como ya no se puede achacar al capitalismo que cree pobreza se le achaca que, inevitablemente, crea desigualdad y que por ello no sólo es malo, sino que es imprescindible mayor acción del Estado.

Pero hay bastante más en quienes allí estaban acampados. Era una preocupación por la calidad deteriorada de nuestro sistema democrático, la poca finura y selectividad con la que se aplicaba y se siguió aplicando la inevitable contención del gasto público, y por faltas en la ejemplaridad exigible a todo responsable público.

En buena medida, los votantes de Podemos responden a este perfil, al menos una gran parte de ellos. Y no creo que deban ser juzgados sólo por la variabilidad o los camuflajes ideológicos de su principal dirigente. No son una legión de seguidores incondicionales, sino personas que encuentran imposible verse representados por los hasta ahora principales partidos. Éste es, a mi juicio, uno de los problemas centrales. No es que se reniegue o se minusvalore la Transición, sino que el camino discurrido en España se ha alejado de los ideales originarios y no se aprecia, me temo que con alguna razón, que los mencionados partidos sean capaces de enderezarlo. ¿Qué se responde a quien afirme que uno de ellos no es ni capaz de enderezarse a sí mismo, y que la dirigencia máxima del otro parece ayuna de ideas verdaderamente nuevas y sigue manejándose con lugares comunes y lemas que por repetidos se quedan vacíos? Por no mencionar que en ambos lados ha habido casos de comportamiento sonrojante.

Por otra parte, la ausencia de explicación suficiente del porqué de las reformas y de la contención del gasto, menor de la que parece, en estos años ha calado, sin duda, en buena parte del electorado. Se le ha dicho a la ciudadanía qué había que hacer y por qué había que hacerlo, pero no el para qué. No se han señalado más metas que el cumplimiento del compromiso de déficit público, como esperando que los ciudadanos comprendiesen por sí solos las consecuencias del incumplimiento. No se ha explicado, ni bien ni mal, que si no se atiende el servicio de la deuda el Estado se queda "calado", porque deja de fluir el crédito necesario para mantener su funcionamiento. Y eso es porque no se ha querido explicar la "memorable alianza", parafraseando a Weber, entre el sistema financiero y el Estado de bienestar. Y ni siquiera se han explicado las reformas más significadas, la laboral por ejemplo, de modo que las izquierdas quieren retrotraer la regulación laboral casi al Fuero del Trabajo. Las reformas son muchas veces contraintuitivas, por eso tiene que entenderlas muy bien el que las produce y explicarlas mejor, todas las veces que fuere necesario.

La derecha o los conservadores en España tienen un problema de comunicación de sus acciones y de sus políticas que ya parece genético. Y sin esta comunicación es imposible ejercer la persuasión que necesitan las acciones de gobierno en circunstancias difíciles, para que sean si no compartidas al menos comprendidas. Faltando esto, qué puede pensar el ciudadano corriente, pues que la acción del pasado Gobierno se ha limitado a un ejercicio de contabilidad nacional y a una contención del gasto y a unas reformas más motivadas por la ideología que por la racionalidad. Me temo que ya pasó el tiempo de explicar que no ha sido así, en absoluto.

Pero no son estas acciones de política económica las que han hecho daño al sistema, quizá sí unas formas poco finas en su aplicación y sin la necesaria complicidad de las comunidades autónomas, que son los principales ejecutores del gasto social y quienes ven a los ciudadanos cara a cara. Lo que sí ha hecho daño, verdadero daño, es la ausencia de tensión por la mejora de la calidad de la democracia y por asumir de verdad las obligaciones de transparencia en la acción pública en un país moderno. Y qué decir, finalmente, de los hechos que ocupan buena parte de las noticias. Sus actores son los auténticos "antisistema", porque tienen verdadera capacidad de erosionar sus pilares y despejan el terreno para quienes vocacionalmente quieren eliminarlo.

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