Fabíán C. Barrio. Motero y escritor de viajes

"Viajar en moto tiene un componente masoquista"

  • Ha recorrido casi 80 países y dice que prefiere viajar solo. Acaba de publicar 'Las mejores rutas en moto'.

Fabián Barrio nació en Santiago de Compostela hace poco más de 40 años, pero ya ha recorrido casi 80 países en moto. La mayoría de sus viajes los ha escrito, y ahora acaba de publicar Las mejores rutas en moto (Anaya Touring, 2014). Dice que prefiere viajar solo. "Así soy dueño de mis éxitos y mis fracasos y nadie tiene que cargar con mis malas decisiones". Cuando empezó a viajar no pensaba que fuera a ser su medio de vida, dicho sea en todos los sentidos. Defiende que cualquiera puede hacer estas rutas "si tiene suficiente tiempo y ganas".

-Recorrer el mundo en moto... Debe usted de tener mucho tiempo libre.

-Más bien diría que lo gestiono de otra forma. El ciudadano occidental medio llena su vida con infinidad de cosas que suelen estar vetadas, o se añoran levemente cuando viajas: el sofá y la televisión, la comida con la familia, el supermercado, los atascos. Cuando viajas tienes un inmenso lienzo en blanco ante ti, que puedes pintar a tu antojo. Hay una inmensa cantidad de hastío que llenar, y también momentos de éxtasis. Pero no sé si calificaría mi tiempo como "libre".

-En cualquier caso, parece un trabajo envidiable.

-Sí, había detectado en su pregunta inicial una cierta dosis de envidia. Y lo cierto es que me siento un gran privilegiado. Mi trabajo consiste en vivir experiencias extraordinarias y transmitirlas del mejor modo que sé. No obstante, hay partes de esta labor que constituyen un enorme fastidio que a muchas personas resultaría insufrible: hacer y deshacer las maletas a diario, lavar y colgar la ropa cada noche, la perenne incertidumbre de dónde dormir o comer, las horas de desgarrador tedio esperando un visado, un ferry o una reparación que no llega...

-¿En qué momento del día da por finalizada la jornada? ¿cuándo se toma el día libre?

-Si lo tomamos como un trabajo, la mayor deformación profesional del viajero es que siempre está alerta. Me resulta difícil caminar por una ciudad -especialmente si no es la mía- sin prestar atención a detalles infinitesimales: carteles de pensión, tascas baratas, espacios donde aparcar, monumentos inverosímiles, mercados pintorescos: todo ello es analizado constantemente en busca del ángulo para retratarlo, de la historia humana sobre la que indagar, de su precio. En ese sentido, no descanso nunca. Una jornada normal, cuando viajo, comienza tarde, a eso de las once, porque valoro muchísimo las horas de descanso. Usualmente conduzco hasta las cuatro de la tarde y, cuando el sol comienza a declinar, comienzo a buscar cobijo. Prometí a mi abuela que nunca conduciría de noche, y casi siempre he podido cumplir esta promesa. Y luego viene la incesante búsqueda de estampas y vivencias.

-No sé si eso está bien pagado.

-Creo que tengo el trabajo mejor pagado del mundo, a pesar de que las alarmas de los bancos suenan a mi paso...

-¿Es realmente cierto eso del viento en la cara, el horizonte abierto, el destino incierto...?

-Rotundamente sí. Sería difícil de explicar cómo vive el cerebro humano estas sensaciones. Es una desconcertante mezcla de plenitud y de vértigo, de éxtasis y dolor. Porque hay un componente masoquista importante, no se puede hacer una tortilla sin romper huevos, y no puedes sentir el sueño místico de conquistar el planeta sin renunciar a infinidad de cosas. Pero sí, es cierto, el viento en la cara, el horizonte lejano, la incertidumbre son sensaciones inherentes a la vida del nómada. Y son sensaciones, además, que enganchan.

-¿En dónde está ese componente masoquista?

-Hay un componente de sufrimiento físico más que evidente: duelen los riñones, enfermas con cierta frecuencia, pasas un frío endemoniado o un asfixiante calor y duermes a saber dónde. Y también una parte de tu viaje se vive con una gran sensación de aislamiento y desamparo.

-Aunque sea difícil de contestar ¿qué ruta repetiría una y otra vez?

-Yo soy muy de Asia, y en concreto Tailandia me parece un país simplemente asombroso. La gente, las costumbres, la cultura, la música, la gastronomía y los paisajes hacen que la experiencia sea redonda. Tiene un punto un poco alocado, y un punto ordenado y disciplinado también, en su justo equilibrio. Si tuviera que centrarme en América Latina, optaría por Perú, que por cierto disfruta de una de las mejores gastronomías del mundo. De África, destaco Zanzíbar, una isla en el Índico que es la definición de paraíso en tierra.

-¿Y cuándo ha dicho no vuelvo a hacerlo?

-Aproximadamente, uno de cada cuatro días. Es lo que yo llamo la hipótesis del enanito. Días en los que, si apareciera un enanito con una cajita con un botón y dijera "¡¡Si pulsas el botón te devuelvo a la comodidad de tu casa!!", lo apretaría hasta convertir mis dedos en muñones.

-¿Por qué es mejor viajar en moto que en coche, por ejemplo?

-Esta es la típica pregunta de alguien que no monta en moto. En la moto, cuando hace frío te hielas, cuando hace calor te abrasas, cuando llueve te empapas. Sientes los olores, los colores del camino, estás pendiente de cada átomo de asfalto. Y la gente se te acerca mucho más, todos quieren saber a dónde vas y de dónde vienes. Además, está la comunidad motera, presente donde quiera que vayas, siempre dispuestos a conocerte y a brindarte su hospitalidad. Es un vehículo idóneo para viajar, la verdad.

-¿En qué momento ha odiado a su moto?

-Casi todos los días. Se establece una relación con la moto que trasciende a la que tienes con cualquier otro objeto. Dependes de ella. Te proporciona éxtasis y se empecina en no continuar. Agota sus energías o carcome tu paciencia. Siempre que me preguntan si estoy casado, la señalo y digo: "Sí, ella es mi esposa".

-¿Piensa seguir, o ya ha tenido bastante?

-¿Me está preguntando usted si he vivido ya suficiente vida?

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios