Las claves

Pilar / cernuda

La investidura

Sánchez y Rivera sienten animadversión por Rajoy, más allá de sus diferencias.

Complicada papeleta la del rey Felipe estos próximos días. Inicia la ronda de conversaciones con los dirigentes de los partidos con vistas a proponer un candidato a la investidura, pero desde el 26 de junio, en lugar de advertir un mínimo sentido de Estado en los dirigentes de la oposición para permitir que gobierne quien ha ganado las elecciones, lo que se ve es que tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera se niegan a aceptar el resultado electoral, en el que los dos perdieron centenares de miles de votos y escaños. Se empeñan en bloquear el camino de Mariano Rajoy, por el que sienten una animadversión personal que va mucho más allá de las lógicas diferencias políticas. Una actitud que con toda seguridad ha tenido que ver con el empeoramiento del resultado de junio respecto al que habían logrado en diciembre: no gusta que los candidatos tengan poca altura de miras y se muevan por cuestiones ajenas al trabajo político.

Cualquiera que tenga oportunidad de cambiar impresiones con dirigentes socialistas nota que a Sánchez no le gusta nada la idea de ser el único candidato a la presidencia de Gobierno que no tuvo éxito en la investidura. Nada le gustaría más que tener a Rajoy de compañero de ese tipo de fracaso. Y cualquiera que tenga oportunidad de cambiar impresiones con dirigentes de Ciudadanos nota que Rivera quiere provocar un cambio de cartel en el PP. Saca a colación permanentemente la corrupción de ese partido, pero ese argumento se viene abajo cuando se analiza cómo ha apoyado a candidatos y partidos "contaminados" sin que se le haya movido un músculo. Así que no cuela, como diría su portavoz en Cataluña, Inés Arrimadas. Da vueltas a la abstención y sólo habría voto afirmativo si el PSOE se abstuviera en la investidura; el PSOE por su parte se mantiene en el no mientras Ciudadanos no anuncie el voto afirmativo. La pescadilla que se muerde la cola.

En ese escenario, la posición del Rey es complicada, pero encontrará cómo resolverla. Escuchará a todos y sacará sus propias conclusiones. Una, que Rajoy no tendrá los votos indispensables para ser elegidos. Dos, que nadie quiere terceras elecciones, que perjudican a España en general. Por otra parte, si Rajoy no es elegido, difícilmente lo será un Pedro Sánchez que cosechó ya un fracaso rotundo a pesar de tener entonces mayor número de escaños que ahora.

¿Cabe que el Rey decida dar más tiempo para seguir intentando el acuerdo? Cabe, y a lo mejor se inclina por esa salida. Pero el obcecamiento de Sánchez y Rivera no hacen presagiar que ni siquiera con más tiempo para negociar acepten finalmente que los hechos son tozudos, han perdido las elecciones y es inadmisible el bloqueo.

Esas consideraciones no las puede trasladar el Rey a los dos políticos, pues cumple estrictamente su papel constitucional. Ojalá pudiera… Porque hace falta sensatez, aunque sea inducida.

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