Los Ángeles

Un largo caminar hasta el centro

  • Los penitentes se dirigieron a la casa de hermandad para recoger a la Virgen

El barrio de Los Ángeles se hizo Jerusalén para ver peregrinar penitencialmente a la cofradía de Nuestra Señora de Los Ángeles, haciéndose la periferia centro, y el centro periferia al contemplar un cortejo procesional cargado de prestancia fervorosa y devocional hacia la imagen de la Virgen de los Ángeles, en la que los fieles a lo largo de toda la Estación no dejaron de acompañar, piropear, venerar y rezar.

El cortejo procesional se organizó en el interior de la sede canónica, en la que se realizaron las preces de ritual por el Rvdo. Ángel Beltrán Velasco, quien recordó la actitud que debe de tener el nazareno, el cofrade, que ha de saber el Misterio Pasional que representa el paso de la Cofradía; y a continuación, marchar la comitiva, presidida por la alzada Cruz de Guía, símbolo de la Redención.

El cortejo integrado por ciento cincuenta nazarenos, revestidos con la túnica blanca, capa, antifaz y cíngulo celeste, portando cirios blancos, y una treintena de mujeres cofrades vestidas con la clásica mantilla, llegaron a la casa de hermandad, y tras la llamada protocolaria, por tres veces en la puerta, por el hermano mayor, se abrió el inmenso portón, y fueron recibidos por la imagen sagrada de la Virgen de los Ángeles, entre los aplausos sentidos de los miles de personas que se agolpaban en la salida, para comenzar la Estación de Penitencia.

Todo un barrio, haciéndose templo y oración, en torno a su Virgen, donde la luz se hizo pañuelo para enjugar las lágrimas de María de los Ángeles, armonía prodigiosa de Dubé de Luque, bajo palio, la luminosidad del ascua de la candelería y con el garboso vaivén de sus costaleros, dirigidos magistralmente por Francisco Salas Frías, hizo posible dejar su sentir en las almas que la contemplaban el pasar por las calles del barrio, arrancándose la primera de la saetas prodigiosas de la voz María Canet.

Atravesó toda la periferia hacia el centro, con fina y cautivada gracia de blancura celestial el Paso de Palio, adornado con rosas salmoneadas, franqueado por miembros del benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, hasta adentrarse, entrado el ocaso del sol, en el casco antiguo de la ciudad, a los sones de marchas procesionales interpretadas por la Banda de Música Los Iris, para ser recibidos fraternalmente, a su llegada a las Iglesias de San Sebastián y Santiago Apóstol, por las hermandades penitenciales del Cristo del Amor y la Soledad.

A la hora fijada, tras solicitar la venia en el palquillo de horas, entró en carrera oficial todo el cortejo procesional, aunque sin el acompañamiento de la Agrupación Musical de Oria, que tenía previsto unirse en carrera oficial.

Toda la comitiva penitencial era empaque y prestancia, hasta llegar el Paso de Palio, de finura y hermosura sin igual, en el qué, la Virgen de los Ángeles, con el toque primoroso de las manos del vestidor Juan Rosales Hermoso, lucía luminosamente saya blanca bordada en oro, manto en terciopelo azul y toca de sobremanto realizadas en los talleres de la Hermandad, estrenándose los faroles de cola de Paula Orfebres y bambalinas laterales del Paso.

En su regreso a su casa hermandad, por la estrecha y cofradiera calle Silencio, fue emocionante su discurrir, gracias a la pericia de los costaleros, que con mimo y esfuerzo hicieron que las bambalinas del Paso rozaran suavemente las manos de los vecinos que se encontraban en los balcones y solicitaban su bendición, siendo el momento estelar, como cada año, el encuentro multitudinario en la Calle Acosta con el Señor de la Sentencia de la Hermandad de la Esperanza Macarena, con claro signo de confraternización cofrade y eclesial de las hermandades de penitencia. En la presidencia, el consiliario Ángel Beltrán, teniente de hermano mayor, camarera mayor, y la parlamentaria Aránzazu Martín.

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