la tribuna

Antonio Chaves Rendón

Túnez: el triunfo de la identidad

LAS elecciones a la Asamblea Constituyente tunecina han dado como vencedor al partido islamista moderado En-Nahda, que ha logrado 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo por la República (CPR).

Desde su legalización el 11 de marzo de 2011, después de años de represión durante el régimen de Ben Ali, el avance del partido islamista moderado liderado por Rached Gannouchi ha ido en aumento. Estos datos, que marcan el posicionamiento político de partida del pueblo tunecino a favor del triunfo de las tesis del islamismo moderado, contrastan con un estudio de opinión publicado por Sigma Conseil en Túnez en mayo de 2011, que presentaban un perfil ciudadano a favor de tesis políticas alejadas de la injerencia religión/Estado. ¿Cuáles son las claves que podrían explicar entonces que frente a este rechazo a la injerencia religión/Estado sea un partido islamista el que haya obtenido el mayor apoyo electoral? ¿Qué supone el partido/movimiento En-Nahda en el imaginario tunecino?

La llegada de En-Nahda y su participación en la construcción de la nueva era democrática tunecina se produce desde una situación de clandestinidad y represión, que lo autopostulan de partida como los auténticos opositores del régimen de Ben Ali.

El partido En-Nahda no sólo presupone en el electorado tunecino un rechazo al régimen anterior, sino, a su vez, un rechazo de todos aquellos, estados e instituciones de carácter internacional que apoyaron y consolidaron en el poder a Ben Ali desde el año 1987. Ese mismo electorado verá en los nuevos partidos surgidos de la revolución una sombra alargada de aquellos mismos países, como Francia, y Estados Unidos, el bloque occidental, que consintieron, toleraron y cuyas empresas se beneficiaron de las concesiones del régimen de Ben Ali, y que ahora apoyan a partidos como el PDP y Ettakattol. Ese mismo régimen que según los cables de Wikileaks, repartía a su antojo las concesiones y adjudicaciones de contratos públicos y que negaba un futuro de progreso a miles de jóvenes. Los mismos jóvenes que desde la web darían visibilidad y sentido a sus reclamaciones y protagonizarían la caída del dictador.

El momento político que vive Túnez en la actualidad guarda similitud con la efervescencia del proceso independentista vivido en los años 50, liderado por el presidente Bourguiba y que culminó en el año 56 a la declaración de independencia de Francia y la construcción del Estado Nacional Tunecino. En aquellos momentos de consolidación del proceso de independencia en el espacio árabe, el debate político marcadamente laico y nacionalista se construyó por oposición a los valores que suponía el control francés. El pueblo tunecino, desde la profundización en sus valores de identidad árabe, supo agrupar la voluntad de todo un pueblo, en pos de un objetivo común, la independencia, encabezado por la figura de un personaje, Bourguiba, que se planteaba como la solución a los graves problemas sociales y económicos del país. Esa esperanza, con el transcurso de los años, y la falta de avances que permitieran cumplir los objetivos colectivos que como pueblo se habían marcado tras la independencia, se trasformará en decepción desconfianza y recelo ante unos lideres incapaces de dar las respuestas a los cambios y avances que el pueblo demanda y espera.

Será este el sentimiento que enarbole Ben Ali para auparse en el poder en el año 1987 y el mismo que a su vez provoque su caída en el año 2011. En definitiva, podríamos afirmar que, a lo largo de estos 55 años, el sentimiento del pueblo tunecino, se ha dejado llevar entre la esperanza y la desesperación, en un movimiento de péndulo. Ahora, de nuevo el pueblo tunecino se encuentra en un estado de generación de una esperanza colectiva alimentada por el proceso revolucionario iniciado el 14 de enero, en el que los tunecinos abiertamente mandaron un mensaje al mundo: el pueblo tunecino, ante todo, quiere ser libre para decidir su futuro, sin injerencias. Y en este deseo de emancipación real del control y del tutelaje occidental, el partido En-Nahda materializa esta aspiración colectiva, en lo que podríamos llamar la Segunda Independencia tunecina.

Ante este nuevo escenario electoral en Túnez, representado por En-Nahda, que puede ser una primera prueba de un fenómeno que podría repetirse en países vecinos como Libia o Egipto, la comunidad internacional cometería un error manifiesto, poniendo en duda la legitimidad de los resultados obtenidos. Si ello se produjera, se pondría en juego no sólo la estabilidad y los cimientos de una débil democracia que comienza a andar como la tunecina, sino la continuidad de los propios procesos de transición iniciados en otros países vecinos como Libia.

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