opinión

Gonzalo Hernández Viciana

Contraseña incorrecta

HACE unos días se han filtrado más de seis millones de contraseñas de la red de contactos profesionales Linkedin. No es la primera vez que las contraseñas de muchísima gente han sido robadas, ni será la última. Continuamente nos encontramos con noticias de gente a la que le han robado la identidad online, y la gente tiene un temor casi atávico a hacer compras por Internet (mientras le da alegremente su tarjeta de crédito a un camarero que desaparece durante cinco minutos). Por otra parte, para pagar nos encontramos con la surrealista situación de que esa misma tarjeta por sí sola no vale, hay que usar un pin, otro número que memorizar, y además hay que presentar otra tarjeta, con una foto en blanco y negro, que dice que sí, que somos quienes decimos ser. Para entrar al correo electrónico, otra contraseña, pero mejor si es de ocho caracteres, y tiene que tener números. Pero mejor que no sean palabras, sino tW03jA6H o algo por el estilo. Y mejor tener contraseñas distintas para cada cosa, con lo que acabamos memorizando (y olvidando) montones de palabras y números. De vez en cuando surge un portátil con lector de huellas dactilares, que nos evita todos esos inconvenientes, pero la tecnología no termina de despegar, porque por lo visto es muy fácil copiar una huella usando celo y plastilina. Los últimos modelos de teléfonos móviles anuncian a bombo y platillo la tecnología de reconocimiento facial: la cámara graba tu cara y con eso se desbloquea. Pero avisan en letra pequeña que si pones una foto tuya también se desboquea: más inseguro imposible. La pregunta, por tanto, es ¿Para cuándo un sistema de identificación bueno, bonito y barato? ¿Tan difícil es saber si alguien es quién dice ser? Con la potencia disponible ahora, ¿No se podría realizar ese mismo análisis de reconocimiento del rostro, pero en tres dimensiones? Usando dos cámaras se puede calcular la profundidad, no sólo grabar videos en la tercera dimensión. La potencia de los nuevos móviles debe ser suficiente para ello, los fabricantes no paran de añadir procesadores que por una vez servirían para algo. Un modelo tridimensional del rostro no se puede falsificar con una foto, y a menos que impriman una máscara como las de Misión imposible, nadie va a hacerse pasar por ti. Ya hay un par de teléfonos equipados con dos cámaras para el 3D, aunque apenas han tenido éxito, porque ver en una pantalla tan pequeña el efecto no llama tanto la atención (la Nintendo 3DS se ha encontrado con el mismo problema). Pero los fabricantes estarían encantados de vendernos equipos con más cámaras frontales y traseras. Quizás al final resulte que el verdadero atractivo de grabar en tres dimensiones sea la seguridad y no el espectáculo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios