V. Hernández / Topares

Una velada para el reencuentro, noche de migas en Topares

La celebración ha congregado a casi 1.500 personas este sábado en la pedanía de Vélez Blanco · El plato rememora la labor de los agricultores de cereal de la zona

Isabel Gómez empuña la sartén con firmeza. A sus 80 años el peso de la paila de migas no le supone un sobreesfuerzo. Ella es 'miguera' de toda la vida. Está acostumbrada a saltear esa materia prima con la que se han alimentado desde siempre los agricultores de cereal de la zona. Topareña orgullosa, desgrana los entresijos de esta tradicional receta sin quitarle el ojo a su marido. "Él siempre es el que las hace pero este año está pachucho".

Alrededor del fuego se juntan familiares y amigos que emigraron del pueblo hace años a ciudades como Barcelona o Madrid. La Noche de las Migas de Topares es justo eso, un momento para el reencuentro con los seres queridos y una de las tantas ocasiones en las que este pueblo perdido en el confín de la provincia se abre con generosidad a todos aquellos que quieran adentrarse en la meseta y visitarlo.

Como cada primer fin de semana del mes de agosto, Topares ha celebrado sus fiestas de verano en Honor a la Virgen de las Nieves, conocidas popularmente como 'Fiestas de las Migas'. El origen de la festividad es relativamente reciente, su punto de partida fue el año 1983, hace exactamente 29 años.

Curiosamente, fue un grupo de jóvenes el que ideó estas fiestas. José Manuel Serrano Navarro, exalcalde pedáneo, fue uno de ellos.

"En verano no había fiestas. Se hacía solo San Isidro. Los más jóvenes estudiábamos fuera y cuando volvíamos de vacaciones nos íbamos a las verbenas de otros pueblos. Un día pensamos en celebrar algo también nosotros y surgió lo de las migas".

Armados de pan, harina, agua, aceite y los 'aderezos' pertinentes, pidieron ayuda a seis o siete personas "de las mayores" para que les enseñaran a hacer el plato tradicional. Al año siguiente repitieron la experiencia y cada vez ha tenido más repercusión. Tanto es así que este sábado se han congregado en este municipio de 281 habitantes 1.500 personas. "La crisis se ha notado, otros años ha habido más gente", asegura Serrano.

Actualmente la festividad pretende ser, además, un homenaje a los trabajadores agrícolas de la zona, especialmente a la gente mayor que cultivó la tradición de comer un plato de migas antes de comenzar la faena. "En verano, cuando se recogía la trilla y antes de irse a la era, los muleros se bebían una copa de anís seco y se comían las migas para reponer fuerzas. Trabajaban de madrugada", cuenta Serrano.

Emulando esta acción, nada más sonar las campanas que anunciaban las 24:00 horas del sábado, los grupos de familiares y amigos comenzaron a hacer sus migas. En la calle, con pequeñas fogatas de leña y los 'avíos' preparados, se cocía el agua de 89 sartenes. El récord ha estado en un centenar, hace varios años.

Para participar, los vecinos deben inscribirse en el Ayuntamiento pedáneo. Por cada sartén se realiza una inscripción distinta y el Consistorio ofrece los ingredientes para elaborar la receta. El mismo sábado se recogen en la oficina municipal y posteriormente todos los participantes reciben un regalo que conmemora la celebración anual. En esta ocasión el obsequio ha sido "una aceitera-vinagrera", muestra una de las vecinas emigradas, María Teresa Herrador.

El humo de las fogatas y el aroma dulzón de las migas invade la plaza del pueblo y sus alrededores incluso después de haber concluido la cena. Después de recoger los enseres, vecinos y visitantes se dirigen a la verbena popular para seguir disfrutando de la noche. Todos juntos, desde niños de apenas un año a ancianos que pasan de los 80, pasan la noche bailando y riendo. Los más aguerridos aguantan hasta las 8:00 de la mañana. La noche más esperada del año se acaba con la promesa del regreso para el año próximo. Será el momento del reencuentro, de nuevo en Topares.

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