República de las letras

Agustín Belmonte

Archivos y funcionarios

ACOSTUMBRADO a la labor de documentación bibliográfica, pero poco ducho en las tareas de investigación en instituciones públicas, me ha sorprendido muy gratamente la atención recibida en el Archivo Histórico Provincial, donde Diomedes, que es técnico allí, se desvive por guiar al investigador neófito hacia las fuentes que más le interesan según el objeto de su búsqueda. Lo mismo digo del Archivo Municipal, donde las funcionarias te orientan, asesoran y atienden con una amabilidad fuera de lo común. En cuantos centros oficiales o privados me he presentado recabando algún dato, algún nombre o alguna fecha, ha sido proverbial, pues ya me lo habían comentado, la amabilidad y la exquisita atención que me han prestado. Igualmente en las oficinas de la Compañía de María o del Colegio de Enfermería. Don Alejandro Buendía, director del Museo de la uva del barco, por su parte, me ha ayudado de forma generosa y desinteresada. Y en el archivo y biblioteca de la Diputación me han atendido siempre de manera muy servicial. Quiero mencionar aquí también al Instituto de Estudios Almerienses, a su director, Rafael Leopoldo Aguilera Martínez, y a su personal, a quienes agradezco su gran deferencia, cercanía y espíritu de servicio.

Y a qué se debe todo esto, se preguntará el lector. Pues ni más ni menos a que ya iba siendo hora de reconocer públicamente el trabajo bien hecho, la atención, la dedicación y la positiva disposición de los funcionarios que nos hacen la tarea más llevadera y nos facilitan el acceso a la información histórica, a nuestro pasado, a nuestras raíces. Y es también una llamada de atención a quienes todavía mantienen reticencias a facilitar datos o documentos a los investigadores. Las instituciones y personas que guardan trozos de nuestro pasado, los papeles, los objetos, los textos o las fotografías antiguas que dan acceso al conocimiento, tienen una gran responsabilidad social: la de facilitar ese cúmulo de datos a quienes se hallan en disposición de transmitir nuestra Historia a las generaciones futuras. El dato, la imagen o el documento cedido hacen que la información resultante sea más justa y veraz. La ocultación de este material puede llevar a errores u omisiones producto de la falta de información. La Historia, incluso la familiar y particular, es de todos. Una enhorabuena rotunda a esos funcionarios: son ejemplares.

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