Otro punto de vista

Raúl Montoro

Sin autoridad

HACE unos días fueron noticia unos hechos que, cada vez más habituales en nuestro sistema educativo, apenas trascienden al conocimiento general. Relatémoslos desde dos prismas diferentes. El primero: un estudiante fue agredido con una regla por un profesor de una escuela en Melilla. Actuación absolutamente censurable. Otra perspectiva, la publicada por la prensa: un profesor discapacitado de una escuela de Melilla agrede con una regla a un alumno ante la falta de respeto, maltrato y burlas a otros compañeros de clase y al profesor. Nada cambia, igual de reprobable ambas actuaciones, aunque con eximente para el educador al actuar en defensa, propia y ajena. Un pensamiento puede invadirnos de repente: el sistema educativo, los centros de enseñanza y, más concretamente, la relación profesor-alumno ha cambiado, y por lo que comprobamos, a peor. Estos sucesos son demasiado cotidianos en centros privados o públicos (en estos en mayor porcentaje), y en muchos de los supuestos el profesor, objeto de amenazas y lesiones (tanto por los alumnos como por sus propios padres), se tiene que "exiliar" a otro centro de estudios. Conociendo desde fuera esta situación, me compadezco del profesional que tenga que sufrirlo diariamente. Y resulta increíble cómo la clase política se enreda en vanas y superfluas disputas cuando de educación de trata, preocupados sólo por cambiar la legislación cada cuatro años (o menos) a base de chutes interesados de dogmatismo partidista, contenidos sectarios y objetivos cortoplacistas, en vez de ofrecer una mayor calidad a la enseñanza, por ejemplo, (re)estableciendo esa verdadera y correcta relación profesor-alumno que siempre había existido (hablo con conocimiento de causa, al menos, en la época de la EGB y del BUP, y también sus antecesoras). La autoridad del maestro y del profesor está en crisis, al igual que muchos de los valores de nuestra sociedad, raíz seguramente de aquella. En la enseñanza hace falta un orden que solo puede ser considerado desde la autoridad, una unidad que reside en sus actores (profesores y maestros) y que es percibida por sus receptores (alumnos). Si esa unidad no existe, es decir, si se rompe la cadena de mando entre aquel que enseña y el que recibe la enseñanza, solo encontraremos desorden y analfabetismo, y en el peor de los casos (cada día más frecuente) anarquía y agresiones como las ocurridas días atrás en el colegio de Melilla.

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