La tribuna

José Miguel García Torres

Faltas de Ortografía en Selectividad

CASI diez años atrás, allá por julio de 2003, fue presentado en el Registro general de la UAL un escrito solicitando hacer un estudio sobre las disortografías en la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU, Selectividad), abarcando las convocatorias de junio y septiembre de 2002. La respuesta está aún por llegar.

Como se recordará, el curso 2001/02 fue el de la generalización de 2º de Bachillerato, nivel que sustituyó al antiguo COU. En los centros educativos existía interés por conocer la evolución de tales indicadores en el transcurso de los años, dado que la ortografía es una de las técnicas de base sobre las que pivota la calidad de la enseñanza.

Por esta razón, un grupo de profesores (alguno de los cuales ya no está entre nosotros) solicitó analizar una muestra significativa de los exámenes de 2002, con la idea de repetir el estudio en los cursos siguientes. No pudo ser. El secreto que ha imperado nunca ha permitido que la comunidad educativa conozca cuántos alumnos superan la PAU sin cometer faltas de ortografía.

Durante los cursos 2006/07 y 2007/08, varios profesores de 2º de Bachillerato acordaron hacer un seguimiento ortográfico en sus correspondientes asignaturas. Al intercambiar los resultados se comprobó que todo el alumnado había cometido faltas de ortografía (en cuantía muy variable). Por otra parte, diversos profesores que han participado como correctores en la PAU suelen comentar que el problema de las disortografías alcanza cotas preocupantes, pero la UAL, cuando difunde el porcentaje de aptos en la PAU, siempre mantiene el secretillo de las disortografías.

Hoy se conocerán los datos de la PAU de 2013 en Andalucía. Los porcentajes de aptos serán similares a los del año pasado (en Almería, 94 % de aptos en junio y 63 % en septiembre), pero es probable que nuevamente no se diga ni mu sobre las disortografías. Desde estas líneas sugiero que el actual rector de la UAL demuestre comprender este preocupante asunto educativo y promueva una investigación que determine la cuantificación de las faltas de ortografía en la Prueba de Acceso a la Universidad.

Paralelamente se debería informar a la CRUE (conferencia de rectores de las universidades españolas), con objeto de generalizar este tipo de estudios y abordar cuanto antes la realización de una prueba específica de ortografía, de obligada superación, como condición necesaria para obtener el título de Bachillerato y acceder al nivel universitario. La potenciación y mejora de la educación superior, uno de los objetivos de la CRUE, no se consigue facilitando el acceso incluso a quienes no hayan aprendido a escribir correctamente. Abriendo las puertas de las universidades a los estudiantes poco preparados, no es de extrañar que se genere una tasa de abandono universitario del 30%, casi el doble de la europea (16%). La evolución, mejora y progreso de la sociedad actual y futura, otro de los fines de la CRUE, raramente se conseguirá rebajando la exigencia para acceder al nivel universitario.

El compromiso actitudinal de los inspectores educativos tampoco es positivo. Mucho hablar de la calidad de la enseñanza y de participar en la evaluación del sistema educativo, pero lo que se percibe es su poca o nula preocupación ante las disortografías. Es muy fácil contabilizar las faltas ortográficas debidamente marcadas por los correctores en los exámenes de la PAU. ¿Por qué se oculta este indicador? A nivel nacional se desconoce la labor desarrollada al respecto por parte de la Alta inspección de Educación del Estado, tanto en la época actual como en la del ministro anterior.

Con los indicadores internacionales por los suelos y la inoperancia crónica de las instituciones para velar eficazmente por la calidad de la enseñanza, cabe proponer el establecimiento de un triple anillo de control (provincial, regional o autonómico y nacional), que incorpore a los profesores de las asignaturas cuyos alumnos han obtenido las mejores notas medias en los exámenes de la PAU, colectivo del que además serían seleccionados o sorteados los correctores de unas pruebas externas mejor estructuradas. Estos profesores deberían ser, además, quienes resuelvan los procesos de reclamaciones.

En resumen: todos los niveles del sistema educativo están contaminados por las disortografías. Sería necesario realizar a nivel estatal pruebas de exigencia progresiva (Primaria, ESO, Bachillerato, Universidad), de obligada superación. Corresponde a instancias superiores solucionar esta problemática.

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