La tribuna

José Miguel García Torres

Expedientes inflados

LAS lágrimas de aquella madre fueron decisivas para que su hija, una alumna de 2º de Bachillerato, consiguiera aprobar todas las asignaturas, cuando lo justo hubiera sido una evaluación negativa, con cuatro asignaturas pendientes para septiembre. Horas antes de la junta de evaluación la madre estuvo hablando con los profesores que habían anunciado el suspenso, insistiendo en que su hija estaba muy deprimida y que no iba a seguir estudiando porque le había salido un trabajo para el verano, siendo un requisito tener aprobado el Bachillerato. Uno tras otro los docentes fueron cediendo y subieron la nota (el último de ellos no quiso ser el único malo de la película).

Aunque es bastante improbable la intervención de los inspectores en estos casos, o sea, cuando los suspensos se transforman en aprobados ful, los responsables del amaño han de ser precavidos. Así, pues, los docentes en cuestión procedieron a la volatilización de los exámenes, no vaya a ser que por algún maldito descuido se descubra el pastel. Además, para evitar posibles protestas de otros alumnos, se reajustaron al alza las restantes calificaciones del grupo. En conclusión: el llanto de aquella madre consiguió que su hija aprobara el Bachillerato y, por añadidura, que el expediente de cierto número de alumnos resultara inflado o sobrepuntuado. Todo ello a mayor gloria de nuestros amigos, los inspectores.

A veces las lágrimas no son derramadas por las madres sino por las propias alumnas. Un profesor de matemáticas solía decir a sus colegas que le resultaba insoportable ver llorar, por lo que siempre cedía y las aprobaba. Las malas estudiantes hallaron un auténtico chollo. Mientras otro miembro del departamento ofrecía amablemente un pañuelo de papel a las escasas lloronas de su grupo, su colega premiaba el llanto subiendo la nota. Debe quedar reflejado que algunas mujeres, teniendo el aprobado al alcance de sus lágrimas, se negaban a participar personalmente en la farsa, quedando a la espera de ser agraciadas con la pedrea de la subida general.

Estas anécdotas sirven para ilustrar que la calidad de la enseñanza salta por los aires cuando la sinrazón contamina o invade a los profesionales, sabedores de que la labor inspectora suele brillar por su ausencia. Ya quedó escrito que se cobra lo mismo por evaluar con solvencia que por aprobar hasta al lucero del alba. Nadie inspeccionó jamás el archivo de exámenes de tan bizarro docente.

Lo excepcional es que sea el llanto la causa desencadenante de la subida de las notas. Aunque no hay datos precisos al respecto, parece ser que en un número indeterminado de centros se procede, sistemáticamente, al inflado de las calificaciones durante las juntas de evaluación de 2º de Bachillerato. Estas modificaciones al alza generan posiciones ventajistas en la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU, Selectividad). Dado que para calcular la nota de acceso el expediente influye en un 60 %, la sobrepuntuación del mismo provoca, por un lado, que los alumnos de centros concretos adquieran ventaja, y por otro, que la media global obtenida en la PAU por el centro tramposo sea lo más alta posible.

En septiembre de 2012 se detectó un desfase global de casi 2 puntos, dado que la nota media del alumnado fue de 4,4 en las pruebas y de 6,3 en el expediente. ¿Por qué se registran todos los años en las estadísticas de la PAU calificaciones medias tan bajas, en asignaturas y centros concretos? ¿Cuáles son las notas de los expedientes en tales centros? ¿Por qué se sigue ocultando a la comunidad educativa información tan esencial?

La tendencia al inflado podría corregirse acotando la diferencia entre el expediente y la media de los exámenes de la PAU. Supongamos que sea hasta de 1,5 puntos. Si los alumnos A y B tienen un expediente de 6,5 puntos y en la PAU obtienen 5 y 4, respectivamente, se procede a calcular la nota de acceso de A, pero a B se le asigna un "no apto" (en lugar de aprobarlo al promediar el 6,5 con el 4). Dicho de otra forma: cuando la media de los exámenes de la PAU sea inferior en más de 1,5 puntos con respecto al expediente, no se procede a promediar y se asigna la nota de la PAU. Esta medida correctora modularía el entusiasmo de los amantes de las subidas generalizadas de las calificaciones. En resumen: sería conveniente calificar a los centros según las notas de la Selectividad, pero la referencia debería ser la media obtenida en los exámenes de la PAU, sin considerar el expediente, con objeto de no encumbrar a los centros tramposillos.

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