Opinión

Francisco Andújar

Una necesidad social

DESDE prácticamente la década de los años setenta, la restauración del patio de honor del castillo de Vélez Blanco, esa joya del arte renacentista que hoy se puede contemplar en Nueva York, ha sido objeto de controversia. El debate se ha planteado en torno a reproducirlo fielmente en mármol de Macael, siguiendo técnicas de digitalización tridimensional, o bien proseguir con las intervenciones "modernas" realizadas en los últimos años. Los defensores de esta última postura postulan una intervención nueva que rompa por completo con aquel pasado de grutescos y florones que ornaban las galerías de aquella obra maestra del primer renacimiento español. El discurso es contundente: si se hiciese una reproducción exacta del patio se trataría de un facsímil, un engaño para el visitante, una falsa obra de creación artística. Es sencillo inferir que, desde esa formulación, asentada en dictados parciales de las teorías actuales de la restauración, la vía que las administraciones deben emprender es la del encargo a un acreditado profesional de una intervención novedosa y, a ser posible, vanguardista.

No entraré en cuestiones estéticas, porque sobre gustos ya se sabe, aunque sería interesante oír los ecos de las conversaciones de los actuales visitantes del patio del castillo cuando, nada más acceder al mismo, observan la única gárgola que aún queda de la obra original y junto a ella los bloques rectangulares de mármol que se colocaron hace unos años durante una de las "modernas intervenciones". Tal vez sería un buen barómetro para medir a partidarios y detractores de un modelo u otro de restauración.

Pero admitamos, la teoría del facsímil y comparémosla con un libro incunable. Dos someros apuntes se pueden hacer. Primero, que siempre un facsímil es la reproducción exacta de un libro, cosa que no sucedería en el caso del patio de honor velezano pues de lo que hoy día se puede ver en Nueva York a lo que en su día estuvo instalado en el castillo de Vélez Blanco probablemente medie una gran diferencia. Hubo Demasiados trasiegos y manos como para afirmar que lo que se conserva en dicho museo es copia literal del labrado en Vélez Blanco. Segunda consideración, y más importante que la anterior: el libro incunable, el original, yace en los anaqueles de una biblioteca, inaccesible al ciudadano de a pie, reservado a los investigadores, cerradas sus hojas a la mirada de cualquier curioso. Casi del mismo modo, el patio de honor de Vélez Blanco se muestra hoy en Nueva York, una ciudad accesible sí, pero para una reducida elite, tan exigua casi como la que tiene acceso a abrir las páginas de esos libros que se escribieran y miniaran en tiempos anteriores a Gutenberg.

Esta última reflexión me lleva a trasladar el debate sobre la restauración del patio del castillo de Vélez Blanco a otra esfera, al plano social y económico, una perspectiva que, por desgracia, algunos suelen olvidar. Creo que en un contexto de crisis como el actual, pero también si estuviésemos en la cresta de un período de crecimiento económico, se podría formular la misma idea. Y es que cuando pueblos del interior, como Vélez Blanco, se marchitan por el envejecimiento de su población, por la pérdida de brazos que mantengan sus actividades económicas, cuando los paisajes agrarios agonizan a pasos agigantados por la desaparición del elemento humano, un pequeño rayo de luz para la vida no se puede cegar so capa de "problemas conceptuales de gran trascendencia teórica". Una restauración que reprodujese el patio original, disponiendo como se dispone en la comarca del Almanzora de excelentes medios técnicos para ello, sería un instrumento fundamental para el desarrollo turístico de Vélez Blanco. Sería un elemento más que podría dinamizar la vida de una población que tendría algo más a lo que seguir aferrándose para progresar en su existencia. Cualquiera que se detenga a pasear por sus calles podrá comprobar que la desertización humana avanza de modo inexorable. Detener ese proceso urge, y a ello puede contribuir el hecho de que se pueda abrir aún más la puerta del turismo de un pueblo que ya cuenta con un excepcional patrimonio histórico y paisajístico. La reproducción del patio de honor original sería un elemento esencial para convertir a Vélez Blanco en la gran referencia del turismo interior de Almería y en uno de los enclaves señeros del patrimonio histórico de Andalucía. Ya lo es, pero resta ornar tales valores con la joya de ese patio que fue tallado hace quinientos años y que hoy puede ser repuesto de forma definitiva merced a las técnicas que disponen los vecinos pueblos del mármol.

Para quienes siguen dudando entre las opciones de restauración dos referencias finales podrían ayudar a aclarar sus ideas: un visionado de las imágenes de la reproducción efímera del patio que hizo la artista Soledad Sevilla en 1992, y esa preciosa gárgola que subsiste aún y que tiene hoy como compañero a un desnudo bloque de mármol. En todo caso, las dudas se podrían disipar aún más si cualquiera que reflexione sobre la restauración tiene en cuenta que con ella está en juego parte del futuro de una población. Se trata pues de una cuestión cuya dimensión social y económica no se puede anteponer a las veleidades de quienes opinan, influyen y deciden desde torres de cristal a centenares de kilómetros.

De cualquier modo, como el poder omnímodo de ciertas esferas de "poder técnico", que tanta ascendencia suelen tener sobre el "poder político" no cesa ni cesará, les sugiero una idea para el futuro: que en caso de que algún día -los dioses no lo quieran- el Giraldillo fuese destruido por un rayo, propongan su restauración colocando en su mismo lugar una obra de arte abstracto, realizada a ser posible en plástico, material moderno donde los haya, y de gran futuro.

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