Estación sur

José Antonio Santano

INMORALES

EN los tiempos que corren no es fácil encontrar en la política a verdaderos servidores-defensores de lo público como pilar básico de una sociedad civilizada y progresista, preocupada por la buena administración del común, que no otra cosa es "la política", y en consecuencia la democracia, como sistema garante de libertades y derechos de los ciudadanos. Sin embargo, todo huele a corrupción, a chanchullos políticos para acrecentar las fortunas personales, máxima del poder establecido en este país desde que se votara la Carta Magna, que nos dotó de un sistema político basado en la monarquía parlamentaria, es decir, de una democracia, en la que los representantes elegidos no serían sino la expresión de la soberanía popular. Sin embargo, el ciudadano, hoy por hoy, tiene la sensación -constatación diría- de haber sido engañado durante todos estos años, más de treinta y cinco ya.

La mentira se ha convertido en el arma preferida de la clase política, compuesta por personajes ñoños e ignorantes, y donde la indecencia y la ineptitud campa a sus anchas por todo el territorio español. No hay un municipio que se salve de tanta barbarie, por muy pequeño que sea. La corrupción se ha instalado en la sociedad española y parece que no importa que se perpetúe en ella después de tantos y escandalosos casos, sobre todo aquellos que afectan a los tres poderes fundamentales del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial).

En cualquier país de nuestro entorno (Europa) casos menos graves han producido la dimisión inmediata del político de turno, pero aquí en esta nuestra España, la de todos y cada uno de los ciudadanos que viven en su territorio, no pasa nada, y si me apuran, todo lo contrario, casi se justifica que ocurran estas cosas, que se viva en perfecto ayuntamiento y connivencia con tan funestas prácticas delictivas. Es inaceptable que en pleno siglo XXI nuestros gobernantes sean noticia un día sí y otro también por repugnantes casos de corrupción: evasión de capitales, cobro de comisiones y sobresueldos, malversación de caudales públicos, financiación ilegal de partidos, etc., etc., y aquí no pase absolutamente nada.

Es inaceptable, digo, resistir en tan indigna situación, los ciudadanos somos quienes representamos la soberanía popular (el voto no es un cheque en blanco); inaceptable -reitero-, que estemos gobernados por una panda de miserables, vagos e inmorales.

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