La tribuna

José María Martínez De Haro

En la encrucijada

TRAS más de treinta años de transición los españoles se muestran insatisfechos con la calidad de nuestra democracia y de la Instituciones que la representan. Entre los males que nos aquejan destaca la imposibilidad de entendimiento entre los dos grandes partidos que han pilotado estos años de transición.

Si bien es cierto que este síntoma se puso de manifiesto al comienzo mismo del proceso transitorio, ha sido en los momentos de especial gravedad donde las distancias se hacen visibles a tal punto de imposibilitar un lugar de encuentro. Ocurre ahora mismo en esta crisis interminable que tiene desfallecida la Nación y a los españoles en una situación limite. A los perentorios problemas que presenta la economía, se unen otros mas graves que afectan a la integridad territorial de la Nación. La deriva soberanista de Cataluña y a renglón seguido el País Vasco, es un reto que requiere una dimensión política excepcional y una capacidad de decisión que necesariamente solo es posible mediante un gran pacto de Estado entre los partidos constitucionalistas. Las responsabilidades del PP y del PSOE son ineludibles. Asimismo la descomposición del carácter emblemático de tantas Instituciones necesita de una profunda renovación. Las grandes reformas pendientes sobre asuntos capitales como la Administración de Justicia, son literalmente imposibles sin el entendimiento entre los partidos mayoritarios. La reforma urgente del modelo territorial para adaptarla a la realidad económica y social emergente tras la crisis. Los cambios necesarios en la Ley de partidos, en la Ley electoral, en los mecanismos que regulan el funcionamiento del sistema suponen una regeneración democrática en su conjunto que reclama la sociedad española a sus representantes políticos.

Este panorama se repite en todas las encuestas de opinión y la escasa respuesta de los partidos de turno han hecho mella en la credibilidad de las organizaciones partidistas y de las Instituciones que son la médula del sistema democrático. La desconfianza en la clase política en general alcanza cotas alarmantes. La falta de vinculación entre la sociedad civil y la clase política se agranda a la par que la sociedad no encuentra respuestas claras a las muchas inquietudes que la acechan. La democracia formal ha sido suplantada por una partitocracia que ya no atiende a las demandas reales de los ciudadanos ensimismada en el difícil equilibrio del poder. Y es justo en esta situación cuando España se encuentra en una de esas encrucijadas que han marcado su historia. De todas las crisis abiertas, destaca por su especial gravedad el reto secesionista que desde Cataluña amenaza al propio Estado con la rotundidad de una declaración de independencia planteada para fechas no lejanas. Ciertamente se trata de una cuestión límite hasta donde llega la aplicación estricta de la Constitución española. Es sin duda una cuestión de Estado. Si el PP y el PSOE acordaran una respuesta a este problema habría mayor contundencia política en aplicar la solución prevista en la Constitución. Pero el PP y el PSOE se esmeran en agrandar distancias y en crear nuevas barreras amasadas en lo más rancio de las ideologías. Si la democracia no es capaz de solucionar semejante reto que amenaza la integridad territorial de España será responsabilidad de Gobierno y oposición y de la actual clase política que habrán de responder ante la Historia.

El PSOE se encuentra en pleno proceso de renovación en una Conferencia Política que tantas expectativas ha despertado. Se dice que de este encuentro saldrá un programa y un proyecto del socialismo del siglo XXI. ¿Un proyecto para que? Seguramente para retomar el poder que perdió por tantos y graves errores porque en los textos de las ponencias no aparece ni una sola mención a la necesidad de entendimiento con otras fuerzas políticas constitucionalistas para responder a los retos de esta débil democracia. Vuelve la ideología salpicada en este caso de aportaciones de la izquierda más montaraz y de personajes cuya trayectoria ha acabado en una firme condena por prevaricación.

De otra parte el Gobierno y el partido que lo sustenta escasean de grandeza política y hasta ahora se muestra incapaz de afrontar reformas reclamadas con insistencia por colectivos sociales. Son los partidos ahora minoritarios, estos que emergen en las encuestas de opinión, los que están lanzando mensajes de renovación y regeneración que auguran un cambio de ciclo político. Estamos sin duda en una encrucijada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios