Escuadra de mago

Nico García

La cacería del árbitro

EL pasado domingo me acerqué al campo de El Romeral, el equipo del barrio universitario de Málaga, para matar el gusanillo del fútbol del domingo por la mañana, ése de olor a albero -ahora césped artificial-, y el de la carne en la cantina de turno. Un partido de infantiles (niños de 12 y 13 años) me confimó que el fútbol es universal. Y no porque las reglas sean las mismas en cualquier parte del planeta, ni porque no entienda de distinción entre clases sociales, sino porque en todos los campos siempre hay unos sujetos que dan la nota. Es asqueroso comprobar cómo los padres de los chavales se ceban con el árbitro, bien para descargar la suciedad que llevan dentro, bien para coronarse como el macho alfa en una manada de descerebrados. Mientras los chavales juegan, estas personas -por llamarlas de alguna manera- protagonizan una auténtica cacería contra el árbitro con improperios fuera de lugar. En muchas ocasiones, el colegiado de turno no llega ni a la mayoría de la edad, lo que eleva a los altares el nivel de inteligencia de los padres. Lo guapo es liársela, sea cual sea su actuación. Está indefenso y tú, en una manada, tienes que demostrar quién manda. Es cierto que algunos de los que reparten justicia no saben ni que la pelota es redonda, que otros van condicionados hasta en partidos de Preferente, o que algunos son más que malos (mírese el error del famoso penalti inexistente del Almería-Cádiz), pero eso no es justificable para la cacería que se produce domingo tras domingo. ¿Qué ejemplo se está dando a los niños? Normal que luego se líen a castañas en cadetes y juveniles. Me apena escribir esto, pero es la realidad, una realidad que hay que cambiar entre todos. Eso sí, en el fútbol formativo también hay aspectos positivos, muchos más que los negativos. Sin duda.

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