Torre de los espejos

Juan José Ceba

Qué cantan los poetas andalusíes

CUANDO Lorca conoció los poemas arábigo/andaluces, traducidos por su amigo Emilio García Gómez, recibe uno de los más heridores impactos estéticos de su vida. Se sabe heredero de aquella poesía bellísima, tan rica y cuidada en la forma, de tanta finura y depuración estética, desbordante de metáforas, comparaciones, hipérboles, personificaciones y un alarde técnico inagotable. "Diván del Tamarit" es la consecuencia de ese hallazgo: pasa la luz, el aire, el aroma y la esencia de la poesía andalusí, pero no deja que le ahogue el color.

Pero, ¿qué cantan los poetas andaluces de ayer? Los asuntos de nuestra poesía árabe son siempre eternos: el amor, la soledad, el tiempo, la muerte o la aniquilación. Con una corriente que llega de los griegos, cantan -sobre todo- la hermosura que encuentran en cuanto les rodea; así, gacelas -mujeres bellísimas- y mancebos, que turban la intimidad de los cantores; las gracias del paraíso, que es siempre un jardín que arde en la noche, la floración que aroma los encuentros de amor; la naturaleza entera, que vive el ardor del alma del poeta, hasta formar con él unidad y aroma de la tierra. Se ahondan, y encuentran la vía mística, de fusión con el Amado, los seguidores del sufismo -como los masarríes, aquel caudal neoplatónico de Pechina, que formaron escuela de hondísimo calado y nutriente presencia.

Fueron aduladores de la mano generosa que los sostenía, los alimentaba y les daba vuelo intelectual en Al-Andalus. Cantaron la exuberancia de las fiestas, la irrupción de las copas y el vino que surgía de un fondo de tradición báquica. Allí donde la guerra urgía sus derrumbes, estaban los poetas. Iban delante de los ejércitos que marchaban, aireando sus cantos.

Crearon poemas descriptivos, dibujados con tanto encanto, que aportan datos esenciales para rastrear o reconstruir la historia. Azuzaron la sátira y la crítica libre, con agudeza poderosa y un fino humor que tocaba la llaga. Fueron amantes en extremo de la improvisación, que ponía a prueba el ingenio creativo.

Abrieron el campo de acción a la poesía. Es a partir de ellos, como observó García Gómez, cuando "todo puede ser convertido en materia de arte", lo que viene a significar una revolución sin precedentes hacia la modernidad.

Por los jardines de La Alcazaba el rey/mecenas les ha pedido a sus poetas que describan un abejorro, que acaba de salir de una rosa. El instante lo fija para siempre Al-Qazzaz: "Verde, con reflejos azules, aparece/ sobre una rosa de la mayor belleza./ Como si una hermosa hubiese cogido una esmeralda/ y la llevase a sus labios con un palillo de oro".

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