La Buhardilla

Manuel Lucas Matheu

Cuestión de semántica

LA semana pasada acababa mi artículo sobre el fútbol diciendo que hablar de corrupción, es hablar de sinvergüenzas, y de delincuentes. No es hablar de política. Y haciendo un símil, decía que hablar de violencia sexual, para mí, es un contrasentido, porque la sexualidad, tal y como yo la entiendo no tiene nada que ver con la violencia. Y quiero hacer hincapié en esto. En la gran cantidad de contradicciones y trampas semánticas. Por ejemplo, se habla mucho de educación afectivo-sexual. Y eso, quizás no sea contradictorio con una concepción de la sexualidad, genitalizada y falocrática. Pero sí lo es, con una visión de la sexualidad mucho menos encorsetada, y mucho más unida a la comunicación profunda entre dos personas, a través de todos los sentidos, sensaciones, emociones y sentimientos. Para quienes lo de educación afectivo-sexual, dicen que da a esa educación mucha más amplitud. Pero la trampa está en que la dicotomía semántica entre lo afectivo y lo sexual, sigue enredando a la sexualidad en los genitales, porque supone que lo sexual no es afectivo. La sexualidad no es violencia, es acercamiento, contacto profundo, piel con piel, sensaciones y sentimientos compartidos, es comunicación mutua. Desde ese punto de vista la violencia sexual, no es sexual. Es violencia pura y dura, eso sí, a veces con los genitales involucrados. Es agresión, u muchas veces agresión genital o corporal. Es invasión de la intimidad, y transgresión de la libertad sexual. Pero es lo menos parecido a la sexualidad. Y por supuesto, la corrupción no es política. Es delincuencia pura y dura. Un corrupto, no se merece que le llamen político, aunque esté usando la política para delinquir. La política es fundamentalmente trabajar para mejorar el bienestar de la sociedad y de las personas. El que delinque, esta haciendo todo lo contrario. Por tanto, es lo menos parecido a un político. Y todas estas contradicciones semánticas, ni son baladíes, ni son inocuas. Hacen daño, porque unir la sexualidad a la violencia, es consolidar una erotofobia, demasiado instalada en nuestra sociedad. Porque separar lo afectivo de lo sexual, es consolidar un modelo reducido y genitalizado de la sexualidad. Y porque unir la corrupción a la política, es denigrar una de las tareas más nobles que puede realizar un ser humano, hasta límites intolerables, como desgraciadamente está ocurriendo. Al pan, pan y al vino, vino, y a los corruptos, corruptos, sean políticos, jueces, artistas, profesionales o cualquier otra cosa.

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