La tribuna

Manuel Peñalver

La nueva edición del DRAE

LA historia de la lexicografía y el DRAE, en la conmemoración del tercer centenario de la institución. Y en el ayer de una obra filológica y lingüística ejemplar, que se proyecta en el presente y se refleja en el futuro como antología ilustrada de los siglos. El «Diccionario de autoridades» (1713-1739), la Ortografía (1741) y la Gramática (1771), en sus primeras ediciones. Un camino largo y fructífero. Entre 2009 y 2013 se renovaron en distintas versiones la teoría gramatical y ortográfica. Ahora, corresponde al diccionario. Los trabajos concluyeron el 14 de marzo de este mismo año. El próximo veintiuno de octubre estará en las librerías la vigésima tercera edición del DRAE. En el túnel del tiempo quedó aquel año de 1780, en el que apareció la primera edición, consecuencia directa del compendio del «Diccionario de autoridades» (valga, en este caso, la repetición), sin autoridades. Que, mirífica y espléndida, surge entre las dos orillas del océano por la colaboración de la Asociación de las veintidós Academias de la Lengua Española. Las características de una obra universal como el DRAE son bien conocidas. Sin embargo, hace falta entrar en detalle para conocer aspectos y novedades que distingan y diferencien esta edición de las anteriores. Sabido es que tendrá 2376 páginas, que estarán reunidas en un solo tomo. Igualmente, es conocido que habrá una versión en dos volúmenes para América.

Las escuelas, los institutos, las universidades, los medios de comunicación, las asociaciones culturales y todos los usuarios de esta lengua milenaria debemos estar muy satisfechos. Esencialmente, porque este instrumento pedagógico es el compañero inseparable de una institución social tan dilecta y querida. Hay que mimar, proteger y amparar los diccionarios. Los académicos y los no académicos. Y animar a los lexicógrafos para que dediquen todos sus esfuerzos a perfeccionarlos y engrandecerlos en su dimensión científica y aplicada, dependiendo del nivel educativo correspondiente. La pobreza de la competencia léxica de nuestros estudiantes es un serio problema que a todos nos debe preocupar.

La lectura y análisis del texto del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas debe ser el punto de partida de un método comunicativo y funcional, en el que el diccionario debe ser un medio pedagógico insustituible. Y todo ello, desde el convencimiento de que el eje y protagonista de todo ello es el alumno; es decir, que el método ha de ser esencialmente activo, participativo, dinámico, que busque el saber aprender como propósito principal. El objetivo de la enseñanza de la lengua española es el dominio de los mecanismos y recursos de expresión y comprensión en la comunicación oral y escrita, así como de otros sistemas comunicativos, en todo tipo de interacción. Su logro implica poseer una adecuada competencia lingüística y una competencia pragmática.

Estamos hablando de un método que enseñe no sólo a hablar, sino a comunicarse, debidamente, en toda su plenitud, en cualquier circunstancia y contexto. Nada, pues, que ver con los tradicionales métodos emanados de la lingüística inmanentista, aun cuando en ocasiones haya que recurrir a algunos de sus conocimientos más útiles. Si cualquiera de nosotros aprendiera una lengua extranjera, adquiriendo solamente una debida competencia del sistema interno de esa lengua, y nada más, probablemente no estaría capacitado para comunicarse en diferentes situaciones sociales ni en diversas circunstancias.

Todos estamos convencidos de que no hablamos por «oraciones» y de que la comunicación no consiste en ensartar una serie de enunciados aprendidos de memoria. La comunicación es algo mucho más complejo. Nosotros utilizamos la lengua y la aprendemos para poder comunicarnos con cualquier persona en cualquier situación y contexto. Ese saber adecuar nuestra elocución a nuestros intereses, a las circunstancias, al interés del interlocutor es saber una lengua. Todo método de enseñanza de una lengua debe ser productivo, creativo, que enseñe a producir mensajes, además de a interpretarlos. A combinar enunciados más que a segmentarlos. A crearlos, más que a analizarlos.

Pues bien, para lograr estos objetivos la obra gramatical, ortográfica y lexicográfica (2009-20014) de la Asociación de Academias se convierte en un hecho trascendental. Sobre todo, porque cada una de las mismas tiene, aparte de la versión para el estudioso o el investigador, otra con una clara orientación didáctica o escolar. La nueva edición del DRAE constituye una aportación relevante en un año tan simbólico. Será el resultado de tres siglos de lexicografía académica. Con el «Diccionario de autoridades» en el recuerdo. Por muchos motivos. En particular, por haber sido el punto de partida de la creación de la docta institución. En aquellos tiempos, que ahora se proyectan en estos otros. De modo tan fructuoso en un área de conocimiento tan decisiva.

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