La tribuna

Ramón Herrera

Ébola, excalibur y el principio de precaución

DESPUÉS de que el pasado lunes por la noche el Ministerio de Sanidad informase a la sociedad española sobre el primer caso de transmisión del Ébola fuera de África se ha producido una evidente alarma social. Es lógico que tengamos cierta preocupación, puesto que todo lo desconocido lo provoca, y más si puede tener consecuencias tan graves como es el que nos ocupa. Pero sí creo que algunas de las circunstancias que rodean al caso están llegando demasiado lejos. Me estoy refiriendo al ya famoso caso del perro Excalibur. Colectivos en defensa por los derechos de los animales, así como miles de personas anónimas se han movilizado, de una u otra manera, para evitar que, como pedían los responsables sanitarios de la Comunidad de Madrid, se sacrificase al perro.

Dando por supuesto mi amor a los perros -bien lo sabe mi perra Mika-, creo que es un tema lo suficientemente importante para que sea tratado por los profesionales sanitarios con prudencia y precaución. Es éste, desde el punto de vista del derecho, el de precaución, el principio que debe inspirar cualquier actuación de los responsables políticos. El principio de precaución consiste, de forma muy resumida, en que ante la ausencia de certeza científica en estos casos no debemos desatender los riesgos potenciales, sino que debemos procurar una intervención basada en un enfoque precautorio que evite los posibles daños. Este enfoque es asumido por la Unión Europea como un principio inspirador de la política sobre la salud pública y de protección al medio ambiente.

Su aplicación consistiría en la adopción de medidas preventivas en el caso de falta de datos o incertidumbre científica. Y esto es así porque no se puede esperar a que se produzca el daño -el supuesto contagio del hombre al perro y viceversa-, que puede ser irreparable, para después tomar las medidas necesarias. Es decir, no sabemos de forma cierta si es posible que pueda transmitirse el Ébola de humanos a animales, pero ante la posibilidad -desconocida- de que esto pueda suceder, hemos de anteponer el interés público al de la protección de Excalibur. El sacrificio del perro, que finalmente sucedió ayer, se produjo asumiendo las recomendaciones de los profesionales sanitarios para evitar un posible mal mayor.

Es evidente que este principio tiene que contar con ciertos límites, que serán la provisionalidad, la proporcionalidad, la no discriminación y la coherencia. Provisionalidad en tanto en cuanto no aparezcan informes concluyentes que aseguren la ausencia de riesgo. Proporcionalidad para que las medidas que se adopten no generen una carga superior al supuesto daño. No discriminación implica que todos los casos que sucedan sean tratados de ahora en delante de la misma manera. Y coherencia, que creo que no necesita explicación adicional alguna.

No es la primera vez que el Gobierno aplica este principio precautorio, sino que ya lo hizo, junto con el resto de países de la Unión Europa, en octubre de 2005 con motivo de la, ya casi olvidada, gripe aviar. Se prohibió la importación de aves silvestres cautivas vivas procedentes de cualquier país, prohibieron la cría de aves al aire libre en determinadas y se sacrificaron más de 11 millones de aves en todo el mundo, aun reconociendo que el riesgo de pandemia se producirá cuando el virus se transmita entre los humanos, cosa de la que por aquel entonces no se tenía constancia alguna. Por ello la entonces Ministra de Sanidad y Consumo, Elena Salgado, invocó el principio de precaución para tomar estas medidas preventivas. No recuerdo yo polémica similar.

Nuestros políticos tienen que, con su actuación, transmitir seguridad y tranquilidad a la población y, a su vez, la población tiene que responder con serenidad y coherencia ante las decisiones que, en nuestro propio interés, se vayan a tomar. Ya habrá tiempo de reclamar las responsabilidades políticas en un futuro, pero ahora es el momento de tomar las medidas precautorias que eviten posibles daños futuros.

Me gustaría finalizar con las palabras que, en 2005 pronunció el presidente del Consejo General del Colegio de Veterinarios de España, Juan José Badiola: "puede que llegue la pandemia, o puede ser que no. Pero lo que está claro es que lo que los gobiernos tienen que hacer es aplicar el principio de precaución. Porque imagínense que no hacen nada y viene la pandemia".

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