EN el fútbol hay muchas formas de ganar. Los equipos más limitados técnicamente siempre apelan a la garra, al coraje, a echarle más ganas que el rival. Esto es una máxima en inferioridad de condiciones. Algo necesario si se quieren rascar puntos con una plantilla como la del Almería. Características que dejaron de verse con JIM y que es imperdonable que falten. Pero Sergi está abogando por otro elemento sin el cual, por mucha intensidad que tenga el equipo, sería complicado lograr la victoria: la inteligencia. Si hay algo que el técnico catalán está sabiendo hacer es leer los partidos que su equipo juega en casa. Si ante el Granada logró que los suyos madurasen las jugadas sin prisas, pese a la trascendencia del encuentro, a la espera de que se abriera la miedosa defensa nazarí, ante el Eibar supo guardar la ropa cuando debió hacerlo y matar cuando era necesario. Consciente de que el tempranero gol podía despertar a los vascos, Sergi decidió que era buena idea que el equipo diese un paso atrás, aguantase en pie el tímido arreón de su rival y sentenciase en la segunda parte con una clase magistral de juego ofensivo, velocidad por banda y acumulación de efectivos arriba. Thievy no es mejor ahora porque está más motivado. Lo está, pero de nada le serviría si a su alrededor Hemed no abriese espacios con buenos desmarques, Wellington no atrajese a la defensa con su infinita calidad o Espinosa se cansase de mover el juego a su antojo. Y todo eso es mérito de Sergi. Escribía hace no mucho que llevaba meses sin disfrutar con este equipo. Ni siquiera en las victorias, las cuales eran agónicas. El catalán ha cambiado esta dinámica y ha demostrado que el plantel tiene un potencial ofensivo que hasta ahora nadie había sabido explotar. Incluso ha mejorado una defensa que parecía no tener arreglo. El coraje se le debe presuponer a un conjunto limitado como el Almería, pero esa cualidad debe ser usada de manera coherente.