EN los años que llevo viendo fútbol, que son ya bastantes, no recuerdo un partido en el que un equipo dispusiera de tres ocasiones clamorosas en los primeros cinco minutos. Los habrá, claro, pero no los recuerdo. A Sergi se le puede recriminar la decisión de poner a Casado a pierna cambiada, una prueba de fuego que no llegó en un buen momento para el lateral, señalado por su mal partido ante el Celta. Pero no solo fue Casado. La defensa en general estuvo horrenda ante el Málaga. Desde Dubarbier hasta Trujillo pasando, obviamente, por Verza. En cuatro años no he averiguado si el oriolano es un centrocampista de carácter ofensivo o si es un perro de presa. Pese a todo, sigue siendo intocable en cada partido pese a que no se sepa muy bien a qué contribuye. Todo lo contrario que Thomas. El ghanés no solo es superior físicamente al resto de rivales, sino que ha evolucionado con el balón en su poder. Es aquí donde no se le puede echar nada en cara a Sergi. El catalán ha conseguido sacar lo mejor de cada uno de los jugadores que alinea cada fin de semana. Es imposible que este Almería pueda crear más ocasiones de las que creó ante el Málaga. Si el balón no entra, el entrenador no puede hacer nada. El técnico ha dado una identidad al equipo y son muchos más sus aciertos que sus errores.

Sergi ha conseguido que el vestuario tenga carácter, crea en lo que hace y desarrolle un estilo de juego definido que además permite ver la mejor versión de los atacantes almerienses. Si Wellington la tira fuera a tres metros de la portería o si Zongo falla a bocajarro el entrenador no puede hacer nada. La plantilla del Almería es la que es. Escasa. Limitada. Incluso desquiciante. Pero la culpa de eso está mucho más arriba. Necesitamos, mínimo, un triunfo ante Sevilla o Valencia. No sé si creer en ello, pero sí estoy seguro de que el Almería hará dos buenos partidos. Prohibido bajar los brazos aún.