HAY palabras en el rico vocabulario español que a fuerza de no usarlas algún día terminarán por desaparecer. Una de ellas es 'futil', cuya definición por parte de la Real Academia se limita a un seco "de poco aprecio o importancia". Es lo que desde hace un tiempo, camino de años, me generan las declaraciones de Alfonso García, cacofónicas, reiterativas y vacuas hasta el punto de lograr el efecto contrario cada vez que lanza un mensaje.

Estos días, con motivo del descenso del equipo, se ha prodigado en ellas en los medios afines para expresar las mismas quejas de siempre; a saber:

1. Que hay escasa masa social.

2. Que así no se pueden tener objetivos ambiciosos.

3. Que no sabe si está cansado o con ganas.

4. Que si llega un jeque vende el equipo, pero en realidad no hay tantos jeques.

5. Que la Ciudad Deportiva era una prioridad ayer pero hoy ya no tanto.

6. Que los almerienses no respaldan a su equipo como debieran.

Como profesional del periodismo a veces me quedo pasmado porque este hombre no se deje aconsejar por algún experto en comunicación o al menos escuche a los responsables de su departamento de prensa. Cada vez que habla es como si tirase una piedra contra su propio tejado, ya que no percibe que lo hace amenazando a sus propios aficionados y eso a nadie le gusta. Es como el cura que en cada sermón reprime a sus feligreses y al tercer domingo se queda sin nadie a quien dirigirse desde el púlpito. Don Alfonso, no conozco un solo almeriense que no esté plenamente agradecido con su gestión al frente de la UD Almería, pero si de verdad quiere que la gente se identifique con el club deje a un lado los llantos, coja el toro por los cuernos, profesinalice las estructuras de la entidad, crúcese de piernas y espere el retorno.

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