La tribuna

Jose Mª Martínez De Haro

Cataluña, mon amour

LO dicen algunos intelectuales hartos ya de la monserga catalana; la conjunción política integrada por partidos nacionalistas separatistas y un magma de partidos de izquierda asamblearia de rancio tufo populista no van a lograr que Cataluña rompa con España. No van a lograr arrinconar al provincianismo el patrimonio común de los españoles. Y no van a poder arrancar los sentimientos arraigados de millones de catalanes . Menos aún doblegarán la voluntad de la mayoría de la Nación los que no va a permitir ninguna decisión unilateral que atente contra la unidad de España.

Este títere, marioneta de los Pujol, Carlos Puigdemont, bien nominado por Inés Arrimadas ( Ciudadanos) como Sr. Masdelomismo, se comporta como un impresentable sin capacidad de atisbar la grandeza del mundo, de Europa, de España y de la propia Cataluña. Confunde sus ansias de petit maitre y trata de empequeñecer una vasta cultura y un afán emprendedor que ha traspasado fronteras. Todo para imponer esa República que sería tapadera perfecta para la red de corrupción que nació desde las entrañas del partido de Carlos Puigdemont, CiU, fundado por el Clan Pujol, imputado por diversos delitos contra la hacienda pública. Los mismos que han venido saqueando Cataluña ante la sonrisa cómplice de Mas el de la Pela y el silencio bovino de Puigdemont. Y así ayudan a los presidenciales sueños de personajes como Tardá (ERC) o esa maja chica del flequillo, Ana Gabriel (CUP), o el violinista en el tejado que se apellida Romeva. ¿Estos son los que acojonado a la burguesía catalana?¿ los que quieren imponer un patio vallado a lo que fue y aún sigue siendo Cataluña? Parece que sí. La tercera división, de manera tribal, ha irrumpido con fuerza y gobierna sin paliativos en una parte de España. Y anuncia apartar a Cataluña fuera de España, de Europa y tal vez del mundo. Al menos de esa parte del mundo que se rige por algunos principios fundamentales; el respeto al Estado de Derecho, el sometimiento a los Tribunales de Justicia, la garantía de libertades y derechos y la dimensión exacta de los límites de esa libertad. Entre la arrogancia irrespetuosa de estos y la quietud exasperante de los que habrían de hacer prevalecer el Estado de Derecho, sobresale la torpeza del Gobierno de España cediendo al desafío apelando al respeto a las Leyes como solución. La pasividad y la dilación de fiscales, jueces y tribunales no ha servido para frenar esta deriva contra la Constitución española y contra el Estado de Derecho. Y así, animados por esa quietud, por esa lentitud, el presidente títere de los Pujol ha anunciado solemnemente el plazo de 18 meses para consumar la estructura de esa nueva República de Cataluña y con ello la secesión de España. La dimensión de este reto, supera al parecer la capacidad de respuesta del Estado español y de la propia democracia incapaz de generar defensas contra quien pretende liquidar sus reglas esenciales; la igualdad de todos los españoles y el cumplimiento de las leyes en todo el territorio nacional. Todo lo que está ocurriendo en Cataluña responde en sus formas y propósitos a un golpe de estado perfectamente planificado que se desarrolla ante nuestros ojos sin ningún obstáculo que lo detenga. Por ello, es concebible que se llegue a realizar ese atentado contra la integridad territorial de España. Y todo lo dicho, nos duele especialmente a millones de catalanes que queremos seguir siendo españoles. Todo lo anterior he escuchado en un circulo de opinión y debate donde abundan catalanes afincados en Madrid con pocas esperanzas de solución al más grave problema que nos afecta al conjunto de los españoles. Este habría de ser el primer punto de atención del nuevo Gobierno . En Cataluña hay una gran tarea de fondo y a largo plazo. La sociedad civil catalana ha perdido buena parte de su riqueza y su vitalidad durante las últimas décadas. Muchas de las organizaciones separatistas que presumen de sociedad civil no son sino simples tapaderas de una acción política implacable de CIU, ERC , Barcelona en Común y las CUPs cuyo único objetivo es decidir unilateralmente sobre una región española. Ha llegado el momento ineludible de reaccionar de parte de los que han de garantizar este patrimonio común de siglos de historia y de cultura. Es hora de ver si esa Cataluña que no vive en armonía, que está a disgusto con las muestras reaccionarias que ha polarizado la convivencia ciudadana, puede confiar en el resto de España , en la democracia y en el Estado de Derecho. Es el momento de impedir que avance una Administración pública perfectamente encuadrada e ideologizada por unas políticas destructivas. No es pequeña la responsabilidad del nuevo Gobierno respecto a Cataluña. Y por ello resulta incomprensible que entre las páginas de propuestas y acuerdos entre unos y otros, en los diálogos de tantos pactos, no haya salido a relucir una mención al problema de Cataluña.

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